Lo ocurrido en la segunda parte en el Nuevo Mirandilla es para hacérselo mirar. Y no, en esta ocasión quien se lo tiene que hacer mirar no es el Dépor, afortunadamente, porque se sacó de la chistera una nueva exhibición de efectividad, bajo la batuta de un inconmensurable Lucas Pérez. Quien se lo tiene que hacer mirar es el mundo del fútbol en general y el del arbitraje en particular.
Coincido con numerosos especialistas, sobre todo exfutbolistas, en que nada se puede rearbitrar a cámara lenta. A velocidad reducida, todo es contacto, pero no todo es falta. El problema es que la mayor parte de los colegiados –claro que con la connivencia de la International Board– sí lo consideran falta. El fútbol se encuentra en una encrucijada. El reglamento castiga en exceso ciertas nimiedades, acciones que en tiempos no tan lejanos ni siquiera eran consideradas como falta. Minucias como el penalti de Helton y la segunda amarilla de Mella son dos buenos ejemplos del delirante camino que están tomando las leyes del fútbol.
Volviendo a Lucas, el de Monelos –barrio en el que tenía su campo de deportes el primer encarnizado rival del Dépor, el Real Club Coruña– recuperó el punto de mira en, cosas del fútbol, su anterior hogar. Lucas se coloca entre dos leyendas coruñesas en el ranking de goleadores. Supera a Manolo Loureda y se queda a dos tantos de Fran González. El ‘7’ es decimoquinto en esta lista. El ‘top-10’, que abre José Luis Vara, lo tiene todavía a 17 dianas. Aunque con este muchacho –y con Gilsanz– parece que nada es imposible.