Esta semana me invitaron a la Gala de presentación del primer álbum de cromos del fútbol femenino gallego. Enhorabuena a la organización por la idea. La gente de ‘Que pasa na Costa’ no para de innovar y crecer. Felicidades.
Camino del acto, fue una tarde de martes complicada de tráfico en la ciudad, pensé “qué pequeño paso y qué importante”. Y lo pienso porque pone a la mujer futbolista rumbo a una normalidad asentada entre los futbolistas chicos desde hace décadas. Yo fui compradora compulsiva de cromos en mi niñez. Tenía a mi madre hasta el gorro. Pero tener a todos mis jugadores, preferidos o menos preferidos, en aquella libreta era aunar lo más de lo más. El álbum de la Liga, el del Mundial… Conocía a todos los futbolistas al dedillo. ¡Qué internet ni internet!
Pues ahora ese sencillo acto será posible hacerlo con las futbolistas gallegas. Ahora sí se podrá. No será un imposible. Digo esto a colación de una anécdota que conté en la presentación del álbum.
Mi padre entrenaba al Manresa, localidad cercana a Barcelona. Yo jugaba todos los días al fútbol en una plaza céntrica con mi habitual grupo de amigos. Nunca tuve problemas de integración. La primera vez les dije si podía entrar en el partidillo, me miraron un tanto extrañados, me dijeron que sí y nunca más hubo tema. El caso es que con el paso de los meses uno de mis amigos contó que iba a hacer una prueba a La Masía. Yo me quedé paralizada, desubicada, incluso enfadada.
¿Aquel chico con el que yo jugaba todos los días, lloviese o tronase, aquel amigo con el que compartía la pasión por el fútbol, aquel que, como yo, vivía con una pelota pegada al pie, tenía la posibilidad de ir a la mejor escuela de fútbol del mundo (os recuerdo que esto era en Manresa y allí La Masía es palabra de Dios) y yo no? Daba igual si jugaba bien o mal, si era del montón o una crack, lo único cierto es que delante de mí se levantaba un muro infranqueable. Tenía 11 años y fue la primera vez que pregunté por qué.
En épocas pasadas, a las mujeres futbolistas se nos mandaba ir a casa a fregar o cosas bonitas por el estilo. A mí me pasó como jugadora del Karbo, por lo menos al principio, y sigue sucediendo a día de hoy, aunque esporádicamente. Creo hablar en nombre de muchas compañeras si digo que esas lindezas no nos afectan. No nos gustan, pero no nos marcan. Las futbolistas tenemos un denominador común, somos fuertes y resilientes. Lo que sí fastidia, enoja y frustra es no tener posibilidades de hacer lo que te gusta. Como le pasaría al resto de los mortales. Algo tan sencillo y tan difícil de entender para algunos.
Afortunadamente las cosas evolucionan. Mi frustración de no poder ir a La Masía tuvo su fin. Ya hay chicas en la escuela de fútbol del Barça. Desde el mes de septiembre de este año. ¡Después de 122 años!
Salud y suerte!