“Era de una generación que recogió una España destruida por la guerra, en la que el objetivo era sobrevivir”, comienza la carta con la que la familia Iglesias Vázquez agradece las muestras de afecto recibidas tras el fallecimiento de Arsenio.
“Era frugal. Muchos interpretaban por ello –nosotros mismos cuando éramos jóvenes– que se trataba de un hombre un tanto tacaño. Ahora sé que no lo entendíamos. Simplemente lo que ocurría es que despreciaba lo material. Para ser feliz, no necesitaba vestir a la última, conducir un coche de alta gama, ir de vacaciones a lugares exóticos o cenar en restaurantes con estrella Michelin. Para él, el único valor del dinero residía en que pudiésemos tener la mejor educación posible y en que ni uno solo de sus familiares o amigos pasasen necesidades. Su felicidad máxima era estar con los suyos. Sus vacaciones perfectas consistían en algo tan común –y la vez tan extraordinario– como bañarse en Barrañán las mañanas de verano y después echar la siesta en su cama”, dice uno de los párrafos más bonitos.
Tras agradecimientos varios, la extensa carta explica el ‘guiño del Cielo’ que se produjo durante los minutos en los que Arsenio estaba siendo enterrado en Arteixo.
“Como colofón sucedió algo propio de un guion de cine, como aquel incendio que quemó el meigallo. Llegamos al cementerio de Arteixo con día despejado y, en el momento de abrir el nicho, comenzó a caer un auténtico diluvio, que continuó con una intensidad brutal hasta el momento en que se cerró. En ese instante salió el sol… Hubo quien dijo que eran lágrimas de San Pedro, pero los deportivistas sabemos que en realidad se trató de un guiño del Cielo en recuerdo de aquella final contra el Valencia”.
“Gracias infinitas. Forza Dépor para la eternidad”, termina la carta.