El Deportivo siente la presión del escudo y de Riazor, de ese campo que debiera ser territorio inexpuganable, un fortín, una pesadillla para los rivales y que, sin embargo, se ha convertido en una losa para su inquilino a pesar de que tiene todo a su favor: las condiciones del césped y, sobre todo, el ambiente en la grada. Al final, es un campo que genera ilusión para quienes lo pisan como visitantes y en donde los locales juegan con más corazón que cabeza.
Lo que le está pasando al Deportivo va más allá de una cuestión futbolística, es también mental y anímica. Riazor está en pendiente, cuesta arriba, desde que el Deportivo perdió la final del playoff de ascenso con el Albacete de Rubén de la Barrera, un partido en el que le valía el empate, que dominaba cuando quedaban menos de diez minutos para el final del tiempo reglamentario y que tenía igualado hasta que entró en el último tramo de la prórroga.
Eso afecta a una parte de la plantilla, a aquellos que estaban la temporada pasada y que continúan a las órdenes de Borja Jiménez. Quedaron marcados por ese episodio traumático. A otros, en cambio, les pesa lo que significa el Deportivo, el escudo. Lo analizó el jugador más curtido en deportivismo que hay en la plantilla, el capitán, Álex Bergantiños.
“Venimos de perder el playoff de ascenso en el último partido. Hay gente nueva que se está adaptando todavía a lo que supone jugar en el Deportivo. No sé si está pesando o no. Tenemos que mejorar el nivel colectiva e individualmente. Muchos jugadores no estamos dando el nivel que tenemos. Tenemos que asumirlo, corregir y mejorar individual y colectivamente para dar mucho más”, comentó Bergantiños tras la dolorosa derrota con el San Fernando.
Los problemas ya se percibieron en el debut como local esta temporada. La Balompédica Linense puso contra las cuerdas a los deportivistas. Hubo remontada (2-1) gracias a un doblete de Mario Soriano en la segunda parte para darle la vuelta al de Delmonte y sumar los tres primeros puntos de la temporada. Las malas sensaciones se confirmaron después ante el Pontevedra con un empate (1-1) en otro partido en el que los deportivistas fueron a remolque en el marcador desde que Brais Abelenda adelantó a los granates a los 56 minutos hasta que Soriano neutralizó el marcador en los instantes finales.
La segunda victoria llegó ante el Talavera de la Reina (3-2), un equipo confeccionado, inicialmente, para Segunda Federación. Otra vez apurada y con sufrimiento. Villares y Rubén Díez pusieron al Depor con dos goles de ventaja a diez minutos para el descanso, pero entonces todo cambió. Rodri metió en el partido a los toledanos, Rabanillo anotó en propia puerta el tercero y Rodri volvió a comprometer a los coruñeses.
La amenaza del Talavera se convirtió en real con la visita del San Fernando a Riazor. Un gol difícilmente explicable en fútbol profesional. Empezó con una falta escorada a favor del Deportivo que colgó Narro y que, tras el despeje de la cobertura, finalizó con un disparo de Villares desviadísimo. Sacó el portero de puerta, cinco deportivistas contra dos del San Fernando en campo propio, Narro la gana de cabeza pero va al medio, ahí la coge Del Campo ante Lapeña y después Gabri Martínez ridiculiza a Jaime Sánchez y bate con facilidad a Ian Mackay, al que se le cuela el balón entre las piernas.
En cuatro partidos en Riazor desde el golpe del Albacete, el Deportivo sumó siete puntos de doce posibles y encajó cinco goles. La temporada pasada, en los primeros seis partidos en Riazor solo había encajado un gol, el de la SD Logroñés. De esos 18 puntos amarró 16. El balance global fue de 14 victorias, 3 empates y 5 derrotas incluyendo el playoff.