Hace mucho tiempo, cuando tenía menos de la mitad de los años que tengo ahora, y salía con mis amigos por ahí y estábamos en cualquier pub de la ciudad con nuestros ron cola, gin tonic, vodka con naranja o lo que sea, siempre había alguno de nosotros que soltaba la típica bromita de “creo que este año hay que tirar la Copa”.
Y claro, todos mirábamos nuestros vasos y nos echábamos unas risas. Era siempre la misma chorrada y el chiste no podía ser más malo. Pero nos valía para pasarlo bien en unos años en los que nuestro Deportivo estaba en lo más alto y nunca renunciaba a disputar ningún título. Luego el devenir de la temporada nos pondría en el lugar que fuese, pero la realidad es que nunca renunciábamos a nada de antemano.
La historia del Deportivo con la Copa es bien conocida por todos. Hasta 1989 en que, siendo equipo de Segunda, alcanzamos las semifinales, nunca habíamos hecho gran cosa salvo eliminar al Real Madrid en 1932.
Aquel año de 1989 bien pudimos llegar a la final si no fuese por el nefasto arbitraje de Soriano Aladrén en Valladolid. Esa temporada el Deportivo deambuló por la zona media de la liga y la Copa supuso un golpe de ilusión del que nos apearon injustamente. El caso es que en los años posteriores tuvimos una relación de amor-odio con esa competición hasta que en 1995 salimos campeones.
En la temporada 89-90 nos eliminaron a las primeras de cambio. Y en la 90-91, el año del ascenso, llegamos a octavos. Eliminamos al Estepona, al Atlético Baleares, al Málaga y nos echó el Valencia. Estábamos peleando por el ascenso, pero no por ello tiramos la Copa.
Al año siguiente, en Primera y peleando por no descender llegamos a semifinales en plena promoción contra el Betis. Cayeron el Levante, el Mallorca, Zaragoza y Osasuna y nos echó el At. Madrid en un momento en el que nos jugamos la supervivencia en Primera.
Curiosamente, al año siguiente, con el Super Depor asombrando a toda España caímos en segunda ronda ante el Mérida, que entonces militaba en Segunda.
Fue una eliminatoria que cayó en medio de una racha impresionante de victorias en Liga y justo después de aquel 3-0 al Español con Bebeto en plan estelar y con aquel tercer gol que todos recordamos donde el defensa Mino perdió su cintura para siempre.
El caso es que el Deportivo perdió aquella eliminatoria por penaltis. Arsenio había reservado a algunos titulares, pero al ver que el partido no salía adelante dio entrada a Fran y a Bebeto en el descanso. Perdimos la eliminatoria, sí, pero no la tiramos, que es algo muy distinto.
Ya no estamos en la élite, eso es cierto. Y tampoco íbamos a ganar la Copa ni a llegar más allá de dos o tres eliminatorias. Todo eso está claro. Pero lo que no es de recibo es la forma en la que hemos perdido ante un equipo modestísimo como es el CD Guijuelo. No es excusa el decir que lo importante es la liga porque ahora las eliminatorias son a partido único.
Si hubiésemos ganado nos habría tocado un rival de Segunda y en Riazor. Y nada nos impediría soñar con ganar a un Racing, un Cartagena, un Mirandés o el que nos tocase. Y si fuese así nos tocaría en la siguiente ronda un equipo de Primera.
Y lo mismo veríamos en Riazor a un Atleti o un Villarreal, que ya se nos está olvidando lo que es el fútbol de élite.
O lo mismo nos tocaría un Osasuna como el año pasado y nos gana. Pero siempre compitiendo. Y el resultado sería que habríamos jugado tres partidos de Copa nada más, dos de ellos en casa. Y eso no distrae de la liga ni trastoca la temporada. Y si encima le ganamos a un Primera nos iríamos a cuatro partidos, que seguirían siendo muy pocos. Y encima nos llamarían matagigantes.
Pero nada, hemos optado por pasar de la Copa. Menuda bromita de partido hicimos en Guijuelo.