“Solo le pido a la vida que me deje estar una temporada bien”, dice Yulenmis Aguilar cuando se le pregunta que si fue sexta en el lanzamiento de jabalina en los Juegos Olímpicos de París lesionada por todas partes (hombro, codo y pierna) y después de sufrir un proceso depresivo unos meses atrás, hasta dónde podría llegar cuando su cuerpo y su cabeza estén al cien por cien. “Es que no lo quiero ni pensar”, añade. 2024 ha sido un año “buenísimo” y “malísimo” para ella y tras tanto estrés ahora se está tomando con calma el proceso de recuperación de su maltrecho hombro derecho, que poco a poco va ganando movilidad y respondiendo a las cargas. Aún tiene margen hasta diciembre o enero, pero con su entrenador ya piensa en esquivar futuros problemas con un cambio de técnica.
Buscan la fórmula que sea menos agresiva para su articulación. “Estas son las cartas que tenemos y hay que adaptarse a ellas”, asegura Raimundo Fernández, su entrenador. “Hay dos técnicas, la rotacional, que es la finlandesa. Y la lineal, que es la centroeuropea. Nosotros intentaremos que no entre tan girada, que vaya más de frente y que no haya rotación en el codo. Ella tiene un brazo excepcional, puede desperdiciar un poco el trabajo de brazo para tener confianza en el antebrazo. Seguramente al principio lance menos. Pero no nos vamos a preocupar”, explica, “vamos a dar un paso atrás para coger impulso”.
Los médicos descartaron la operación y Yulenmis se sometió a un tratamiento de plasma enriquecido que consiste en extraer su propia sangre, mejorarla con plaquetas que estimulan la creación de colágeno y volvérsela a inyectar. Seis pinchazos, dos de cada vez, en codo y hombro, con tres semanas de separación. La última, el 13 de septiembre. “Tenía el supraespinoso distendido, que ahí poco se podía hacer. Y en el labrum, que es el de mi lesión de toda mi vida, que ya traje de Cuba (como las rodillas), podían cortar de un lado y de otro pero iba a quedar con poca movilidad. Y una lanzadora de jabalina con poca movilidad... Ya me dirás”, explica Aguilar sobre por qué no pasó por quirófano. “Los pinchazos fueron dolorosos, no podía ni respirar... Pero noto mucha mejoría. Llegué a un punto de dolor que no podía ni dormir”, comenta.
La cabeza y el cuerpo están conectados. Raimundo Fernández interviene: “Hubo un punto de inflexión clarísimo, cuéntaselo”. Yulenmis asiente. La nacionalización. “Empecé la temporada muy bien, pero la nacionalidad no llegaba y mentalmente empecé a mermar”, recuerda la atleta de origen cubano asentada en Oleiros. “Después llegó por los pelos (en abril) y durante semanas tuve que salirme de mis rutinas para cumplir con trámites burocráticos”, continúa, “y mi cuerpo no respondió bien”.
Al bajón físico le acompañó otro mental. “Llegué al mes de julio depresiva. Lloraba en todos los entrenamientos que realizaba, no quería entrenar. Sentía que me habían dado la nacionalidad para algo y que no iba a poder responder a eso”, admite. Y no ayudó su debut con la selección española en un Campeonato de Europa en el que, señalada, no pasó de la calificación. “Fue el cúmulo de todo y ya después del Europeo reventé mentalmente. De hecho, si no hubiese sido por él”, señala a su entrenador, “yo no hubiese podido estar en los Juegos Olímpicos”. Todo por un problema mental.
Fue casi un milagro. Pero llegó a París y pasó la calificación, con el susto de que se dañó el codo. Y después, en la final, se metió en la mejora y acabó en la sexta posición. “No salté de felicidad... Pero regresé satisfecha”, afirma. Sabe que puede más y que si las lesiones le respetan el techo está muy arriba. Sin prisas, porque como se demostró este año, no son buenas. Hasta septiembre, que es el Mundial, hay tiempo. A ritmo caribeño. Aunque ella siempre diga que es más gallega que el lacón con grelos.
Yulenmis Aguilar es finalista olímpica. Pero no puede acceder a las instalaciones en las que se entrena, que pertenecen a la Universidad, siempre que quiere. “Solo me dejan por las tardes, pero a mí me gusta dividir las sesiones, es lo ideal, por la mañana hacer fuerza y por la tarde técnica o viceversa, no todo seguido. Estamos intentando buscar la manera de hacerlo por separado sin poder ir por la mañana, pero no sabemos cómo lo vamos a solucionar”, explica la lanzadora de jabalina, que también se queja de que las pistas del INEF cierran los fines de semana, por lo que si quiere entrenar tiene que desplazarse a Santiago. “Antes de la pandemia tenía mejores condiciones”, se lamenta.