Tras el resultado de este pasado sábado en Riazor, traté de recopilar la mayor información externa sobre cómo se asumía la contrariedad de haber perdido los tres primeros puntos del campeonato. Hubo de todo, pero el canal informativo estaba dirigido, principalmente, a no hacer sangre de lo presenciado. Las puntualizaciones sí que cubrieron buen número de análisis, todas ellas haciendo hincapié en la poca actividad que propició el técnico con las sustituciones. Todo fue asumido con decepción y preocupación pero sin buscar excesivas responsabilidades.
Ante lo expuesto, desearía, con su beneplácito, lanzar un llamativo “toque de corneta” para romper ese inmovilismo crítico que detecto. Discurriendo los primeros compases del choque, veía plasmado sobre el césped la imagen del plantel en la primera vuelta de la pasada temporada. La sensación era la de que el técnico Idiakez no había asumido el porqué del cambio táctico que se vio obligado a realizar por las circunstancias clasificatorias en el ciclo anterior. Aquello no funcionaba e in extremis tuvo que utilizar otros argumentos.
Se me puede explicar que era la primera jornada, que el equipo está sin completar, que esto puede servir de revulsivo… Pero la realidad es que se jugó sin las características que propiciaron un espectacular espíritu competitivo, promovido por creer en un proyecto donde se iba a por la victoria y el objetivo era la meta contraria. Ahora se volvió al miedo escénico.
El técnico vasco esperó con advenimiento que el milagro se produjera por sí sólo. El once inicial fue el elegido para superar a un aguerrido cuadro asturiano, que sabía perfectamente mover con soltura sus armas. Se notaba la mano de su responsable, Javier Calleja, bregado en duras batallas. Tras la rueda de prensa, Idiakez reconoció que no hizo más sustituciones pues los que tendrían que salir no iban a mejorar lo que estaba sobre el campo. Analizando entre líneas, resultó toda una advertencia hacia su más directo superior.
¿Y el futuro?. Pues va a depender de que se logre fichar a gente que el técnico considere que elevan ese nivel señalado y los quiera poner sobre el campo. Traer jugadores para engrandar la nómina no me parece que sea lo más adecuado.
El viernes, ante el Huesca, será fecha clave para saber si todo fue una mala tarde en mi particular visión o si por el contrario, la cuestión alcanza tintes ciertamente preocupantes. El calendario del Deportivo es duro y no permitirá ningún canto de sirena.
Cambio de tercio. Por fin el fútbol femenino de élite ya dispone de calendario de competición. Se inicia un nuevo curso y lo hará con la estelar participación deportivista.
Más de 5.000 socios de la entidad blanquiazul apostaron, con un suplemento en la cuota, por este regreso a la Liga F. A primera vista existe una gran diferencia porcentual sobre el cuadro masculino, pero considero que el paso dado genera una independencia que facilitará un proyecto de futuro y con una capacidad de desarrollo más realista. Mantener la categoría sería todo un éxito para el club.
Lo que si me preocupa son los movimientos por los que atraviesa la propia Liga F. Tras el bajón anímico, debido al bajo rendimiento ofrecido por la selección en la Olimpiada, comienzan a detectarse problemas de futuro. Recordemos que la actual competición está siendo “dopada” financieramente por el Gobierno del Reino, con la idea de ofrecer un respaldo que propiciase un empujón evolutivo.
Pero, parece ser que los números no cuadran, el Consejo Superior de Deportes (CSD) vuelve a tener que intervenir y a auditar, de arriba abajo, toda la Liga F. Tras el acuerdo anunciado entre la Federación para la creación de un convenio de coordinación, todo se quedó parado ante la negativa de los clubs de asumir determinadas cuestiones, pensando quizás que la millonaria subvención del CSD al fútbol femenino acaba la próxima temporada.
En definitiva. Es una pena que un proyecto que parecía tener un gran respaldo social, pueda verse afectado por querer comerse el mundo antes de tiempo. Cosas que tiene la mala política, la que no vive la realidad.
Como siempre, un placer.