Quedaban quince minutos para que acabara el partido del pasado domingo entre el Liceo y el Alpicat cuando Jacobo Copa marcó el 7-1 y mientras lo celebraba vio por el rabillo del ojo que su amigo Jaime Méndez estaba preparado para salir a jugar. Le hacía más ilusión casi que su gol. “Al descanso, que íbamos 4-1, ya le dije que era su día”, cuenta el jugador, que interiormente deseaba que no le cambiaran para poder disfrutar sobre la pista del debut de su compañero. Nacidos con quince días de diferencia, llevan toda la vida uno al lado del otro. En el fútbol, de la mano en el Victoria. En el hockey, como rivales, además de los clásicos, uno en el Dominicos y otro en el Liceo. Pero siempre amigos. Y ahora, por fin, en el mismo bando y compartiendo por primera vez, esperan que no la última, minutos en pista los dos de verdiblanco.
“Ya nacimos juntos”, bromea Jaime Méndez. “Recuerdo que había partidos de fútbol que después nos llevaban en coche para ir a otro de hockey y nos íbamos cambiando rápido por el camino”, añade. Copa no cambiaba de colores, porque los del Dominicos son también el blanco y el negro del Victoria. Pero Méndez se ponía de verde. Y entonces pasaban de compañeros a rivales a la misma velocidad con la que Clark Kent se convertía en Súperman cuando se encerraba en una cabina telefónica. ”Cada vez que nos enfrentábamos había mucho en juego. Y nos picábamos bastante”, continúa Méndez. “Sí, nos dábamos mucho”, reconoce Copa, “pero después nos íbamos a cenar juntos, o a mi casa o al Asador Coruña (propiedad del padre de Jaime), y ya volvíamos a estar bien”.
El fútbol los unía, incluso hicieron juntos las pruebas para el Deportivo. El hockey los separaba, con la selección gallega como único punto de encuentro. “Compartimos habitación y no pudimos ser campeones de España porque perdimos la final con Valencia en un partido que no entraba la bola y que recordamos siempre como un mal día”, dice Jacobo. El año pasado, Jaime ya empezó a entrar en dinámica del primer equipo e incluso hizo su primer viaje a Voltregà. Y este, cuando Copa fichó por el Liceo, ya pensaban los dos que con suerte se podría dar la oportunidad de jugar juntos en OK Liga y el domingo por fin su deseo se hizo realidad.
“Me hizo muchísima ilusión, es el club de toda mi vida, del cole de toda mi vida, de mi ciudad. Creo que cumplí el sueño de todos los niños que juegan al hockey”, confirma Méndez. “Se dio la oportunidad, ya llevaba desde el año pasado entrenando con el equipo, ahora hay que seguir trabajando. Y espero que haya otra oportunidad para que llegue ese gol”, dice, en relación a una directa que tiró demasiado alta a 50 segundos para el final del partido (en los entrenamientos, falla pocas). “Hubiese sido el debut redondo pero no pudo ser”.
“Fue la experiencia máxima”, opina también Copa. “Le intenté ayudar lo máximo que pude, le buscamos a ver si podía marcar, pero creo que estaba un poco nervioso”, dice. “Se lo merece. Porque ha ayudado mucho al equipo en los entrenamientos, pero también cuando va convocado a los partidos porque nunca tiene un mal gesto aunque no juegue y siempre está cien por cien animando a los compañeros desde el banquillo”, continúa. También Méndez tiene buenas palabras para su amigo: “Se merece todo lo bueno que le está pasando por todo lo que él ha trabajado. Además, creo que lo mejor aún está por llegar. Y a mí, pues me toca ponerme a trabajar todos los días para intentar llegar a lo máximo que pueda”.
La historia de Jaime Méndez es, como la de César Carballeira, la de una vida ligada al Liceo. “Mis hermanos ya jugaban así que cuando empecé en el cole ya me puse los patines y fui pasando por todas las categorías hasta llegar ahora al primer equipo del colegio y de la ciudad”, expone y recuerda los entrenadores que fue teniendo a lo largo de sus diferentes etapas: Stanis García en las escuelas, Noe Uzal en sus primeros años y después Toni Pérez, Sergio Huelves, Edu Lamas, Marc Godayol y ahora, Pichu Galvani. “Tengo que dar las gracias a todos ellos por lo que me enseñaron, y no solo de hockey”, afirma, aunque tiene palabras especialmente cariñosas con la que guió sus primeros pasos: “Noe es la definición de la mejor persona que puedes conocer. Ya no solo es que sea muy buena entrenadora, sobre todo para la edad de los niños a los que entrena, sino que fuera de la pista es incluso mejor y todavía sigue preocupándose por mí”.
Pero el Liceo no solo es para él un sitio en el que iba a jugar al hockey. El Liceo es su hogar. “Salvo por mis padres y mi familia, es quien me lo ha enseñado todo a nivel de estudios, hockey y valores”. Allí se pasaba los días enteros, sobre todo cuando era más pequeño. Entraba por la mañana al colegio, iba a clase y después ya se quedaba en el patio, a entrenar hasta la noche. A su casa iba para cenar y dormir. “El Liceo lo es prácticamente todo para mí”. Aunque espera que este año ya pueda cerrar su etapa de estudiantes tras “un curso de desliz”.
Como jugador, se define como “un atacante con buen disparo y uno contra uno, un goleador”. Y razón no le falta. Con 20 tantos en seis encuentros es el máximo realizador de la Liga Gallega sénior por delante de los 12 de Antón López y Luisete García Becerra, ambos del Dominicos. Y en la júnior lleva 26 en 13 superando los 19 de Álex Pérez, del Compañía de María. También tiene fama de ser de sangre caliente. “Lo reconozco”, dice, “aunque con los años he ido aprendiendo; con los años y con los castigos de los entrenadores, claro”, bromea.