Manuel Burque Hodgson (Santa Cruz de Tenerife, 1980) es guionista, cómico, actor y aficionado del Dépor y el Básquet Coruña. Nació en Canarias, pero se crió en Monte Alto desde los dos años hasta los 18, cuando que se marchó a Salamanca para estudiar Comunicación Audiovisual y luego a Madrid, donde desarrolló su carrera. No olvida sus raíces y el domingo pasado vibró con el debut del Leyma en la ACB como un coruñés más. El baloncesto es su pasión desde que jugaba en las pistas del Parque Europa o en el colegio Santa María del Mar. “Estoy muy contento porque mis sobrinos pueden vivir un equipo coruñés en la ACB como yo viví el Superdépor”, celebra.
Nació en Santa Cruz de Tenerife, pero se crió en A Coruña.
Sí, Nací en Canarias, pero me siento súper coruñés. Creo que se me nota en el acento (risas), pero como siempre trabajé en Madrid se ha desdibujado un poco. Saben más los de Madrid que soy gallego que en A Coruña que soy de allí.
¿Qué deportes practicaba de pequeño?
Jugaba al baloncesto, federado en el Santa María del Mar. Éramos un club de colegio que se esforzaba mucho, pero nunca llegamos a jugar en Liga Gallega. El año que estuvimos más cerca perdimos de ocho el partido decisivo. En su momento fue una catástrofe. Le daba muchísima importancia, como si fuese mi carrera. He sido tan obsesivo con el baloncesto que creo que no he hecho nada más.
¿De qué jugaba?
Yo tenía naturaleza de alero, pero altura de base, entonces jugaba de escolta. Es un deporte donde Darwin es más exigente que nunca. Es la ley del más fuerte y el más alto. Hay unos límites muy claros y, a nivel de calle o de club, el juego se desequilibra cuando un pívot sabe lo que tiene que hacer. Por eso lo de Campazzo me parece un milagro.
¿Cómo era ser aficionado al baloncesto en una ciudad de fútbol y de hockey?
En A Coruña no había casi nada de baloncesto. No es que ahora sea una ciudad excelente en canchas públicas para jugar, pero imagínate en los años 80 y 90. O íbamos al Parque Europa o a las Pajaritas. Había mucho flipado del baloncesto, pero no había mucha cultura del deporte.
¿Cuál era su contacto con el baloncesto de elite?
Ni me imaginaba la posibilidad de ver a un equipo coruñés en la ACB. Entonces la historia del Bosco, que había jugado en la máxima categoría, no tenía importancia ni estaba en la sabiduría popular de la ciudad. Nuestro contacto era cuando venían la selección española o el Real Madrid a jugar el Teresa Herrera. Iba con mis amigos como groupies a la puerta de los hoteles para ver a los grandes jugadores de la época. Dejé de ser mitómano, pero todavía tengo guardado un autógrafo de Sabonis.
Y el domingo pasado estuvo en el Coliseum.
Parece que me estoy subiendo ahora a la ola del Básquet Coruña, pero siempre he seguido al equipo de cerca e incluso he tenido algún contacto con ellos. Antes de la pandemia me habían invitado a ir a un entrenamiento. Me pareció la hostia. Ir allí y pisar el parqué con el mismo espíritu que cuando era un chaval… Luego empezó la cuarentena y se enfrió todo, pero el año pasado volví a coger contacto y ha sido una conexión máxima. Si viviese en A Coruña hubiese ido a todos los partidos. Al menos pude estar en el fin de semana mágico del deporte coruñés, con el ascenso del Básquet Coruña y el Dépor, unos días después del ascenso de las chicas. Una semana grande.
Es usted abonado del Básquet Coruña, ¿le sorprende el número que ha alcanzado?
Es salvaje, pero no me sorprende. Los coruñeses son muy de A Coruña. Es una de las mejores ciudades que hay para vivir, la gente lo defiende y lo protege. Es un sentimiento que no he visto en ningún otro sitio, una especie de nacionalismo de ciudad. Y cada vez que pasa algo como lo del Básquet Coruña, van todos en tropa. La olla a presión que se generó el otro día fue brutal. Parecía un equipo que llevaba jugando en ACB toda la vida. Si hubiesen puesto a la venta 10.000 abonos los hubieran vendido todos.
Y en el primer partido, victoria contra el Real Madrid con un ‘3+1’ de Yunio Barrueta.
Cuando faltaban cinco minutos nadie pensaba que podía pasar eso. Lo comentaba con uno de los directivos, que habíamos dado una gran imagen, que lo importante era competir y que el ambiente era precioso. Pero se podía pedir más y pensar que podíamos ganar. El final parece escrito por un guionista de peli comercial: ganar con un triple y con falta y que Llull, el bueno de la película, falle el último tiro… Increíble.
Ganarle al Real Madrid con su propia medicina.
Eso es. Hay que cambiar la actitud: criticar cuando fallan es viejuno, hay que tener fe, como la que tiene la gente del Real Madrid. Tenemos que apropiarnos de ese espíritu.
¿Es más de ACB o de NBA?
He de decir que veo más NBA y cuando era chaval me acostaba tardísimo para ver a Michael Jordan. Ahora siento amor por Stephen Curry. La pasada temporada vi todos los partidos de los Warriors y ni siquiera jugaron los playoffs. Una de las cosas que más me gustaría hacer en la vida es ver un partido de Curry en directo. Pero mi primer equipo, por encima del Dépor y del Básquet Coruña, es la selección masculina de baloncesto. Parezco un arribista, que va con el que gana, pero no es verdad. En los últimos Juegos Olímpicos estuve con los chicos a tope. Y con la femenina, también, pero con la masculina siento un vínculo especial porque compartimos generación con los Gasol. Cuando hablo con mis amigos del básquet siempre bromeamos con que algo influimos.
Le tocó vivir la época del Superdépor.
Creo que fui socio desde que ascendió a Primera. En verano me compraba el dxt, estaba obsesionado con los rumores. Me pasaba meses imaginando quién iba a fichar por el Dépor.
¿Qué recuerdos guarda con más cariño?
Lo tengo todo súper fresco. Lloré muchísimo con el penalti de Djukic, como toda la ciudad, viví la primera Copa del Rey y la Liga, aunque ya me pilló estudiando en Salamanca, tenía una obra de teatro ese mismo día. Es uno de mis grandes arrepentimientos históricos, pero todavía guardo el periódico de aquel día. Lo que más disfruté fue el Centenariazo por la prepotencia del Real Madrid. Parecía que estábamos allí para darle color a la final, que iba a ser un paseo y fue una de las grandes alegrías que ha dado el Dépor.
¿Ha sido difícil presumir de deportivismo lejos de A Coruña y en una época tan difícil?
Era muy futbolero y del Dépor, pero tengo que reconocer que con la crisis del 2008 dejé de ver casi todo lo que no fuese la selección española porque el mundo del fútbol seguía cometiendo unos excesos impropios para el momento que vivimos.
¿Se ha reenganchado?
Me volvió a conectar el relato: la época de Fernando Vázquez, la vuelta de Lucas Pérez o el ascenso del año pasado con el protagonismo de la cantera. Si hay relato épico o emocional, me engancho. Vivir la jornada cada domingo, no me gusta tanto.