"Siempre duelen las derrotas; en el momento que caigan, en el momento que estén, de la manera que sean, siempre duelen y molestan", expresó este miércoles Diego Simeone, el entrenador del Atlético de Madrid, cuya crisis se extiende sin soluciones aparentes, zarandeado por el último de la clasificación, el Levante, en su propia casa, mientras da vueltas y vueltas a sus onces y a sus planteamientos e insiste en cada error en los entrenamientos, en un callejón sin salida que lo aleja de la Liga de Campeones.
El plan que proclamó el técnico en la víspera ni se mostró ni se demostró. El 4-3 del pasado sábado al Getafe no fue el "punto de inflexión" al que se ha recurrido tantas veces en los últimos tiempos, como tampoco lo fue cuando derrotó al Oporto en la Liga de Campeones (1-3) o cuando se impuso al Valencia por 3-2, en una secuencia de resultados y juego que encendió las alarmas del Atlético hace tiempo, sin que aún hayan logrado apagarlas, sin que haya ni un mínimo indicio de que la alerta sea sólo una cuestión momentánea.
"No estamos en el lugar de explicar cosas. Lo único que necesita la gente son hechos", zanjó el miércoles el técnico, discutido por algunos sectores de la grada por las últimas derrotas, pero sobre todo señalado porque no ha encauzado la reacción, porque, esta vez, no ha logrado resolver la situación ni con trabajo en los entrenamientos ni con movimiento en sus alineaciones ni con cambios de planteamiento ni siquiera con la tendencia de refugiarse atrás, que era la virtud más visible del equipo hace tiempo (hoy es historia) con la que también salió y esquivó determinados baches en otras temporadas, incomparables con el momento actual.
Porque nunca el Atlético de Simeone estuvo tan mal ni despertó tantas dudas como en la actualidad. Sus 39 puntos de 72 posibles en este curso (es decir, sólo ha sumado un 54 por ciento de los puntos por los que ha competido en esta Liga) son desconocidos a estas alturas, ya con 24 jornadas disputadas, en toda la era del técnico argentino, igual que la discusión que promueve en algunos sectores de la grada.
Ya es, por ejemplo, con aún 14 partidos por jugar, la temporada de Liga con más goles en contra de toda la era Simeone, con 34 tantos recibidos. La anterior referencia más alta en ese sentido fueron los 31 goles que encajó en 2012-13 en la Liga entera, con 38 jornadas jugadas. También esa es la marca más alta de derrotas en un curso liguero, con ocho. El Atlético ya ha sufrido siete, a solo una, cuando todavía le queda un tercio del campeonato.
Y la máxima reiterada de trabajar hoy por hoy no parece suficiente. Simeone insiste e insiste en los errores, en la corrección de cada fallo, en recomponer los mecanismos del equipo, ha fijado el sitio de cada defensa, el cómo y dónde despejar, el cómo y dónde presionar, la forma de salir en cada partido, la manera de abordar cada rival, pero sin efecto real aún en esta campaña, entre vaivenes que contribuyen a la actual indefinición.
"Me gustaría que, en algún momento, alguien vea cómo entrena este equipo, porque realmente es admirable ver cómo todos los compañeros se dejan todo en los entrenamientos para que se den los resultados. Después, que en los partidos no salgan las cosas duele. No conozco otro camino que seguir esforzándonos, trabajando y levantarnos de cada caída", expresó José María Giménez a los medios del club tras el 0-1 con el Levante.
Los números son una evidencia de todos los problemas que visibiliza el Atlético en cada partido, casi en cada lance, pero no se circunscriben exclusivamente a su defensa o su sistema defensivo. De los centros laterales, las jugadas de estrategia o la falta de contundencia dentro del área. Ahí ha estado -y quizás está- el foco principal, pero hay otros adyacentes, independientes y tan trascendentes que describen el fallo general del equipo y la falta de soluciones que acucia al cuerpo técnico, que también evidenció una nula reacción ante el Levante, un adversario que nada más -y nada menos- hizo lo que muchos otros han hecho en esta temporada.
El camino, quizá, lo enseñó el Milan, que desfiguró al Atlético en base a una presión alta que han extendido luego otros muchos rivales a los siguientes partidos, sin que el conjunto rojiblanco haya sabido aún contrarrestarla, ni mediante unas herramientas de salida de balón ni por las características de sus jugadores. La única solución ante el Levante fueron los pelotazos de Oblak a una pelea aérea y desigual de Cunha o Correa con la defensa contraria.
"Hemos hecho un planteamiento de partido que ha salido perfectamente. Hemos incomodado muchísimo al Atlético", dijo Alessio Lisci, el técnico del conjunto valenciano, que logró su segundo triunfo en las 24 jornadas de esta campaña que se agrandan a 32 duelos si se cuentan las últimas ocho de la pasada temporada liguera. No ganaba lejos de su estadio en el campeonato desde el pasado 10 de abril, cuando se impuso por 0-1 en Eibar.
Porque la derrota de este miércoles del Atlético tuvo mucho más de táctico que de otros valores. "Hemos intentado sorprenderle un poco. Nada más empezar he visto que podíamos hacer daño. Teníamos esa facilidad de apretar arriba, bien en los retornos, en las disputas, no sufríamos a la espalda. Me daba miedo la segunda jugada y los balones a la espalda. Cuando los he visto que los estábamos controlando muy bien con esta superioridad que teníamos por dentro, he visto que el planteamiento funcionaba bien", añadió Lisci.
En esos parámetros, tan similares en otros adversarios que han doblegado al Atlético, quedó desbordado el conjunto rojiblanco, que padeció otra tarde de frustración que no supo remediar ni desde el banquillo ni desde el terreno de juego ni desde el movimiento de piezas ni desde los cambios por una cuestión de fútbol, más que de actitud. Quizá también de ambición, con la incógnita de si fue por el propio plan diseñado por Simeone, aparentemente demasiado atrás, o por la forma con la que lo desactivó su rival.
También ha perdido el Atlético de Simeone una cualidad que pertenece a su esencia, tanto o más que la defensa, tanto o más que la pegada arriba, tanto o más que la solidez de siempre: la presión. El equipo rojiblanco ya no va a por el rival -no lo ha hecho en toda la campaña, al menos con la intensidad, el ímpetu y la clarividencia que lo hacía en el pasado- al campo contrario, donde mejor se desenvuelve. En 2019-20, cuando la Liga de Campeones también se complicó, su reacción vino por ahí. No es desconocido el momento. Sí la solución.
"La realidad es esta. Seguramente muchos pensarán que es imposible llegar a la Champions, yo digo que no, que es posible todavía, claro, y demostrarlo con hechos porque ya las palabras aburren", se rebela Simeone, cuyo equipo evidencia una indefinición impensable en toda la era del técnico argentino. No se sabe muy bien a lo que juega, con lo que eso supone en un conjunto dirigido por él, tan firme como lo era en el pasado sobre todo en eso, en tener muy claro qué pretendía y cómo pensaba conseguirlo.
"Tenemos claro a lo que jugamos, lo que nos pide el míster y eso lo ponemos en práctica. Luego hay un rival delante y a veces salen bien las cosas y otras mal", expone Marcos Llorente después de 33 encuentros oficiales ya en esta temporada, en los que Simeone ha circulado desde el 5-3-2 del que tanto rendimiento obtuvo -fue campeón de la Liga- el pasado ejercicio hasta el 4-4-2 por el que había apostado últimamente, en el que intuía que había encontrado "el plan" para revertir la actual depresión de su equipo.
"Seguir un plan es el mejor camino. Siempre uno habla de recuperar confianza, solidez, equilibrio, seguridad defensiva... ¿Y cómo la recuperas? Con confianza. Y la confianza se recupera a partir de seguir un plan y no cambiarlo", decía en la víspera, el pasado martes. "Al equipo, en la previa de los partidos, lo veo siempre con buena ilusión, entusiasmo, veníamos de una victoria difícil, muy complicada, y todos pensábamos que podía ser un salto para engancharnos a una oportunidad. No la supimos aprovechar otra vez y eso nos genera tener que hacer un esfuerzo doble, seguro", explicó Simeone, cuyo equipo está igual que el cuarto, con un partido más.
Son 31 alineaciones diferentes en los 33 partidos. Nada más repitió dos veces. Una en el recorrido de tres días entre la derrota por 0-1 con el Milan y la victoria por 1-4 en Cádiz, cuando alineó a Oblak; Llorente, Savic, Giménez, Hermoso, Carrasco; De Paul, Koke, Lemar; Griezmann y Suárez, y a finales de octubre y principios de noviembre ante el Betis, su encuentro más sobresaliente de la temporada (3-0), y el Valencia (3-3): Oblak; Trippier, Savic, Giménez, Hermoso, Carrasco; De Paul y Koke; Correa, Griezmann; y Luis Suárez.
Ha habido combinaciones de todo tipo en la defensa, en el centro del campo y en el ataque, planteamientos diversos y una caída colectiva e individual expresiva. No hay apenas ningún jugador de la actual plantilla que esté a su mejor nivel, ni siquiera a uno cercano al reconocible, con contadas excepciones, como puede ser el caso de Correa, el sostén ofensivo del Atlético en este momento crítico, o Carrasco, ahora de baja por la Covid-19.
Mucha insistencia en los entrenamientos, cambios de posiciones y nombres, sin encontrar lo que perseguía. "Esta temporada, yo como primer responsable, autocrítica absoluta, fui cambiando continuamente en busca de cosas mejores", asume Simeone.
Es un problema de fútbol en toda la dimensión del término, de los recursos que se necesitan para ganar en una competición tan exigente como LaLiga Santander, de la que comprobó que nadie está a salvo de la caída, tal y como ha sido el desplome del equipo, el actual campeón de la Liga, desde el pasado octubre, desde que, precisamente, se sintió que por fin había encontrado su nivel, cuando derribó por 2-0 al Barcelona de Koeman.
Ese sí fue un punto de inflexión. A aquel momento llegó con cinco victorias, tres empates y una sola derrota. Desde entonces, la caída ha sido irrefrenable en LaLiga Santander (seis triunfos, cuatro empates y seis derrotas para sumar 22 de los 45 puntos en juego, ni siquiera la mitad), pero también en la Copa del Rey y en la Supercopa de España, con la única excepción de la Liga de Campeones, salvada a última hora con un triunfo en Oporto.
"Tenemos que buscar en nosotros mismos, todos, cuerpo técnico y equipo, sacar esto adelante con humildad, tranquilidad y aceptando esta realidad que nos toca vivir ahora", proclamó Simeone. El siguiente desafío será El Sadar y Osasuna. El Atlético no ha ganado ninguno de sus últimos siete duelos fuera del Metropolitano. Es más, apenas ha logrado un empate (2-2 en Villarreal) -ha perdido los otros seis choques- en esa secuencia de salidas desde que ganó en Do Dragao el pasado 5 de diciembre.
Aquella victoria en Portugal por 1-3, tan incalculable en el marcador como dudosa en el juego, es una de los catorce triunfos que ha conseguido el Atlético ya sea en casa o fuera en sus 33 partidos oficiales hasta ahora en este ejercicio (los triunfos suponen sólo un 42 por ciento) por las doce derrotas que ha cedido (un 36 por ciento de sus encuentros); una cantidad impactante e inigualable en la era Simeone.
Jamás perdió tanto como ya lo ha hecho esta temporada. Ni siquiera en su peor campaña en ese sentido, cuando las derrotas representaron un 19 por ciento de sus marcadores tantos en 2012-13 como en 2014-15, con 11 de 56 choques en ambos casos. Ahora son doce de 33. Una crisis irrebatible.