Días después de su estreno en el fútbol profesional, el 21 de septiembre en la derrota en Riazor ante el Burgos, Dani Barcia hizo autocrítica en relación a su margen de mejora en las disputas aéreas. “Los jugadores en Segunda son todos muy buenos. Tengo que ganar los duelos aéreos. Aunque sean buenos delanteros, tengo que competir con ellos como si fueran delanteros cualquiera”, comentó el central en una rueda de prensa en Abegondo.
“Como si fueran delanteros cualquiera”. Una frase que, sacada de contexto, podría tener cierta connotación peyorativa. No fue la intención del central, pero la expresión es puro Barcia, con esa mezcla de naturalidad, confianza en sí mismo y ambición que le hace afrontar cada reto de una forma que parece despreocupada, como si con él no fuera la cosa.
En el Carlos Tartiere se enfrentó a uno de los delanteros más en forma de Segunda, uno de esos futbolistas contra los que ganar un duelo aéreo se convierte en un suplicio. Alemao, tercer máximo goleador de la categoría, es un armario empotrado capaz de bajarte una nevera con el pecho. Pero Barcia cumplió lo que se propuso en septiembre: “Tengo que ganar los duelos aéreos”. Se impuso en tres de las cuatro disputas que protagonizó por aire, en dos de tres por tierra y también hizo ocho despejes. Una actuación convincente en uno de los aspectos que puede hacer elevar el techo del central, ya de por sí alto. Otra muestra de la habilidad de Barcia para disfrazar a futbolistas diferenciales de “delanteros cualquiera”.