Llevaba días esperando la resolución del Canal Ético del Deportivo sobre el tema Llorente. Y la conclusión no me ha extrañado, no esperaba otra cosa que arena sobre el asunto, la misma que el club ya había echado cuando la segunda entrenadora denunció los hechos en la Plaza de Pontevedra.

Tras el comunicado del club reincorporando al técnico a su cargo, llegó la rueda de prensa. Y Llorente se explayó. Y a medida que el madrileño iba hablando, a mí me iba hirviendo la sangre.

Como muchas otras personas que nos hemos interesado por el tema, sé lo que ha sucedido, lo que se ha hecho, lo que se ha dicho, lo que se ha dejado caer, la intención que tenían esas palabras. Y en base a esas realidades, Llorente si no ha mentido, no ha dicho la verdad.

Por cierto, un Llorente a quien no se le reconoce ninguna actuación irregular pero se le amonesta verbalmente para una mejora en la comunicación. ¿Pero, qué es esto? ¿Nos quieren hacer tontos a todos?

La idea de que el entrenador vuelva a ese vestuario es peregrina. Igual de peregrina que sus declaraciones: “Hablaré con ellas en grupo o individualmente y se arreglará”, “ya se podía haber arreglado antes en una charla, pero las jugadoras se creyeron lo que ponía la carta de Ana González y se pusieron en mi contra”.

Lo que más me joroba de esta situación, por parte de entrenador y club, es que deja a las jugadoras como unas niñas caprichosas a las que no se les puede decir “hostia” porque se asustan y del susto pasan a insinuaciones mayores. ¡Qué infame!

Y me niego absolutamente a que este sea el poso que se quiere dejar sobre el fútbol femenino. Algo podré decir, que he estado 25 años entre jugadora y entrenadora, y otros tantos como periodista siguiendo los pormenores de decenas de equipos. La mujer (como el hombre) es una curranta del deporte, que sabe lo que es luchar, pasar por mil visicitudes, sociales, económicas, estructurales... La mujer viene practicando la resiliencia deportiva desde tiempos inmemoriales. La mujer deportista sabe lo que es la presión, aguantar las broncas ante un mal trabajo, atarse los ovarios y salir al campo a comérselo, disfrutar con los buenos compañeros de viaje (que son la mayoría de hombres con los que nos hemos topado) y apechugar también con los que no les gusta que estemos aquí y siempre están zurrando.

Como para que ahora vengan cuatro que no saben nada de esto, y menos del femenino, y nos hagan quedar como chiquillas tontas que solo alborotan sin aportar nada. Lo siento, ganaréis la baza, pero la partida es nuestra.