El Dépor no mereció perder en Huesca. Jugó bastante tiempo en campo contrario, quiso el balón y lo manejó. Tuvo opciones para marcar algún gol más que el que festejó. Por momentos pareció un combo pinturero y agradable de ver. Pero cayó y duele mucho, porque da la sensación de que el equipo es accesible para los rivales en acciones para las que se precisa callo y que alertan sobre una cierta candidez, importante tara en una categoría llena de caimanes.
Hay un poso de equipo, una idea conformada por Imanol Idiakez a partir de la que se puede proseguir. La contratación, próxima a últimarse, de Charlie Patiño va a en esa línea de juntar peloteros. Pero el fútbol se escribe también con otros renglones, los que se supieron escribir en el inicio de la última campaña en Primera RFEF y que borraron aquel dolor de Castellón o antes contra el Albacete, la flaqueza para defender centros al área, singularmente el balón parado. El equipo que no hace tanto lucía imbatible en esas lides ha recibido en menos de una semana dos sopapos que le dejan herido. Eso que no se supo gestionar en este inicio de temporada es lo que tiene hoy al Huesca seis puntos por delante del Deportivo en la tabla. Y no parece, desde luego, una escuadra superior.
Faltan refuerzos por llegar, es preciso barnizar la plantilla con esa pintura con la que debe exhibir un mejor acabado que el actual. En dos jornadas hemos visto lo que es este Dépor y, por grato que sea en muchos minutos verle jugar, no tiene la consistencia deseada. Paciencia, ánimo y, por favor, acierto en la toma de decisiones.