Marcelino Martínez Cao: “La selección de 1964 el peor enemigo que tuvo fue el Gobierno”
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Marcelino Martínez Cao: “La selección de 1964 el peor enemigo que tuvo fue el Gobierno”

Marcelino Martínez Cao: “La selección de 1964 el peor enemigo que tuvo fue el Gobierno”
Marcelino

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Con 15 años jugaba al fútbol en un seminario; con 19 lo hacía en Primera; a los 22 reclamó al régimen franquista Seguridad Social para los profesionales. Y con 24 se convirtió en una leyenda. Acodado en sendas muletas, uno de los mayores mitos del fútbol español recibe en su pueblo, al que regresó tras unos años de fulgor en Zaragoza. Marcelino Martínez Cao (Ares, 1940) no se prodiga en entrevistas. Pero es amigo de sus amigos, un tipo noble con una excelente memoria, buena compañera para entablar una charla en torno al hito del que hoy se cumplen nada menos que sesenta años. Fue entonces cuando la selección española alzó la Eurocopa, su primer título y hasta 2008 el único. Y el gol del triunfo, en el Bernabéu el 21 de junio de 1964, lo metió un chico de Ares. “Cuando Torres marcó en Viena me quedé como liberado. No era normal que España estuviese tanto tiempo sin ganar”, confiesa Marcelino. El del gol a Rusia.

 

¿Qué recuerdo tiene de aquel día?
El gol. Antes de rematar ya vi que iba a marcar. Pereda se fue a la banda y centró el balón con efecto hacia fuera, la pelota me quedó un poco atrás. Sabía que se la iba a clavar a Yashin abajo. Y a él no le dio tiempo a tirarse.

 

¿Dónde aprendió a darle de cabeza?
En la playa, en Ares. Jugábamos con una red por medio y yo saltaba para rematar.

 

Antes de rematar ya vi que iba a marcar. Sabía que se la iba a clavar a Yashin

 

O sea, que en Ares ya se jugaba a voley playa a finales de los cincuenta.
Pues sí. Carlos Lapetra [compañero en Zaragoza y también campeón de Europa en 1964] siempre me decía que yo era el mejor rematando de cabeza.

 

¿Pero era un nueve al uso?
Daba más goles de los que marcaba, era un pasador más que un rematador. Pero iba bien de cabeza. En la Eurocopa me dieron el nueve y tampoco dije que no. Aún así no estaba quieto en el área, medía 1,71 y me tenía que buscar la vida.

 

Que la final fuese contra la Unión Soviética en pleno franquismo le dio al partido un aura especial. Cuatro años antes España no quiso ir a jugar a Moscú.

Le dijimos al Gobierno que o jugábamos el campeonato o no volvíamos a la selección. Los jugadores ya empezábamos a tener algo de poder. Algunos como Luis Suárez ya se habían ido a jugar al extranjero.

 

¿Cómo eran los rusos?
Unos atletas. ¡Entrenaban ocho horas al día! Antes con la selección jugabas tres o cuatro partidos al año, pero ellos se juntaban más que nosotros. La selección era lo que más cuidaban. Era un buen equipo, pero peor que nosotros

 

¿Y Yashin?
Un grandísimo portero, pero yo no pensaba mucho en eso. Para mí el mejor que he visto bajo palos es Iribar. Y aún así le tenía pillado el truco porque si le dejabas que se colocase era imposible marcarle un gol, así que lo que hacía era que cuando me llegaba la pelota le pegaba de primeras.

 

¿Cómo era Iribar fuera de la cancha?
Entonces era muy jovencito. Nos llevábamos muy bien. Iribar es un vasco noble, más bien tímido. No es vasco seco, es vasco serio. Siempre le dije que le tenían que hacer un monumento. Y se lo han hecho.

 

A usted quizás deberían de hacérselo en Zaragoza.

Pero no soy aragonés. Soy gallego.

 

Pues en Ares.
Posiblemente. Yo siempre dije en Zaragoza que un día iba a volver a mi pueblo y lo hice.

 

Suárez tenía gran desplazamiento en largo. Amancio era algo amarrón, pero fabuloso

 

Pero en Zaragoza era una celebridad.
Lo era. Tenía un Volvo deportivo. Se fabricaban dos y me dieron uno. Y dijeron que me lo había dado Franco por meterle el gol a Rusia, pero es mentira. Me lo regaló el Zaragoza. Y tuve un descapotable a medias con Carlos Lapetra, un Triumph, andaba la leche y metía un ruido... Lo traje a Galicia y no paraba de llover y hacer viento. Le dije a Carlos: haz con él lo que te salga de los cojones. Si quieres me pagas la mitad. Y me dijo, Carlos: “Pues no”...

 

Lapetra jugó en el puesto de Gento en aquella Eurocopa.
Porque era un futbolista tremendo. No era extremo, era un creador de juego desde la zona izquierda, tenía un verdadero guante porque técnicamente era un fenómeno. Me atrevo a decir que España en cuanto a calidad nunca tuvo una selección tan impresionante como la de 1964. Era un equipo muy joven. Yo tenía apenas 24 años. Era un equipo para haber disputado y ganado el Mundial siguiente, pero hubo problemas porque el Gobierno influyó para que entrasen en el equipo determinados jugadores. Y ya todo fue distinto.

 

¿El Gobierno?
La selección de 1964 el peor enemigo que tuvo fue el Gobierno. Aquel equipo, con una media de 24 años, tenía que haber jugado dos Mundiales, pero lo deshizo el Gobierno. Había presencia de jugadores de muchos equipos, Athletic, Barcelona, Zaragoza, Madrid, Atlético, Inter... Liderábamos nuestros equipos e hicimos una buena mezcla, aunque entrenamos muy poco juntos. El equipo que más jugadores aportó fue el Zaragoza, con cuatro. Teníamos un estilo más veloz que el Madrid o el Barcelona, que tocaban más. Luis Suárez tenía un desplazamiento en largo magnífico. Amancio era algo amarrón, pero sabía tocar de primeras, tonto no era. Tenía un gran regate. Fue un jugador fantástico.

 

Dos años después en el primer partido del Mundial sólo se alinearon tres futbolistas (Iribar, Zoco y Suárez) de los once que ganaron a la URSS. Además de usted se quedaron en el banquillo Amancio, Rivilla, Olivella, Fusté y Lapetra.
Le dije a Villalonga, el seleccionador, que yo no jugaba. Nos concentraron en Santiago y decían que iba a ser como en Inglaterra. ¡Y una leche! Llovió todo el tiempo y en Inglaterra hacía sol. Entrenábamos en San Marcos con el barro por los tobillos, un desastre.


Muchos compañeros de aquel equipo se fueron el año pasado. Suárez, Amancio, Fusté, Olivella...

Sí... Con Luis Suárez me llevaba de maravilla. En 1964 estábamos concentrados en La Berzosa, de camino hacia la sierra madrileña, y sólo había un teléfono. Asi que  mientras Luis se daba masaje me pedía que llamase por teléfono a su novia y que le diese conversación mientras él acababa. Y así nadie le pillaba el teléfono.

 

¿Cómo era aquel futbol?
Más complicado, sobre todo para los delanteros porque te ponían un tío pegado. Era un fútbol sin tarjetas. No se expulsaba a los jugadores y eso lo condicionaba todo.

 

¿Cómo llegó al Zaragoza?
Yo estudiaba en el seminario en Santiago. Teníamos un equipazo, le llegamos a ganar un amistoso a un equipo del Deportivo. Pero no pensaba en que podía ser futbolista.

 

Ni cura.
Pues cura sí. El problema es que yo era bueno en los estudios y me quisieron mandar a la Universidad de Comillas y yo no me quería ir. Estaba muy a gusto en el seminario, era popular porque jugaba a fútbol, a baloncesto, era campeón gallego de tenis de mesa... Me adoraban y les dije que no me iba. Porque además luego me querían mandar a Roma a doctorarme. Y yo sólo quería estar en el seminario y si se terciaba ser cura, pues vale. Pero cura de pueblo, nada de ir al Vaticano.

 

¿Cómo era la vida en el seminario?
Había que estudiar. Era duro en el sentido de que el que suspendía una asignatura dos veces en junio y septiembre decían que no tenía vocación y al carajo, a la calle. Hacíamos mucho deporte y mucho estudio. Estabas en una nave delante del libro y no te quedaba más remedio que estudiar, ¿qué ibas a hacer? El caso es que me acabé yendo. Tenía 16 años, me volví al pueblo y al poco tiempo ya empecé a jugar en el Racing de Ferrol.

 

¿Cómo le reclutaron?
Me vino a ver jugar en la playa el entrenador, Galarraga, un vasco. En Ares no había equipo federado y me fui a Mugardos, al Galicia, que ya jugaba a nivel provincial. Estuve unos diez partidos y me siguieron controlando. Antes había entrenado alguna vez con el Deportivo y con el Celta, tenía catorce años y estaba en el seminario. Entrené con Moll, con Otero....  Me trataron fenomenal.

 

No había categorías inferiores.
Claro. Hubiera ido encantado, pero apenas era un niño y no me ficharon. Al final seguí en el seminario y acabé en el Racing sin cobrar un duro. Pero fue ahí cuando me empezó a ver los del Zaragoza. Ellos estaban siguiendo ya desde el año anterior a Suco, un compañero del Racing [que acabó jugando en el Barcelona, Santander, Valencia y Deportivo]. Estaban en Primera, claro, pero después de un partido en Sabadell paramos allí para jugar un amistoso y les ganamos 0-4. Metí tres goles. Yo era interior, no delantero. Y el Zaragoza se puso como loco para ficharme.

 

¿Y le dejó su madre ir a Zaragoza?
Sí, pero se vino ella... Ya vimos que era mucho dinero. Al ser amateur cobré de traspaso 800.000 de pesetas. Con la ficha me fui a unos ingresos de 1,1 millones de pesetas y Di Stéfano estaba entonces en el Madrid en 800.000. Kubala cobraba 700.000 en el Barça. El Barcelona vino a ficharme, pero en Zaragoza iba a cobrar mucho más.

 

Hubiese jugado con Suárez.
Pero a Luis no lo querían mucho en Barcelona. Le costó entrar. Y era una persona maravillosa. Un jugadorazo. Muy completo, tenía un fútbol muy claro. Era veloz, sus pases eran milimétricos. Trabajaba mucho. Se podría comparar a Lapetra con Iniesta, pero a Suárez... Es incomparable. Los campos eran complicados. Cuando veníamos con el Zaragoza, Riazor era un patatal, no pasaban el rulo al campo ni de broma. Entrenaban allí para que estuviese pisado. Y yo venía encantado a Coruña, ojo. En Balaídos jugué menos porque el Celta estaba en Segunda. El mejor terreno para mí en aquel tiempo era el del Metropolitano. Y luego el Camp Nou bien. Pero el Bernabéu estaba pesadote. En el momento que pisabas, cuidado. Tenían el campo a su manera.

 

Pero fue en el campo del Madrid donde fue campeón...
Ya, pero era verano y no llovía.

 

Tuvo que ir a El Pardo tras el partido.
Esas cosas no me gustaban. Estaba muy cabreado con Franco porque dejase que el Gobierno se metiese en las cosas de la selección. Querían jugadores del Madrid y del Barcelona. Y del Barça porque Franco aún les tenía un poco de miedo a los catalanes. Pero al Zaragoza no le tenía miedo. Yo estaba muy quemado. Jugamos de azul la final porque Rusia era la campeona y tenía derecho a jugar de rojo, con sus colores, pero nos impusimos los jugadores porque nos querían vestir de blanco como el Madrid. Y les dijimos que ni de broma. ¿De blanco y en el Bernábeu? Hasta aquí hemos llegado. 

 

  • BLANQUIAZULES
    Suárez y Amancio en el once, Reija en el plantel y Veloso en la fase de clasificación

La huella coruñesa en el triunfo de España es indudable porque además de Marcelino, de Ares, dos futbolistas nacidos en la capital herculina y con pasado deportivista se alinearon en el once de la final.
Luis Suárez ya triunfaba en el Inter de Milán, cuatro años después de lograr el Balón de Oro. Amancio Amaro lo hacía en el Real Madrid, donde había llegado en 1962. Además en la plantilla concentrada para disputar en Madrid los dos últimos partidos de la Eurocopa estaba Severino Reija, un zaguero lucense que había pasado dos campañas en el Deportivo. E incluso José Luis Veloso, que entonces aún vestía la blanquiazul jugó la fase preliminar con España.

Marcelino Martínez Cao: “La selección de 1964 el peor enemigo que tuvo fue el Gobierno”

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