Un Liceo-Barça nunca es un trámite. No mientras en el equipo coruñés manden Juan Copa, Dava Torres y César Carballeira. Con el ADN verdiblanco no se juega. Competir es innegociable. Y así fue en un Clásico inerte a efectos de deportivos, pero importante en lo emocional. Ganó el Barça, como casi siempre, pero el Liceo cayó de pie y puede extraer conclusiones positivas de cara a futuros enfrentamientos, el próximo dentro de 24 días en la OK Liga.
 

Salió más vivo a un Palacio de Riazor gélido, por la temperatura y también por el ambiente. Los verdiblancos probaron los reflejos de Sergi Fernández una, dos y tres veces, pero golpearon primero los visitantes, por mediación de Marc Grau, que una vez más cumplió con la ley del ex al remachar una asistencia de Pau Bargalló.
 

El 0-1 dio paso al peor momento de la noche para el Liceo. Sólo dos minutos después vio portería el coruñés Ignacio Alabart con una gran jugada individual. El 0-2 pareció tamaño castigo para lo visto sobre el parqué.

Conato de tangana
 

El partido se caldeó tras un enganchón en media pista, cerca de la zona de los banquillos. Primero se desplomó exageradamente Eloi Cervera. Hubo algo más que palabras. Y después se tiró Pablo Cancela. Algo le hizo Sergi Fernández, protagonista también en la tangana del último partido de la pasada temporada por el título en Riazor.  El calentón espoleó al Liceo y a su gente. Sito Ricart se topó con el larguero y Fran Tombita la rozó dos veces, pero el marcador no se movió.
 

La energía cambió definitivamente tras el descanso. Dava Torres acortó distancias con un disparo ajustado al palo tras aprovechar dos bloqueos. El gol del capitán afiló los colmillos y despertó a la afición, pero no duró mucho la alegría en casa del pobre. Lo que tardó en volver a golpear el Barça por mediación de Alabart.
 

El Liceo nunca se rinde –da igual cuando lean esto– y Fabri Ciocale firmó un 2-3 ilusionante con 14 minutos en el reloj. Había partido. Se lo pudo cargar Pau Bargalló con tres postes –Albart también probó el tubo–. Sobraron ganas y empuje, pero faltaron puntería y sangre fría en el equipo coruñés, que se despidió de Europa con un balance insuficiente: cuatro derrotas y dos empates.