El pedigrí de una torre de maratón
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El pedigrí de una torre de maratón

Los estadios que albergan un monumento similar al de Riazor empiezan a buscar usos para poner en valor una arquitectura singular
El pedigrí de una torre de maratón
Torre de Marathón en Riazor en 1944 | C. BlANCO

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Testigo de todos sus tiempos, único vestigio de un estadio que tiñó Riazor de monumentalidad, la Torre de Marathón (en A Coruña se suele usar el anglicismo) se alza firme ante la indiferencia, la desmemoria y las agresiones de la modernidad, tantas veces irrespetuosa con los símbolos. Las diferentes propuestas de remodelación del estadio de cara al 2030 vuelven a orillarla, pero su intrínseco valor y su ubicación en la nueva Travesía Arsenio Iglesias deberían de abrirle un nuevo futuro dentro del proyecto museístico que impulsa el Deportivo ya desde hace nueve años.

 

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Torre de Marathu00f3n en Riazor en 2024   - CEDIDA   


En octubre se cumplirán 80 años del primer partido que vio la ya anciana Torre, tras la que tiempo después se adecentó un erial que servía para que entrenase el primer equipo o se jugasen partidos de categorías inferiores, el popular Picadero. Pero la Torre miraba hacia el césped del estadio y en realidad hacia la ciudad, que se abría tras el imponente Pórtico de Olimpia. Durante años Marathón fue referencia en el estadio. Allí se cobijaban los responsables de la megafonía y era el punto al que se acudía por si era preciso dejar algún aviso. Pero, sobre todo, era de donde colgaba el marcador simultáneo Dardo, que era la app de la época para estar al tanto de los resultados en otros campos. A cada partido se le asignaba una marca comercial y todas se podían consultar en la prensa del día. Lo fetén era llevar el recorte y a través de él cotejar las novedades. Obviamente todos los partidos se jugaban al mismo tiempo.

 

Y allí estaba la Torre para soportar todos aquellos goles y goleadas, para acaparar miradas. También para ayudar a marcarlos. “No necesitaba ver la portería. Con ver la Torre, o incluso la sombra sobre el césped, ya sabía dónde estaba el marco. Muchas veces disparábamos incluso sin mirar, solo con esa referencia”, le contó hace un tiempo el delantero Eduardo López Beci al periodista Xosé Manuel Mallo.


El formato clasicista del arquitecto Santiago Rey Pedreira figuraba en un anteproyecto firmado el 9 de septiembre de 1938 y se inspiraba en la presencia de soluciones similares en otros coliseos. En España el único ejemplo con torre era el de Montjuïc, donde se alzó una en un lateral de la tribuna principal del estadio que levantado con motivo de la Exposición Internacional, en realidad para dar vuelo al primer sueño olímpico de Barcelona.

 

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El marcador simultáneo informaba en la grada de General a los aficionados


La torre de maratón de Montjuïc se respetó en la remodelación que se mostró al mundo en 1992 y ahí sigue. También continúa en pie, e inmersa en un proyecto de remodelación museístico, la torre del estadio de Castalia, casi contemporánea a la de Riazor y con una trayectoria similar: ubicada en uno de los fondos durante años, ahora luce, tras la remodelación de mediados de los ochenta, fuera del estadio y tras la tribuna principal.


No sobrevive, por contra, la de Cádiz, conocida como Torre Olímpica y que sucumbió ante la piqueta en el año 2003 para levantar una nueva grada de Preferencia.


En realidad las primeras referencias llegaron desde el exterior y con reminiscencias olímpicas. En los Juegos de 1928, Ámsterdam impactó con una solución nunca vista hasta entonces, un pebetero que albergaba el fuego olímpico y daba continuidad a la leyenda de Filípides, el soldado que en el año 490 antes de Cristo recorrió algo más de 42 kilómetros entre Maratón y Atenas para morir tras dar cuenta de la victoria del ejercito ateniense ante los persas. El arquitecto Jan Wils diseñó en la capital neerlandesa una torre de 42 metros de altura sobre la que un operario encendió el fuego y dio sentido a una estructura que rompía la horizontalidad del estadio.

 

Torres en los estadios. DE CASTELLóN A BERLÍN PASAndo por sudamérica  1
1. Castalia, en Castellón, con la torre fuera del recinto. 2.  Estadio Renato Dall ‘Ara en Bolonia. 3. Estadio Olímpico de Helsinki | AEC 

 

 

Entornos vivos


La torre del estadio de Ámsterdam, que aún se puede visitar y que con el tiempo jalonó los mejores años del Ajax de Cruyff, recibía a la multitud vecina a la tribuna principal y fue una solución que hizo fortuna como elemento reconocible de estadio olímpico. Cuatro años después en Los Ángeles se agregó un ingenio vertical de casi 33 metros coronado por un pebetero de bronce. Dos torres de maratón enmarcan el estadio de Berlín desde 1936, que todavía hoy luce una también en la trasera del conocido como Maifeld (Campo de Mayo) adyacente que sirve como espacio de esparcimiento y donde el régimen nazi escenificaba exhibiciones gimnásticas.


Helsinki erigió también a finales de la década de los treinta su propia torre para albergar la llama olímpica en los Juegos de 1952. Hoy aquello es un entorno vivo con terrazas panorámicas e incluso un salón en el que se ofician bodas con vistas sobre toda la ciudad. Es preciso comprar una entrada de 8 euros para acceder a ella.


El relato de la gesta de Maratón que se identificaba como el origen de la cultura occidental se abrazó en la década de los 30 del siglo pasado por la ideología fascista, que vio en la torre de Amsterdam una vía para articular su dictado fertilizador de una nueva civilización a través de la monumentalidad.


Así, en 1929 se alzó una torre de maratón en el nuevo Stadio Littoriale, en Bolonia. El arquitecto Giulio Ulisse Arata atendió a un encargo de Leandro Arpinati, un destacado miembro del partido fascista, próximo a Benito Mussolini, que acabó renegando de esa ideología y del Duce. Arpinati fue presidente de la federación italiana de fútbol, impulsor de la liga y de los primeros grandes estadios del país. La torre de Bolonia se ubicaba enmarcada en un pórtico con una base de también 42 metros de ancho que coronaba una Victoria con fasces (una suerte de hacha que era símbolo de poder con los etruscos o en la antigua Roma y que se convirtió en iconográfico para el fascismo) y una enorme estatua de Mussolini que acabó siendo fundida en 1947 para erigir un recuerdo de la guerrilla partisana.

 

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4. Estadio Centenario, en Montevideo. 5. Cartel anunciador de los Juegos Olímpicos de Amsterdam. 6. Torre en el estadio de Huracán 7. Estadio Olímpico de Berlín  | AEC


Arata modeló un relato para justificar la presencia en el estadio de la torre en recuerdo a Filípides y como símbolo de resitencia, esfuerzo y compromiso. En la pasada primavera, tras lograr su histórica clasificación a la próxima Liga de Campeones, el Bolonia la iluminó con los colores del club como gran elemento totémico de la entidad. Ya no hay ideologías en las torres de maratón.


Aquella idea de Arata caló en otros escenarios. Por ejemplo en Florencia, donde dos años después la torre se llevó hasta los 55 metros, o en Turín, en el viejo estadio Comunale reformado en 2006 para ser el estadio olímpico de los Juegos de Invierno. El campo que alberga ahora tan sólo al Torino tiene una torre, pero completamente restaurada e integrada fuera del recinto.


Menos suerte corrió la que se alzó en el viejo estadio de la Victoria, en Bari, inaugurado por Mussolini en 1934 con la torre, enfrente de la tribuna principal, a medio completar. La guerra lo detuvo todo y la obra no se retomó. En 1963 se demolió y ahora la recuerdan en la ciudad como una gran pérdida.


De manera inevitable la estética maratoniana saltó el charco. El nuevo coliseo alzado en 1947 por Huracán en el barrio porteño de Parque Patricios estaba definido por una torre de más de 50 metros de altura. Hoy todo el complejo además de albergar partidos de la máxima categoría del fútbol argentino esta declarado como patrimonio histórico y de defensa estructural de Buenos Aires.


Pero la referencia indudable en el cono sur es el Centenario de Montevideo, inaugurado en 1930 para albergar el primer Mundial de fútbol con un rascacielos de cien metros de altura que enseguida se denominó “torre de los homenajes” y que se realizó en apenas nueve meses para presidir la llamada Tribuna Olímpica.


La reforma que acaba de presentar la capital uruguaya para albergar un partido del Mundial 2030 respeta, por supuesto, la torre y la integra entre una cubierta que techará todo el estadio. La FIFA la ha calificado como “monumento histórico del fútbol mundial” La torre del Centenario tiene su réplica en otros puntos del continente. Por ejemplo en Lima y su Estadio Nacional inaugurado en 1952 que en su remodelación de 2010 potenció su torre con una nueva iluminación.


En A Coruña está por encontrarse ese nuevo uso que la reviva y que la saque de su atonía actual, tapiada e incrustada entre la trasera de la grada a la que da nombre y la Casa del Agua. 

 

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