Son las 10.30 horas en el Real Club de Golf de A Zapateira. Es una mañana húmeda de otoño. Todavía no ha llegado el frío, pero ya amenaza. José Luis Adarraga (A Coruña, 1983) aparece sonriente al volante de un buggy. Ejerce de chófer y anfitrión en un recorrido por los primeros nueve hoyos del campo. Conoce cada palmo del terreno. Es su jardín. Pasa allí más tiempo que en su casa. Llega a las 9.00 horas y no se marcha hasta las 21.00. Por las mañanas entrena y por las tardes imparte clases. En la sesión de fotos golpea tres bolas con un sand wedge y las clava junto a la bandera del hoyo 18. Sonríe. Parece un tipo feliz.
“Enhorabuena, campeón”, le felicitan los veteranos de A Zapateira. No es para menos. El coruñés ganó el pasado fin de semana en Roma la escuela de clasificación del Alps Tour, un satélite del DP World Tour, el circuito europeo de toda la vida, un viejo anhelo que persigue desde que dio el salto al profesionalismo con 24 años. Su siguiente objetivo es encontrar un patrocinio de 30.000 euros para financiar los viajes en 2025. Una vez allí aspira a ganar dos torneos o acabar la temporada entre los cinco mejores, las dos vías de entrada al Challenge Tour, el circuito de segunda división en el Viejo Continente, que reparte 25 tarjetas para el DP World Tour, la ambiciosa meta de José Luis.
El golfista de 41 años visualiza su futuro con la misma ilusión que aquel niño prodigio del golf amateur: fue el mejor del ranking nacional, top-5 europeo y top-10 mundial. La crisis del ladrillo truncó una promisoria carrera, pero no se rindió. En los últimos años ha hecho cambios en su juego y, sobre todo, en el aspecto mental. De la mano de Joaquín Dosil, psicólogo de Miguel Ángel Lotina cuando era entrenador del Dépor y que actualmente trabaja con el Celta, el Breogán y un puñado de deportistas profesionales, entre otros, ha moldeado su cabeza para afrontar con naturalidad e instinto un deporte tan cerebral como el golf.
“Joaquín es más que un psicólogo, es un amigo y con él he hecho cambios muy grandes para sacar mi máximo rendimiento. El golf es muy exigente a nivel mental, se mezclan la técnica con las sensaciones y muchas veces funciona por el estado de ánimo: si te levantas triste vas a tener un mal día y si estás eufórico te sale todo. Se trata de buscar un equilibrio y aprender a gestionar los tiempos. No te puedes obsesionar con la técnica. Lo importante es trabajar con el instinto, pensar menos y jugar con más naturalidad”, razona Adarraga, que tiene su propia versión del famoso partido a partido del cholismo.
“Hay que tener un poco de alzheimer, olvidarse de los golpes malos y seguir adelante, golpe a golpe. Es como en Indiana Jones y la última cruzada: el protagonista tiene que dar un salto fe que parece un salto al vacío. Cada golpe tiene que ser como si fuera el último, mimarlo y trabajarlo, pero sin dudas. Cuando dudas aparecen los problemas. Y muchas veces la ejecución es perfecta, pero por circunstancias no sale bien: una racha de viento, un mal cálculo al sumar los metros… Lo más importante es limpiar y pasar al siguiente”, arguye.
La mejoría de José Luis pasa también por ligeras modificaciones en su juego con Kiko Luna y en la preparación física con Alicia Bello. “En el golf ha cambiado mucho la preparación física: con Alicia hacemos un trabajo de propiocepción, flexibilidad, movilidad y fuerza. La base es estar fuete para prevenir lesiones y ser más eficiente en el juego. Con Kiko llevo años haciendo un trabajo de secuencias para ser más eficaz en el golpe. Y el cambio más significativo y que más me ha ayudado en los últimos meses es más específico del putt, el golpe más decisivo”.
Todas las innovaciones que ha realizado el coruñés no tendrían efecto sin la ilusión y motivación que le mueven cada día desde que cogió su primer palo de golf, con ocho años en un paseo por la playa de Santa Cristina junto a su padre, Carlos. “Me gusta desde niño, me lo paso bien y tengo la misma ilusión. Cada vez que juego un torneo siento esos nervios y el cosquilleo que solo me dan la competición. Soy adicto a la adrenalina”, explica con emoción el jugador, que despuntó desde muy pequeño y de los 14 a los 24 años viajó por todo el mundo con el equipo nacional, becado por la Federación Española.
El torneo que le abrió las puertas del profesionalismo fue el Open de Madrid 2006: acabó 11º entre algunos de los mejores del mundo que se estaban jugando las plazas para disputar la Ryder Cup. “Llegué invitado por Valle Romano, la empresa constructora de Seve Ballesteros que patrocinaba el torneo. Me lo presentaron y pude charlar un rato con él, es un recuerdo increíble. En Madrid estaban Txema [Olazábal], Sergio [García] o Ian Poulter, que ganó el torneo. Fue mi gran momento, rodeado de top mundiales y acabando muy arriba, pero con sensaciones de haber jugado bien sin rozar la excelencia. Me sirvió para darme cuenta que estaba a ese nivel, que tenía el ritmo de profesionales. Salí de allí con un contrato de cinco años con Valle Romano, pero luego vino la crisis de 2008 y se fue a la mierda”, rememora el coruñés.
La carrera de Adarraga se diluyó en sus primeros años como profesional. “Pasé de jugar 28 a ocho semanas porque no tenía tarjeta del European Tour, bajó mi nivel competitivo y me quedé sin patrocinador para financiar los viajes. Como amateur no sabía lo que costaba un billete de avión porque me lo pagaba todo la Federación, que se desvinculó en cuanto pasé a profesionales. Me costó mucho asumirlo todo, jugaba sin la tranquilidad ni el respaldo necesarios… fue una pena”, lamenta el coruñés, que en 2013 se sacó la titulación para impartir clases, su principal fuente de ingresos para seguir compitiendo.
En Roma volvió a ganar un torneo internacional después del Open de Arcachon 2018 en Francia, pero en las escuelas de clasificación no se reparten premios en metálico, solo las tarjetas de competición, en su caso la carta completa para el Alps Tour 2025. En el satélite del DP World Tour coincidirá con otros dos profesionales coruñeses y compañeros del Real Club de Golf: Ignacio Mateo y Antón Vázquez.
“Como me dijo un amigo mío que me hizo de caddie en una escuela de clasificación para el circuito asiático, ‘están todos para encerrar’. Antes del torneo hay un silencio sepulcral, es una tensión brutal. En Roma había varios jugadores del DP World Tour y el Challenge que habían perdido la categoría, algunos de los diez mejores amateurs del mundo… Demasiados jugadores para pocas plazas”, narra José Luis, el mejor entre 157 participantes, aquella joven promesa del golf nacional que a los 41 años todavía sueña con el salto de fe al circuito europeo.
La saga polideportiva de los Adarraga |
José Luis Adarraga es el penúltimo eslabón de una saga familiar de vocación polideportiva. Su bisabuelo Luis fue campeón de España de ciclismo en carretera, hermano del pelotari Javier Adarraga, medallista de oro olímpico en París 1924 en pala corta. Luis tuvo cuatro hijos: José Luis, abuelo del golfista, que jugó a balonmano, baloncesto o rugby, pero brilló en el atletismo y fue recordman nacional de pentatlón, disciplina desaparecida en el concierto mundial.
“Cuando llegó a Coruña se inscribió en todos los clubes deportivos de la ciudad: le encantaba correr, pero estaba obsesionado con el golf”, narra su nieto, que también practicó otros deportes, como el pádel o el squash, salía a correr, montaba en bicicleta o sobre patines, pero ahora desconecta del golf con la pesca submarina.
Los hermanos de su abuelo Luis también destacaron en la pista: Juan Bautista fue campeón de España de 800 metros lisos y olímpico en Londres 1944; Bernardino dominó el decatlón con cuatro títulos nacionales y un oro en los Juegos Mediterráneos de Barcelona 1995 y Fernando fue campeón español de salto con pértiga.
Carlos Adarraga, padre del golfista, jugó a hockey patines en A Coruña, y Ricardo, su primo, es el recordman nacional de esquí de velocidad en la prueba de kilómetro lanzado: alcanzó 240,6 km/h. |
"Algunos jugadores del LIV parece que están de vacaciones" |
José Luis Adarraga responde a preguntas rápidas sobre grandes protagonistas y campos míticos en la historia del golf. También se moja con el polémico LIV Golf, la millonaria liga saudí que ha enfrentado al PGA con los traidores que dejaron el circuito estadounidense.
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