Óscar Cano sabía los resultados de los rivales y no le quedó otra que agitar el árbol. De ahí que hiciese cambios que sorprendieron a muchos: meter a Kuki y Arturo cuando se apostaba por Svensson o dejar fuera a Rubén Díez y Olabe.
Sabía que tenía que modificar piezas para que no digan que no puso toda la carne en el asador. Pero, a modo de ejemplo, si juegas con Arturo y no le pones centros no va a dar resultar el cambio.
A pesar de que no comenzó asentado y coordinado, gracias a una línea defensiva buena y a gran altura, con Villares por delante, el equipo se fue haciendo con el partido. Así llegó el gol, bien fabricado entre Soriano y Quiles.
Mackay sacó en largo desde el inicio. Nunca se jugó desde atrás. Fue una primera mitad de ida y vuelta, pero sin peligro en las áreas, en la que el Depor aprovechó esa acción para adelantarse.
Ya en la segunda, sin cambios de inicio, el Córdoba poco a poco llevó el partido a su terreno. El equipo no supo llevarse los balones divididos y sufrió ante el juego brusco que propuso el rival.
Cano metió a Olabe por Isi, pero Manuel Mosquera le ganó la partida con dos movimientos. Las entradas de Miguel de las Cuevas y Simo permitieron a su equipo tener cada vez más mordiente.
Cierto que el gol fue una jugada aislada y casi no tuvieron más oportunidades, pero si dio más sensación de peligro, con constantes centros de Caballero.
El Depor no supo rentabilizar su gol y el ascenso directo parece una quimera.