Recibimos en la Redacción a tres deportistas olímpicos y ya de inicio brota un lamento: “A ver si ahora la gente se acuerda de nosotros”. Convendría no olvidarles y ahí está la portada de este ejemplar para ayudar, modestamente, a ello. No es ya sólo que se lo merezcan, que eso está fuera de toda duda, sino que es de ley que el periodismo asuma un papel divulgador de la actividad polideportiva, más allá de clicks o audiencias. En una sociedad en la que la información se orienta a la masa y pivotamos en torno a una pelota de fútbol, la cultura polideportiva tiene un inmenso valor formativo. Pero mire a su alrededor y piense en esos deportes que cada cuatro años descubrimos en la televisión a través de las retransmisiones olímpicas. ¿Dónde se practican en su ciudad o en su pueblo? ¿En qué condiciones? ¿Bajo que apoyos y patrocinios? ¿Cómo podemos ayudar a que esos deportistas a los que exigimos medallas puedan competir al más alto nivel? Reflexionemos sobre la sufrida base de una pirámide que coronan auténticos héroes que en bastantes ocasiones batallan más fuera del tartán, de un ring o de un campo de regatas que donde en realidad les corresponde hacerlo.
En A Coruña latimos y sentimos con el fútbol, trazamos la historia deportiva de la urbe sobre las ruedas de unos patines y siempre hubo una canasta a la que lanzar. Pero el tejido multideportivo es el que construye ciudad. Hoy luce el bronce en la portada, pero detrás hay mucha piedra que picar. Y no podemos ser ajenos a los picapedreros.