(Transcripción de Armando Palleiro)
Comencé a ir al Deportivo cuando tenía tres o cuatro añitos, me llevaba al estadio mi madre, mi abuelo y mi tío Carlos Souto; ellos fueron los que me inculcaron el sentimiento por el club a finales de los años ochenta.
No recuerdo exactamente cuál fue mi primer partido porque pasó mucho tiempo; asimismo, del ascenso ante el Murcia tengo un recuerdo vago porque era un crío.
Empiezo a tener conciencia de deportivismo en duelos como el de la Liga que no pudimos ganar en 1994 con el penalti que falló Djukic, ese sí que lo tengo en mi mente también por cómo sucedió todo.
Esa tarde-noche contra el Valencia salí llorando de Riazor, tenía diez años y ya era consciente de lo que había sucedido y de la oportunidad que habíamos dejado pasar. Recuerdo que un señor por la calle me paró y me dijo: “Neniño, no llores, que solo es un partido de fútbol” y a mí me dio mucha vergüenza y repliqué que “es que me entró algo en un ojo”.
En la actualidad ya llevo más de treinta años de socio del equipo, es verdad que me ha tocado vivir la mejor época del club pero también la peor.
En el plano positivo siempre es complicado quedarse con un solo momento bueno del Deportivo porque tienes muchos títulos, la Liga, las copas, los ascensos. El último que logramos el año pasado resultó muy emotivo porque estás deseando salir de una Liga como la Primera RFEF, que es la que es. Si tuviera que subrayar un instante de gloria sin duda sería la conquista de la Liga en la temporada 99-00. Solo nueve clubes en el panorama nacional lo lograron, lo disfruté mucho porque tenía quince años.
En relación a las malas sensaciones en todos estos años, me dejó muy mal sabor de boca el no ascenso de Son Moix en la final de la promoción contra el Mallorca.
Viajé con mucha ilusión a ese partido porque todo indicaba que estábamos muy cerca del ansiado ascenso a Primera pero todo se torció de una manera inesperada. Lo teníamos medio hecho y dejé de lado compromisos personales en una noche como la de San Juan porque quería estar presente en una cita importante para el Deportivo. Fue muy doloroso, así como también fueron todos los descensos experimentados; por paradójico que parezca el que menos padecí fue el último a Segunda B porque esa temporada todo nos salió horrible y la verdad es que se veía venir.
El primero con Lotina lo sufrí y mucho, me quedé solo en el estadio muy triste y la verdad es que se convirtió en una especie de imagen icónica por la que me recuerda mucha gente.
En todos estos años siguiendo al Dépor me cuesta mucho esfuerzo destacar a un solo futbolista pero creo que el mejor ha sido Juan Carlos Valerón, me hacía mucha ilusión cuando lo veía sobre el césped por su magia. Djalminha tenía calidad y Tristán o Fran eran unos fueras de serie pero creo que el ‘Flaco’ lo hacía todo muy fácil y resolvía los partidos con su talento, solo con un pase, todo con dulzura, como Zidane, era muy estético.
Hice muchos viajes con el Dépor y en especial me gustó el del nuevo San Mamés con el gol de Lopo que significó el camino hacia la salvación que culminaríamos en el Camp Nou. Era clave puntuar y lo celebramos al máximo. Nos volcamos “los mil de Bilbao”.
También he estado en otros campos de la geografía nacional, también en la categoría de bronce, pero no fueron tan especiales.
Debido al Deportivo y a la peña de A Gaiteira conocí a innumerables personas, me empapo de deportivismo en cada partido y desplazamiento... Creo que la mitad de mi agenda es gracias al Deportivo.
En la presente temporada nuestro equipo estaba marcado por el ascenso que conseguimos el pasado curso. Cuando cambias de categoría es normal que se noten relativas carencias y el nivel de la competición es cada vez superior.
Creo que hay jugadores que hoy en día no están aportando lo que deberían; dentro de lo complicada que es la Segunda División considero que nuestra meta es lograr una salvación sin apuros.
Es cierto que para poder aspirar a algo más hay que hacer limpieza y quedarse con lo bueno del vestuario. Para subir de Segunda a Primera es necesario un plus. Ahora mismo debemos pensar en la permanencia, sentando las bases para que en dos o tres añitos podamos dar el salto de calidad definitivo.