La –relativamente desahogada– situación actual del Joventut de Badalona, rival este domingo (12.30 horas, Coliseum) del Leyma Básquet Coruña podría titularse ‘El renacido’. Porque lo cierto es que estuvo muy cerca de llamarse ‘Adiós a la armas’.
De los dos colores de la histórica Penya dominó el negro, negrísimo, durante casi una década. Una fase de zozobra que comenzó después de la temporada 2008-09, en la que el equipo catalán finalizó quinto en la fase regular. En los nueve cursos siguientes, el Joventut solamente se clasificó para los playoffs en una, la 2014-15, en la que acabó séptimo.
A pesar de la profunda crisis institucional reflejada en la cancha, la Penya nunca llegó a flirtear con el descenso deportivo. Su peor clasificación histórica, desde que en la 1956-57 fuera uno de los seis clubes que participaron en la primera edición de la división de oro nacional, fue precisamente en dicha campaña, que remató en el farolillo rojo. No obstante, aquel campeonato primigenio es el único, junto con el pandémico 2019-20, en que no hubo oficialmente descenso.
En la ACB nunca ha ocupado una de las dos últimas posiciones. La décimo quinta (de 18 equipos), en la 2107-18, es su peor registro. A la conclusión de esa temporada entró en escena la compañía farmacéutica Grifols, y su llegada hizo que empezase a mandar el otro color, el verde de la esperanza.
Sin embargo, a principios del presente año Grifols cayó en picado en la Bolsa, a causa de una presunta manipulación de cuentas para reducir su deuda, revelada por la consultora estadounidense Gotham City Research, cuyo informe aseguraba que el capital de la empresa barcelonesa equivalía a cero. Todo ello meses después de que la farmacéutica anunciase el despido de más de 2.300 empleados (el 8% del total de su plantilla), dentro de un plan para reducir costes.
Desde el segundo mes del año que está a punto de finalizar las aguas parecen haber vuelto a su cauce en la empresa que, en agosto de 2018, y a través del fondo de inversión Scranton, cubrió la ampliación de capital –de 3,7 millones de euros– del Joventut, que solamente cinco meses antes había estado a punto de no presentarse a jugar un partido liguero en la pista del Real Betis por no poder pagarse el desplazamiento. Fue lo más cerca que el único club, junto con el Real Madrid, que ha disputado todas las temporadas de la máxima categoría del baloncesto español, estuvo de la desaparición.
Curiosamente, el oscuro túnel arrancó justo tras la conquista de sus hasta la fecha dos últimos títulos, la Copa del Rey y la Copa ULEB (actual Eurocup) de la 2007-08. El club verdinegro cayó víctima, como millones de personas y entidades varias, de la crisis mundial de 2008.
Dos años después, la entidad verdinegra entró en concurso de acreedores. Presidía la Penya uno de sus jugadores históricos, Jordi Villacampa, quien abandonó el cargo en abril de 2017. Tomó el testigo, una patata a rojo vivo, otro clásico verdinegro, Juanan Morales, quien continúa al frente de la directiva.
Al expívot internacional le tocó lidiar con el momento más crítico. En marzo de 2018, el consejo de administración que encabezaba planteó a sus accionistas la disolución del club. Necesitaba urgentemente un millón de euros para pagar a sus empleados.
A los gravísimos problemas de liquidez contribuía también que el Ayuntamiento de Badalona le adeudase 160.000 euros del acuerdo de patrocinio, un dinero que estaba retenido porque el consistorio había pedido al club que justificase 900.000 euros recibidos por la fundación verdinegra para el mantenimiento del Palau Olímpic de Badalona durante los años 2014 y 2015.
El 99% de los accionistas votaron ‘no’ a la disolución. La inyección de moral que necesitaba –valga la redundancia– Morales para creer en la continuidad del club fundado el 30 de marzo de 1930. La inyección económica la pondría Grifols cinco meses después.
Pese a la recuperación, el Joventut lleva ya cuatro años, los últimos, sin patrocinador. Su presidente aseguraba en mayo de 2020 que “si la búsqueda de un espónsor es complicada, en una situación excepcional se eleva al máximo”. Otro pequeño gran milagro del club badalonés.
Así regateó a la tumba una entidad histórica, y no solo a nivel nacional. En sus vitrinas lucen, como títulos más destacados, dos Ligas Nacionales de Primera División (1966-67 y 1977-78), dos ACB (1990-91 y 1991-92), ocho Copas del Rey, dos Supercopas de España (1985-86 y 1986-87), una Euroliga (1993-94) y dos Copas Korac (entre 1971 y 2002 fue la segunda competición continental).
Aunque, vistos los avatares de los últimos 15 años, su mayor conquista es seguir con vida. El baloncesto español no puede permitirse perder a una de las joyas más brillantes de su patrimonio. Por historia y por una cantera que continúa produciendo (mucho) talento del máximo nivel.