El Riazorazo, cuando la gesta es de otro
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El Riazorazo, cuando la gesta es de otro

El Riazorazo, cuando la gesta es de otro
Villares, Álvaro Rey y Antoñito lamentan la derrota ante el Albacete en la final del playoff de ascenso de 2022 en Riazor | Foto: Quintana

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Riazorazo. Es la palabra adoptada por la afición del Albacete para denominar uno de los días más tristes de la historia reciente del deportivismo. Después de años dorados donde el club blanquiazul era el protagonista de las gestas y el generador de términos con el sufijo ‘azo’ para rememorar épicas victorias como el Centenariazo, el destino le tenía preparada una broma pesada cargada de ironía. En Riazor, con el empate como resultado válido para lograr escapar del barro y ascender a Segunda División, la proeza esta vez fue protagonizada por otro. Por un Albacete dirigido por un coruñés y deportivista como Rubén de la Barrera. El Deportivo ya había experimentado los años anteriores una preocupante caída, pero al menos no había sufrido en sus carnes el dolor de perder en casa, con su gente, uno de esos partidos cuya importancia es tal que invita a usar esa norma no escrita de añadir el dichoso aumentativo. Hasta el 11 de junio de 2022


Aquel sábado, A Coruña se despertó exhibiendo sus mejores galas. El Dépor estaba a tan solo un partido de regresar al fútbol profesional. El playoff a partido único se disputó en Riazor y al equipo entrenado por Borja Jiménez le valía el empate en caso de que la eliminatoria definitiva ante el Albacete llegase igualada al término de la prórroga. La afición blanquiazul protagonizó un recibimiento espectacular a su equipo en los aledaños del estadio y Riazor, a pesar de ser a efectos técnicos un campo neutral, fue una olla a presión. “Prohibíronnos soñar e decidimos soñar máis forte”, decía la pancarta de los Riazor Blues. No se podía escapar.

 

Gol de Soriano, más cerca del sueño

El sueño se hizo más real, casi palpable, cuando Mario Soriano hizo el 1-0 en el minuto 25. Juergen Elitim se puso en modo golfista y creó un pase milimétrico, como si de un putt se tratase. Con la fuerza justa, preciso y con el efecto adecuado para que el balón se fuese frenando poco a poco para la carrera de Soriano, que definió con la misma delicadeza con una vaselina. El Dépor, que había arrollado al Linares en la ronda anterior (4-0), ya tenía incluso un gol de margen, un colchón más grande para continuar con los dulces sueños.

 

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La celebración del 1-0 de Mario Soriano | Foto: Javier Alborés


El equipo coruñés llegó al minuto 80 con el 1-0 en el marcador, aunque las fuerzas inciales se habían esfumado. Soriano había dejado su lugar en el campo a Rafa de Vicente en el minuto 68 y en el 81 se produjo la doble sustitución que hizo arquear una ceja a los 27.215 espectadores. Borja Jiménez dio entrada a William de Camargo y Álvaro Rey por Juergen Elitim y Alberto Quiles, quizá los dos futbolistas más determinantes en la temporada. El Dépor se iba a jugar los minutos más importantes del curso sin ellos. Spoiler: no salió bien. Aunque esta decisión tenía una razón, que el deportivismo no supo hasta las declaraciones posteriores al partido.

 

Covid, factor inesperado

Borja Jiménez, que visitó Riazor este verano con el Leganés, recordó el motivo del cambio a este diario en una entrevista el pasado agosto. “Tuvimos muy mala suerte durante la semana. Tuvimos Covid y no tuvimos casi la oportunidad de entrenar. En el descanso, ya lo he contado más veces, tres jugadores me pidieron el cambio porque no podían más. Te quedas con la sensación de que no pudimos hacer muchas más cosas porque teníamos muchos futbolistas enfermos”, admitió el técnico, que se pregunta en más de una ocasión “qué hubiera pasado” con “Quiles bien, con Juergen bien, con Mario bien, con Villares sin un esguince de grado 2...”. 

 

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Quiles fue uno de los afectados por Covid, como reconoció posteriormente Borja Jiménez | Foto: Quintana


El inoportuno virus jugó su papel de forma inesperada. Una semana antes, habría sido imposible predecir ese factor en el desenlace final. En cambio, la remontada del Albacete se produjo de la manera más temida y esperada por la afición del Dépor, harta de los problemas de su equipo en los centros laterales durante esa campaña. Era el minuto 82, inmediatamente después de la salida de Quiles y Juergen, y una falta lateral botada desde la banda derecha fue cabeceada por Alberto Jiménez a la red. Adrián Lapeña perdió la marca del actual futbolista del Castellón y en sólo unos segundos cambió totalmente el panorama. El Dépor pasó de tener ventaja y a sus mejores jugadores en el campo a ver como el 1-1 le dirigía hacia una posible prórroga con el equipo en clara cuesta abajo tanto fútbolística como física.

 

El silencio en Riazor

El pánico ya se había instalado en las gradas y también en buena parte del césped de Riazor, pero el Dépor llegó a estar a siete minutos, más el descuento, del ascenso a Segunda División. Pero todo saltó por los aires en el 113 con otro centro lateral, la criptonita de ese equipo. Sergi García puso un centro al área sin ni siquiera levantar la cabeza y Jordi Sánchez se coló entre Borja Granero y Lapeña para conectar el cabezazo que silenció a la afición deportivista. “Llevaba casi toda la prórroga pidiendo a Sergi que la pusiera, yo tenía muy claro que iba a entrar a rematar con todo. Es un gol histórico. Ese momento fue increíble, con ese silencio. Fue como si un concierto se apagara”, recordó esta semana el propio Jordi Sánchez a Cadena Ser Albacete.

 

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La tristeza de Álex Bergantiños contrasta con la alegría del Albacete | Foto: Quintana


Quedaban todavía algo más de siete minutos para reaccionar, aunque las circunstancias y las decisiones de Borja Jiménez provocaron que el Deportivo tuviera que jugar los minutos más importantes de su historia reciente y buena parte de su viabilidad como club con jugadores sobre el campo como Borja Granero, Diego Aguirre, Álvaro Rey o Rafa de Vicente, que no superaban los 1.000 minutos en Liga. Aun así, el destino quiso añadir un nuevo tirabuzón de crueldad para el deportivismo con un remate de Lapeña en el tiempo de descuento, que emuló al cabezazo que Pablo Marí que estuvo a punto de suponer el ascenso a Primera División en Mallorca.

 

Rubén de la Barrera, verdugo en su casa

El balón salió rozando el poste y el sueño finalmente se convirtió en pesadilla para la afición blanquiazul. Sin todavía saberlo, el coruñés Rubén de la Barrera había provocado que su casa, su estadio, donde había dirigido al Dépor la temporada anterior, pusiese nombre a la gesta del Albacete. La última vuelta de tuerca del Riazorazo.  

 

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Rubén de la Barrera, entonces entrenador del Albacete, junto a Borja Jiménez (i), que era el míster del Deportivo | Foto: Javier Alborés


“Esto es mi casa. Siento algo que no puedo explicar: felicidad inmensa por mi familia de Albacete y tristeza enorme por mi familia de A Coruña”, declaró al término del encuentro Rubén de la Barrera, quien añadió: “El primero que está francamente jodido soy yo, pero también mentiría si no dijera que estoy feliz. Como coruñés y como deportivista, lo siento en el alma. Ojalá el Dépor el año que viene pueda volver a donde tiene que volver mínimo”. A pesar del deseo de Rubén de la Barrera en una rueda de prensa atípica en la que primó el respeto por el rival por encima de su propia felicidad, el Deportivo no fue capaz de cerrar al curso siguiente la tremenda herida abierta en aquel 11 de junio de 2022.

 

Las consecuencias

De hecho, las secuelas del Riazorazo influyeron en buena medida en la temporada posterior. Sin ir más lejos, Juergen dio el salto a Segunda con el Racing de Santander, club que protagonizó una rivalidad con el Dépor en la 2021-22, y sobre todo la figura de Borja Jiménez quedó marcada. “El no conseguir el ascenso en un club con la exigencia del Dépor te deja marcado para la siguiente campaña, no tengo ninguna duda. De hecho, creo que un poco el sentir, no sé si general pero sí de mucha gente, era que no iba a continuar”, reconoció Borja Jiménez a este diario el pasado agosto


Sin embargo, el técnico de Ávila comenzó la campaña siguiente y tras siete jornadas fue destituido. Otro posible daño colateral de una de las derrotas más dolorosas de la historia reciente del Deportivo. Un capítulo desolador en una etapa negra fuera del fútbol profesional que, contra todo pronóstico, despertó y fortaleció el sentimiento de pertenencia de una generación de jóvenes que aprendió a querer y a seguir a su equipo, aunque las gestas y los ‘azos’ ya no fueran propios, sino ajenos.

El Riazorazo, cuando la gesta es de otro

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