Guillem Cabestany Vives (Sant Pere de Riudebitlles, Barcelona, 1976) vuelve el domingo al Palacio de Riazor para medirse al Liceo, donde jugó en la temporada 1997-98. Fue un año duro lejos de casa y de aquella mala experiencia aprendió para triunfar como jugador en Reus, Igualada, Noia y la selección española. Catorce años y 17 títulos avalan su trayectoria en los banquillos, desde sus inicios en el Vendrell hasta los últimos cuatro años en el combinado absoluto, pasando por el Braganza, en Italia, y el Porto, en Portugal. El pasado verano dejó la selección tras ganar el Mundial para dirigir al Calafell, segundo clasificado de la OK Liga con un punto más que el Liceo.
¿Qué significan para usted el Liceo, Riazor y A Coruña?
Riazor es una pista histórica y A Coruña es un desplazamiento muy complicado. Pasan los años, pero cuando uno encara el viaje y el partido siempre piensa en la dificultad de ganar allí. El Liceo, ha tenido épocas mejores o peores, pero es un equipo que cada año se reinventa para ser súper competitivo. Será por ese espíritu que desprenden su camiseta, el escudo o Riazor.
Vistió la camiseta verde y blanca solo una temporada. ¿Qué recuerdos guarda?
No tengo muy buenos recuerdos de mi año en el Liceo, sufrí bastante a nivel personal, pero ha llovido mucho desde entonces y creo que aquella mala experiencia personal me sirvió para afrontar otros cambios y retos en el futuro.
¿Una mala experiencia?
Llegué siendo muy joven e inexperto, antes de lo adecuado para triunfar. En aquella época irse al Liceo era como irse a la otra punta del mundo. Se juntó que yo era muy joven e inexperto y que fue un año deportivamente muy complicado, buscando renovar el equipo para volver a ser competitivo después de una etapa mucho mejor.
Y eso precipitó su salida.
Sí. Tenía dos años de contrato pero terminamos al final de la primera temporada. Yo sentía que el club no estaba contento conmigo, acabé con el peroné roto y llegamos a un acuerdo para desvincularnos antes de tiempo.
Jugó al hockey en los años 90 y en los 2000, ¿cómo ha cambiado el deporte?
Mucha gente prefiere el hockey de antes, pero yo no lo echo de menos, me gusta más el de ahora. Hay menos violencia en la pista, los partidos se plantean para ganar y no como una batalla. La evolución ha sido buena para el espectáculo deportivo, es más agradecido para el espectador y más educativo para la gente que nos sigue y, sobre todo, para los niños. Es cierto que sigue siendo un deporte pequeño que sufre para tener la repercusión mediática que nos gustaría.
¿Y en el sentido táctico?
Fue empezar a entrenar y cambiar las normas. El juego ha ido evolucionando: antes teníamos un espacio más reducido para atacar, ahora tenemos más, y los equipos han ido perfeccionando los sistemas, aunque todos nos parecemos bastante porque podemos ver cualquier partido del mundo desde el sofá de casa. Creo que es un hockey bonito de ver, con grandes jugadores a nivel técnico y con algún nuevo detalle táctico que los entrenadores y los equipos se inventan cada año, llámale trampas o sistemas de juego, para sorprender.
Seleccionador español desde 2021 hasta 2024, dos Europeos y un Mundial, ¿por qué lo dejó?
Fue una decisión mía que le comuniqué a la Federación a finales del año pasado. Me lo pasé muy bien como seleccionador, entrenando a los mejores jugadores de España, pero tenía ya muchas ganas de volver al trabajo y el estrés del día a día en un club, como en esta semana: perdimos el miércoles y el domingo jugamos en A Coruña, tengo que ver cómo reanimar al equipo, que estará tocado… Esto es lo que me gusta y me motiva. En la selección era un espectador durante buena parte del año. Lo he vivido y disfrutado, pero quería volver a esto. Aquí es donde me siento realizado y donde creo que puedo aportar más.
¿Qué se ha encontrado en la OK Liga diez años después de dejar el banquillo del Vendrell?
Cuando yo me marché arrancó toda esta etapa de jugadores españoles o extranjeros que están aquí y fichan por equipos portugueses. El foco ha cambiado de liga. Es evidente que ha bajado el nivel de los mejores equipos porque faltan jugadores de calidad, pero por otro lado los clubes siguen reinventándose, dando espacio a los más jóvenes, buscando extranjeros de otras ligas…
El Barça ya tiene ocho puntos sobre el segundo clasificado, los mismos que hay entre el Calafell y el Voltregà, que es 12º. La brecha se abre por arriba, pero se iguala para el resto.
El Barça sigue siendo el equipo con más potencial y es verdad que está ahora mismo un paso por delante. El resto estamos intentando reconstruir para competir lo mejor posible. Detrás del Barça hay buenas plantillas que trabajamos con profesionalidad y exigencia, aunque no se corresponda en la parte económica. Todos pensamos que si lo hacemos súper bien podemos acabar segundos en la liga regular, pero si nos despistamos podemos terminar en peligro de perder la categoría. La intriga y la emoción están aseguradas en la OK Liga, la Copa y en Europa.
Se enfrentan Liceo y Calafell, los dos equipos con más caras nuevas en la plantilla.
Se está viendo que los equipos con tantos cambios de jugadores somos más inestables, menos fiables y estamos todavía persiguiendo las mejores combinaciones en la pista y el estilo que nos encaja. En los partidos enlazamos momentos buenos y otros en los que perdemos el hilo.
¿Qué tipo de partido espera en el Palacio de Riazor?
No tengo claro el tipo de partido que se puede dar precisamente porque somos dos equipos en construcción, que por momentos somos más agresivos en defensa y en otros nos toca más cerrarnos para verlas venir. Trabajamos para ser más regulares en el juego sabiendo que esto es una carrera de fondo, no de velocidad.
Tendrá menos dudas con los dos jugadores a vigilar: César Carballeira y Dava Torres.
Si dices Liceo el primer pensamiento es para César y Dava, por los años que llevan en el club y porque son de la casa. Llevan el escudo en la sangre y, a día de hoy, son los jugadores que más influyen en el juego de ataque y defensa. Aún así, tenemos que ver al Liceo como un equipo y poner un ojo en los fichajes que decantaban partidos en sus equipos anteriores, como Arnau [Xaus], Nil [Cervera] o [Tato] Ferruccio, o los jóvenes que tarde o temprano van a explotar, como Bruno [Saavedra] o Jacobo [Copa].
¿Por qué Dava y César solo coincidieron una vez juntos en su etapa como seleccionador?
Se dio un poco de rebote en la Copa de las Naciones de Montreux. César ha estado más con nosotros: el primer año pensábamos que le faltaba un poco de madurez, pero su progresión con el Liceo fue brutal y volvió para quedarse. Dava vino en un gran momento para él, pero el Mundial de 2022 no salió muy bien y cambiamos a varios jugadores a los que luego le dimos confianza. Los dos son de nivel top y me jugaría una cena a que si Pere Varias [el nuevo seleccionador español] tiene una lista de 15 o 20 jugadores para seleccionar, seguro que están ahí.