(Transcripción de Armando Palleiro)
Sigo al Deportivo desde muy pequeña, desde que tengo uso de razón, tuve el modelo a seguir en casa porque mi padre y mi hermano mayor han estado muy unidos al equipo de la ciudad. Siempre me gustó el club y formó parte de mi vida. Creo que en mi familia todos somos cien por ciento deportivistas.
El primer partido al que asistí en el estadio de Riazor fue en un Teresa Herrera, en la grada de Especial Niños; fui con mi hermano Damián y con una prima que se llama María. Tenía muchas ganas de ver un partido en directo y allí me fui, con cinco o seis años. No me acuerdo exactamente quién jugaba pero en mi subconsciente sí que permaneció ese recuerdo de buenas sensaciones.
Por edad me tocó vivir la explosión del Deportivo muy joven, en el penalti de Djukic vi a mi hermano hecho polvo pero también pude experimentar momentos de éxito inolvidables como la conquista de la Liga, de las copas del Rey, las supercopas, las noches de Champions... creo que tuve mucha suerte porque disfruté de muchos instantes gloriosos de la historia del Deportivo.
Si tuviera que escoger uno tal vez me quedase con el Centenariazo porque no éramos los favoritos; además, en la primera Copa del Rey todavía era muy pequeña y no pude desplazarme a Madrid. Recuerdo como algo más especial la final de 2002.
Los viajes que he realizado con el club también merecen ser mencionados por todo lo que me han aportado.
Pude vivir el gol de Lopo en directo en el nuevo San Mamés cuando toda la grada visitante estaba prácticamente llorando por estar muy cerca del descenso. La afición revivió de una manera extraordinaria y ese sentimiento de rabia nos llevó a lograr la permanencia a final de curso.
Me gustaría también recordar el ascenso de la temporada 2011-12 porque teníamos una plantilla impresionante y desarrollamos un gran fútbol, con muy buenos resultados.
En el plano negativo me dolió mucho el primer descenso con el Valencia en la campaña 2010-11, fue un auténtico drama en Riazor, lo pasé francamente mal. También el playoff en la noche de San Juan contra el Mallorca, cuando teníamos todo a favor para subir de categoría. El día del Albacete también resultó muy triste porque nos acompañaban varios niños que sufrieron mucho y acabaron entre lágrimas.
Como parte de la afición deportivista no me conformé nunca con asistir a los partidos que se celebran en Riazor e hice muchos kilómetros para estar con el equipo también a domicilio.
Visitamos ciudades como Bilbao, Oviedo, Miranda de Ebro, Eibar, Vitoria... pero lo cierto es que en contadas ocasiones pudimos festejar una victoria fuera de casa.
En mis momentos de ocio me encanta conocer grandes ciudades como Nueva York o Milán, donde por supuesto que posé con la camiseta del Dépor. Allá adonde voy, allá va el Deportivo conmigo. En Milán una chica italiana reconoció el equipo y me dijo que daba gusto ver los partidos de nuestro club porque jugaba muy bien al fútbol.
Para mí el sentimiento deportivista es algo muy familiar, de amigos, mucho más que simplemente fútbol. A mi entrenador del gimnasio, que no le gusta demasiado el fútbol, le explico que yo soy del Deportivo, no tanto de este deporte. Me encanta ver a mis amigos con regularidad, tomarme unas cervezas con ellos, compartir momentos sin ceñirme a lo que solamente pasa sobre el césped.
El pasado ejercicio celebré el ascenso por todo lo alto, pudiendo sacarme la espinita de ver a los más ‘peques’ felices después de la tristeza del día del playoff del Albacete. Lo vivimos a tope, hacer a los más jóvenes partícipes de nuestro júbilo fue indescriptible.
Esta temporada estamos teniendo nuestros altibajos, me alegro muchísimo por canteranos como Mella o Yeremay, que están demostrando que son buenísimos, pero me apena que otros chicos de Abegondo vean su camino al primer equipo cortado por los nuevos fichajes. Ojalá podemos llegar al playoff.