Del capitalismo popular al propietario único
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Del capitalismo popular al propietario único

Del capitalismo popular al propietario único
Juan Carlos Escotet durante el partido del Deportivo que supuso el reciente ascenso de categoría | JAVIER ALBORÉS

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Para entender el porqué de las cosas, para aprender de los errores, hemos de buscar las causas. Muchas veces están alejadas en el tiempo y mezcladas con otros hechos que nada tienen que ver. En ocasiones, son la otra cara de grandes éxitos. Muchas veces, casi siempre, las causas son económicas. 


No es posible vivir permanentemente por encima de nuestras posibilidades. No hace falta ningún premio Nobel para confirmar esto, basta la más simple noción de economía doméstica para entenderlo. Es importante repasar la historia del club para no reincidir en los errores del pasado. Ya saben: “Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”.


El Deportivo consiguió durante muchos años crecer y sanear sus cuentas. La época más brillante del club comenzó con el gol más importante de su historia. No es del Donato. Tampoco el de Alfredo. Es el que marcó Vicente Celeiro al Racing de Santander en el minuto 92 para salvar el club del descenso a Segunda B y de una segura desaparición. Al equipo que Vicente rescató no le dejaban subir al autobús si no lo pagaba por adelantado. Así de dramática era la situación económica, con una deuda de 431 millones de pesetas (poco más de dos millones y medio de euros). Desde ese momento, el Depor empezó a crecer poco a poco, apoyado por su magnífica afición y una gestión eficiente y responsable. Primero semifinales de Copa ante el Valladolid, después promoción ante el Tenerife y, finalmente, ya con un equipo muy competitivo, se alcanzó el deseado ascenso a Primera. Ya en la máxima categoría consiguió mantenerse, con mucho sufrimiento (como bien sabe Martín), pero las cuentas seguían saliendo. Esa etapa de crecimiento continuo fue acompañada de un paulatino saneamiento económico.


Ya en 1992, con el dinero procedente de la conversión en SAD y el acierto en los fichajes se produjo el gran salto deportivo. Es importante recordar la primera parte de esa frase “el dinero procedente de la conversión”. Ese capital aportado por miles de socios deportivistas fue fundamental en ese salto cualitativo. Ahí nació lo que Lendoiro dio en llamar “el capitalismo popular”.


Los siguientes pasos de la historia la conocemos todos. Años llenos de grandes éxitos deportivos nos situaron entre la nobleza del futbol europeo, pero en algún momento las finanzas se empezaron a torcer. Préstamos bancarios, cobros anticipados de los derechos de televisión, ampliación de capital a cambio de descuento en los abonos futuros, impagos a Hacienda… Es difícil saber cuándo se empezó a torcer todo. Las cuentas, que el club no depositaba en el Registro Mercantil como es requisito legal, eran un cuento de hadas y que, tal y como puso de manifiesto la administración concursal, no reflejaban la realidad patrimonial del club. Al final, la economía dicta su ley y comienza la caída en los resultados deportivos… Descenso, ascenso, descenso...


Finalmente, llega al concurso de acreedores. Se solicita en enero de 2013 pero se llega sin firmar el convenio al 31 de julio de ese año, en el que el club se salva in extremis del descenso administrativo a Segunda B. La mayor suspensión de pagos de la historia del fútbol español. Un concurso por 160 millones de euros (la suma de lo que pagó el Real Madrid por Cristiano y Kaká) que se declara muy tarde y se aprueba en unos términos muy desfavorables para la entidad. Las condiciones son mucho peores que las de otros clubes de futbol. La comparación con el convenio de nuestros vecinos del sur no es que sea odiosa, es escalofriante. La escasa quita de deuda, el gran volumen de la deuda privilegiada con Hacienda y la falta de ingresos provocada por el cobro anticipado (y gastado) de derechos de televisión de temporadas futuras estrangulan las finanzas. 


La economía sigue dictando sentencia, el declive deportivo es todavía mayor y caemos a una nueva situación crítica en la campaña 2019-2020. El equipo tiene un pie en Segunda B y no hay dinero. No es posible cumplir el convenio de acreedores y el club, como el Depor del gol de Vicente, está a un paso de la desaparición. Abanca, principal acreedor privado de la entidad, aporta liquidez y capitaliza parte de su deuda. Se convierte en accionista mayoritario y se hace con el control de la entidad. Esta decisión es tremendamente atípica en el mundo bancario. Se puede asegurar, con toda seguridad, que cualquier otra entidad financiera hubiera dejado caer al club.  


Esta operación, impulsada por Fernando Vidal desde la presidencia, salva al Depor, tal y como lo había hecho Vicente con su gol en 1988.

Pero no deja de ser un parche. Pese a la inyección económica, en el 2020 cae al infierno de la tercera categoría —aquel del que se había salvado a última hora el 31 de julio de 2014– y se mantiene en él cuatro años. En el infierno hace mucho frío deportivo, pero hay calor humano. La respuesta del deportivismo es abrumadora. Todos los calificativos son insuficientes para describir el apoyo de la afición a su equipo. Cada año en el ‘barro’ se traduce en más socios y más espectadores. Apoyo en masa que es condición necesaria para que el club se mantenga con vida. Necesario, pero no suficiente: las pérdidas las sigue financiando Abanca. 


Llegamos a 2024. Lucas se pone la camiseta de Vicente y asciende al equipo a Segunda. Ese libre directo del de Monelos era condición necesaria para volver. Necesaria pero no suficiente, el Deportivo acumula pérdidas y deudas concursales que hipotecan su futuro. El control financiero de la Liga es estricto y el pago de la deuda concursal lastra el potencial futbolístico. Una parte relevante de los ingresos han de destinarse al pago de la deuda concursal en vez de financiar la contratación de jugadores, la cantera… En este contexto es en el que Abanca plantea una operación de ampliación de capital en la que convierte los casi 70 millones de préstamos que ha concedido al club para pagar la deuda concursal y financiar las pérdidas en fondos propios del club. Adicionalmente propone una ampliación de capital por la que aportará un mínimo de 35 millones de euros. Insisto: 35 millones.  Casi cualquier club soñaría con algo así. La operación de Abanca es también condición necesaria. Las tres patas que necesita el Depor para volver a donde tiene que estar son: afición, éxito deportivo y dinero. Las tres son necesarias.


La cuestión es, ¿cuándo muere el capitalismo popular?  
1) ¿En el 2024 con esta ampliación de capital que previsiblemente dejará a Abanca con más de un 99% del capital? 
2) ¿En el 2020 cuando la entidad bancaria se convirtió en accionista mayoritaria con el 77%? 
3) ¿Cuando el club acumuló una deuda de 160 millones? 
La respuesta es evidente y lleva el número de Mella.
 

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