Cuando no es una víbora que pica a un jugador en el aeropuerto, es una invasión de ultras para destrozar un bar. Y cuando no es apagón de la iluminación de artificial en pleno partido, es un (supuesto) robo en el vestuario del equipo visitante. Todos los días hay show en el Deportivo. La fiesta blanquiazul no se limita a los descansos de los partidos.