Hay jugadores que son puro músculo, otros son puro talento, y luego están los que son puro compromiso. Diego Villares pertenece a esta última estirpe, la de los futbolistas que nunca fallan, que emergen cuando el equipo más los necesita, que son pegamento. En un partido encaminado hacia una victoria contra el colista, el Dépor se vio contra las cuerdas con la expulsión de Ximo Navarro en el minuto 7. Y ahí, en medio de la tormenta, apareció Villares.
Óscar Gilsanz no quiso prescindir de su capitán. Pese a que arrastraba molestias y había dosificado esfuerzos durante la semana, el betanceiro lo forzó para ser titular. La baja del vilalbés se notó en Castalia en un partido de ida y vuelta donde su despliegue habría sido oro. Esta vez, el Dépor no podía permitirse ese lujo. Y acertó.
La jerarquía de Villares es incuestionable, pero esta vez su polivalencia adquirió un nuevo matiz. Es la navaja suiza del Dépor, capaz de adaptarse a cualquier circunstancia con una solvencia inusual. Con uno menos, Gilsanz no dudó en recolocarlo en el lateral izquierdo para tapar la fuga provocada por la expulsión. Un nuevo desafío para un futbolista acostumbrado a reinventarse.
Villares ya había jugado como lateral derecho, pivote, interior, extremo e incluso delantero. El multiusos blanquiazul sumó una muesca más a su repertorio: lateral izquierdo. Y no solo cumplió, sino que brilló. En salida de balón fue un desahogo pese a jugar a pie cambiado y en defensa mostró su habitual inteligencia para corregir, hacer coberturas y frenar las acometidas de los rivales.
Su actuación no pasó desapercibida para Gilsanz, quien ensalzó el valor añadido que aporta el todocampista: “Uno de los valores de los futbolistas es tener la capacidad para adaptarse a las necesidades del equipo y no tener que gastar un cambio. Villares permite esa posibilidad e incluso haciendo un muy buen partido y un gol. Se vació y lo hizo en una posición en la que no está adaptado”.
Y lo mejor estaba por llegar. En la segunda parte su impacto fue en aumento. Recibió una amarilla en el 53 por una entrada a Aguirregabiria y, lejos de replegarse, dio un paso adelante. Empezó a robar más arriba, a asociarse con mayor frecuencia y a aparecer en posiciones ofensivas. Y, por si no había hecho bastante, Villares se vistió de goleador. Inició una jugada, combinó con Mario Soriano, siguió su carrera, leyó a la perfección el pase filtrado del mediapunta y definió con clase, de primeras y a bote pronto. Un gol nacido de su conexión con Mario: “Ya hubo dos jugadas antes que había intentado el mismo desmarque. Cuando vi que controlaba Mario, son muchos años jugando con él, y confiaba en que me diera el pase para poder marcar”, comentó.
Con la entrada de Mella, y la posterior salida del campo de Petxarroman, Villares cambió de banda y su influencia se redujo. El partido se volvió aún más caótico, con un tanto del Cartagena y el empate posterior del Dépor, pero Villares siguió cumpliendo con su rol camaleónico. En la última jugada, Nacho reclamó penalti en un forcejeo con él, pero el vilalbés manejó la situación con oficio, sin dar margen al árbitro para señalar la pena máxima.
Villares, tras el choque, no dio importancia a su polivalencia y ratificó que se trata de una virtud que no es más que una extensión de su compromiso. “Pienso en ayudar al equipo y hacerlo lo mejor posible”, afirmó Villares, que dijo estar “acostumbrado” a desempeñar diferentes roles: “Estoy dispuesto a ayudar donde haga falta”.
Más allá del esfuerzo, Villares se quedó con la sensación de que el punto no fue suficiente: “Nos quedamos un poco fríos. Pero hay que valorar el trabajo del equipo tras 90 minutos con uno menos. Tuvimos algunos errores que nos condenaron, pero no se puede reprochar nada”, apuntó el capitán, que admitió que el “buen trabajo” de los servicios médicos le permitió llegar a tiempo al partido.
De llegar justo físicamente a rendir a un nivel sobresaliente en una posición incómoda, de sostener al equipo en inferioridad a convertirse en goleador cuando el Dépor lo necesitaba. Villares es el bombero que apaga incendios, el comodín que siempre funciona, la solución a cualquier problema. La herramienta perfecta para cualquier entrenador, el futbolista que nunca se esconde. Villares, “donde haga falta”.