Hay algo en el Básquet Coruña que le acerca a la gente, en general sucede con el baloncesto, un entorno amable en el que la gente acude a las previas y a la grada a disfrutar. Ayer se abrieron puertas en el Coliseum, se flanquearon esos candados que blindan ahora el deporte y los deportistas para convertir a los ídolos en inaccesibles. Y fluyó el cariño. La gente está con el equipo, que no gana mucho, pero destila orgullo.

En medio de todo llegan noticias que generan una cierta alarma, como la lesión de Lima o el aterrizaje en el equipo del dominicano Núñez. Tan valiosa es esta joya baloncestística que tenemos en la ciudad que da un cierto vértigo pensar en su fragilidad, en como alguna mala decisión puede condicionar el futuro. Mientras todo acaba de sustanciarse no queda otra que apretar los dientes y preparar los próximos partidos. El que está por llegar el día 1 contra el Lleida, el otro recién ascendido, en el Coliseum tiene catalogación de finalísima. Un partido en el que nadie puede fallar, equipo y gente. Ocurre, además, que no coincide el día con la salida del Deportivo en esa jornada, el viaje a Oviedo tan esperado y en el que se vivirá una masiva migración colectiva.

Básquet Coruña y Deportivo escalaron de categoría la pasada primavera. Nadie dijo que fuese a ser sencillo digerir las nuevas exigencias. Pero todo está por decidir y hay capacidad, mimbres y sustento como para volver a vivir un final de temporada tan feliz como el del 2024.