Aunque ahora ya peinan canas, varias generaciones de deportivistas crecieron en la grada de Especial Niños, que tuvo dos ubicaciones dentro del coliseo de Riazor desde los años setenta. Primero, en la parte final de la herradura de Tribuna Inferior y, posteriormente, para la disputa del Mundial’82, en un pequeño graderío anexo a la citada localidad.
Conscientes de los numerosos cambios que ha experimentado el fútbol a todos los niveles, varios hinchas herculinos activan el ‘modo nostalgia’ para rememorar sus vivencias en la zona más joven del municipal de Riazor a lo largo de las décadas de los setenta, ochenta e inicios de los noventa —desapareció en la campaña 95-96— con las obras que cimentaron la actual ‘bombonera’ blanquiazul.
Iban al fútbol solos con menos de diez años de edad, algo casi impensable en la actualidad.
Una experiencia que curte, con la que han madurado de manera prematura como deportivistas y que les ha permitido formar parte de un colectivo que se granjeó el cariño de toda una afición como la herculina.
Carlos Sánchez, vecino del barrio de O Ventorrillo y socio impenitente del Deportivo, narra para este diario sus peripecias desde mediados de los años setenta para seguir al club de sus amores.
“Eramos uns rapaces e lembro que había unhas árbores a carón da grada de Tribuna; nos gustaba moito saltar desde eles e entrar ao fútbol aínda que tivéramos entrada. O Deportivo estaba en Terceira e non había tanto control como agora nin de lonxe”, explica.
“A nosa forma de lecer era esta, se non ías ao Depor pois collías a cana de pescar ou ías á praia a saltar ondas, eran outros tempos e tampouco había moita cousa máis que facer para nós que eramos nenos”, ironiza.
Pese a que ya han pasado unos cincuenta años desde que acudía al graderío de Especial Niños, Carlos recuerda con suma frescura en su subconsciente los instantes de plena felicidad vividos en el coliseo blanquiazul.
“Lembro que ía sempre co meu irmán e xogadores como Pancho García ou Alfonso Castro viñeron a adicarnos goles aos rapaces, era inesquecible porque nos facía moita ilusión, que se lembraran de nós facíamos sentir importantes”, reflexiona en voz alta.
Carlos Sánchez: “Facíanos moita ilusión que Pancho García ou Castro nos adicasen goles
“Estabamos xusto ao final da ferradura que formaba o campo antiguamente, mirabamos o fútbol de lado e por iso se lle chamaba tamén a grada dos exipcios. Moi cómodo non era, a verdade, pero había moitos nenos e o pasábamos bomba. Xa choveu desde aqueles tempos pero gardo unha lembranza moi feliz”, subraya.
Javier Sánchez, hermano del anterior seguidor deportivista, también se emociona al recapitular acerca de los momentos pasados en el municipal blanquiazul desde su más tierna infancia.
“Creo que en general los chavales de aquel entonces y de aquella grada éramos bastante educados pero en algún momento de tensión se te podía escapar algún insulto; no íbamos nunca con nuestros padres sino con hermanos o amigos. El ambiente era muy bueno en esta grada y animábamos todo lo que podíamos porque el Deportivo estaba en uno de sus peores momentos, incluso en Tercera División”, indica.
Javier Sánchez: “No íbamos nunca al fútbol con los padres, sino con hermanos o amigos
Aunque el vestuario herculino no rezumaba glamur en absoluto, la afición sí que se veía identificada con determinados jugadores debido a su entrega o carácter en el campo.
“Conocí a muchos jugadores muy queridos por el deportivismo como Beci, Seoane, Ballesta, Alfonso Castro, Piño o Pepe Vales después de haberlos visto sobre el césped de Riazor y fue todo un placer contarles nuestras aventuras como seguidores desde críos”, señala este hincha blanquiazul.
El escaso ‘sentidiño’ que imperaba en Especial Niños guiaba a sus inquilinos habituales a protagonizar alguna que otra gamberrada.
“Nos gustaba colarnos en Riazor, aunque éramos socios, pero era como una aventura más que contar y recordar. Nos hacía gracia. Eso sí, teníamos que estar muy alerta de un señor empleado del club que tenía un bastón con el que nos amenazaba”, bromea.
“El ambiente antes era completamente distinto al de ahora, el Deportivo tenía lo que tenía y me acuerdo que a veces se le llamaba a Riazor el estadio de los infartos, porque los partidos nunca se definían hasta los últimos minutos, no había otra cosa”, finalizó.
Antonio Rama, un deportivista de honda pegada en la masa social del Deportivo, rememora sus vivencias infantiles siguiendo al club herculino.
“Nosotros éramos terribles pero el ambiente en la grada de Especial Niños era precioso; la verdad es que no teníamos un duro y hacíamos cualquier cosa por ver los partidos del Deportivo. Nos colábamos con colectivos que iban invitados por la directiva del equipo como un auspicio de niños que iba habitualmente, con militares o incluso en medio del personal de Cruz Roja”, indica.
Antonio Rama: “Nosotros éramos terribles pero el ambiente en esta grada era precioso
“Para nosotros era muy emocionante porque veíamos todos o casi todos los partidos del Depor gratis y el momento de colarnos era especial”, añade Rama.
“La entrada en aquellos tiempos costaba 25 pesetas o incluso menos, a veces íbamos al campo ya por la mañana y esperábamos muchas veces hasta la hora del partido, que era después de comer, era lo que había en estos tiempos. Lo pasábamos fenomenal todos los que íbamos desde el barrio de Santa Margarita.
Cuando no podíamos acceder al campo pues escuchabas desde casa los goles y ya sabías cómo había quedado el partido”, añade.
El exdirectivo de la Federación de Peñas del Deportivo tira de memoria para reeditar sus sensaciones en Especial Niños.
“Con el paso de los años fui a varias gradas más de Riazor porque fui socio casi toda mi vida pero lo cierto es que los recuerdos de aquella zona son y seguirán siendo muy especiales para mí”, concluye.
Manuel Tato, fundador del foro de aficionados blanquiazules en Internet “Deportivistas 100%” —con más de 10.000 miembros—, comenzó a seguir al Deportivo justo después de la celebración del Mundial en A Coruña, concretamente en la temporada 82-83.
“Personalmente arrastraba un obstáculo añadido porque a mi padre no le gustaba en absoluto el fútbol y entonces empecé a ir a la grada de Especial Niños solo, la entrada me acuerdo que costaba 50 pesetas y todavía me acuerdo de la alineación tipo de aquellos tiempos: Jorge, Carreras, Ballesta, Silvi, Peralta, Moreno, José Luis, Agulló, Vicente, Traba y Pancho García”, recita orgulloso este incondicional herculino para dxt.
Retrocediendo varias décadas, el seguidor del Dépor detalla sus sensaciones en la nueva zona infantil del estadio de Riazor de principios de los años ochenta.
“Desde nuestra grada se le tiraban pipas y agua a los rivales porque salían por la parte de abajo; me acuerdo de que llenábamos las bolsas de los barquillos de agua en los baños y hacíamos este tipo de travesuras. No todos éramos gamberros, creo que en general siempre había respeto aunque a veces los nervios jugaban malas pasadas a los más pequeños”, expone.
“Cuando el resultado era adverso los chavales se revolucionaban bastante y había mucho cabreo, recuerdo que el Dépor nos daba tardes de muchos enfados pero era lo que tocaba”, prosigue.
Las condiciones para seguir los encuentros del Deportivo no eran las mejores para las jóvenes generaciones de los años ochenta.
“Estábamos en el campo a la intemperie, era una grada sin cubierta y más de una y dos mojaduras hemos cogido en Riazor viendo al Depor. Los de Tribuna miraban para nosotros con caras tristes cuando llovía mucho porque se daban cuenta de lo mucho que nos mojábamos incluso con paraguas, les dábamos pena.
Manuel Tato: “Estábamos en el campo a la intemperie, les dábamos pena a los de Tribuna
El club no cuidaba mucho a los niños, aunque también es cierto que hacíamos todo lo posible por colarnos a otras gradas cuando llovía mucho y tampoco le dábamos explicaciones a nadie, era una cuestión de supervivencia”, bromea.
Ni los inconvenientes ni los malos resultados arredraban a los jóvenes deportivistas de su equipo del alma.
“Me acuerdo que lloré mucho el día del Rayo Vallecano en el primer año que fui a Riazor, fue un palo muy duro pero nos sirvió para curtirnos de lo que vendría en años posteriores, si bien las alegrías que experimentamos posteriormente fueron mucho mayores”, subrayó, al tiempo que también realiza algún acto de arrepentimiento.
“Los niños ya éramos crueles entonces, recuerdo un niño con una camiseta del Celta salir llorando de Riazor en un derbi por nuestras burlas, eso no estaba bien”, confiesa.
Inés Santaballa, seguidora deportivista de Viveiro, desgrana sus primeras sensaciones en el estadio de Riazor, siempre ligadas al sector de Especial Niños, adonde acudía inicialmente en solitario.
“Mi madre me acompañaba hasta la puerta y me recogía al final de los partidos, iba sola y nunca tuve problema alguno. Era un ambiente muy sano y yo venía desde Viveiro muy ilusionada por poder estar en los partidos del Deportivo”, dijo.
Inés Santaballa: “Mi madre me acompañaba hasta la puerta y me recogía tras el partido
“Recuerdo que mi primer encuentro del Dépor fue ante el Valencia en la temporada 92-93, un 0-0 que por desgracia fue premonitorio del empate del penalti de Djukic una temporada después”, expuso.
“Creo que el precio de la entrada era de 500 pesetas o menos, había siempre un gran ambiente y todos los niños estábamos esperando a que desde General se cantase ‘hola, especial niños’ para responderles”, recuerda.