Define la RAE como estabilidad aquello que “se mantiene firme o constante, sin moverse”. Estabilidad es una de las palabras escritas en mayúsculas en el diccionario de Óscar Gilsanz. Pero en el diccionario del técnico betanceiro ha adquirido otro significado. Es sinónimo de equilibrio, pero no de permanencia.
Porque sí, el Dépor de Gilsanz ha alcanzado en buen porcentaje esa estabilidad buscada. Es un equipo sólido, capaz de competir a un nivel óptimo casi en cualquier escenario, en lo que es una clara evolución de aquella escuadra eléctrica pero endeble de principio de temporada. Pero no lo ha logrado en base a la continuidad en su once. Más bien al contrario.
Así lo demuestran las 20 alineaciones iniciales diferentes que el preparador de Betanzos ha puesto en liza en sus 24 partidos dirigiendo al primer equipo. Y es que tan solo en tres ocasiones el staff deportivista ha repetido once. La primera, en el mes de enero, en el encuentro contra el Levante tras ganar en Burgos. En febrero llegó la segunda. Fue en Elda, tras superar al Almería en Riazor. La tercera, dos semanas después, cuando los once elegidos para jugar contra el Huesca tuvieron continuidad en Oviedo y posteriormente contra el Córdoba.
Esa última serie, entre finales de febrero y principios de marzo, fue la única en la que Gilsanz ha podido darle cierta prolongación a una alineación. Helton, Ximo, Pablo Vázquez, Barcia, Obrador, José Ángel, Villares, Mella, Soriano, Yeremay y Zaka. El once que le podría salir de carrerilla a cualquier deportivista y podría definirse como ‘de gala’ tan solo ha saltado al césped en esas tres ocasiones.
De este modo, el Deportivo y cuerpo técnico han tenido que ir sobreponiéndose a constantes piedras en el camino. Ausencias de jugadores clave que incluso se han solapado o la salida de Lucas han ido marcando la evolución de un equipo que ha sumado aristas a su identidad pese a la falta de continuidad.
Pequeñas pinceladas modifican de manera notable el plano general del cuadro. Porque no es lo mismo jugar con Lucas Pérez que con Mario Soriano en la mediapunta. De la misma forma, poco tiene que ver que tu mediocentro posicional sea José Ángel Jurado o Nuke Mfulu, al igual que jugar en los carriles exteriores con Obrador, Escudero o Tosic equivale a ganar ciertas potencialidades y, al mismo tiempo, sumar limitaciones. A todo eso se adaptado un Dépor de Gilsanz que, en estos 24 partidos, ya ha pasado por cuatro grandes ‘eras’.
Cuando Óscar Gilsanz asumió el cargo de manera interina para medirse al Cartagena tuvo que improvisar un once sin mediocentros. El técnico betanceiro heredó el problema al que se enfrentó Idiakez en sus últimos encuentros dirigiendo al equipo. Con José Ángel tratándose de su pubalgia y Mfulu lesionado en el bíceps femoral, Villares y Soriano ejercían como doble pivote improvisado. Lucas Pérez jugaba por delante.
El Dépor sin mediocentros puros -entendiendo que la naturaleza de Villares es la de ser un futbolista no tan posicional- goleó en Cartagena (1-5) y venció sobre la campana al Eibar (1-0), antes de acumular numerosas bajas para batirse el cobre en Almería (2-1), donde Villares y Soriano se mantuvieron en el doble pivote. Por delante, una línea de mediapuntas inédita conformada por Herrera, Rama y Gauto ante las ausencias por lesión de Mella y Lucas y por convocatoria internacional de Yeremay.
A la primera oportunidad, Gilsanz apostó por dotar de un mediocentro posicional su once. En cuanto Mfulu estuvo disponible, el preparador de Betanzos lo incluyó en la alineación. De la enfermería al verde directamente para acompañar a Villares contra el Sporting (1-1), aprovechando la necesidad de empujar a Mario a la banda izquierda para seguir cubriendo la baja de Yeremay, de vuelta de la selección de manera precipitada por unas molestias de rodilla que le impidieron jugar también en liga.
La presencia del franco-congoleño en el once no se vio comprometida con el regreso del canario. Mfulu se mantuvo y a su alrededor comenzaron a orbitar diferentes acompañantes hasta las Navidades. Villares se cayó del once en Cádiz (2-4) para volver a incrustar a Mario en el doble pivote y regresó contra el Zaragoza (1-1) porque Soriano volvió a la segunda línea del ataque por Mella. Contra el Castellón (5-1), los tres coincidieron por primera vez en la etapa Gilsanz ante la ausencia de Lucas, sancionado tras ver la quinta contra el Zaragoza para evitar coger el avión a Tenerife.
Para cerrar el año 2024, apenas tres días después del duelo ante el Castellón, las rotaciones devolvieron a Villares al banco frente al Mirandés (0-4) y a Soriano al doble pivote.
El parón navideño permitió a José Ángel Jurado volver a ponerse a tono para competir. Con Villares sancionado por la roja vista contra el Mirandés, el mediocentro andaluz entró directamente al once para acompañar a Mfulu en la sala de máquinas en Málaga, con Mario Soriano por delante mientras Lucas era baja por enfermedad y, a la vez, se cocía su salida.
Fue el primero de los 15 partidos consecutivos con Jurado en la manija. Clave fue ese inicio positivo en La Rosaleda (0-0), que provocó que Gilsanz repitiese eje en Burgos (0-1) con mejor resultado. Con Lucas ya desvinculado, el encuentro ante el Levante (1-2) supuso una continuación del plan de El Plantío.
Entonces llegó el encuentro entre semana en Tenerife (0-0), aplazado en su día, y Óscar Gilsanz apostó por devolver al once a Villares para rotar. Justo entonces, Mfulu se lesionó -entró como suplente y tuvo que pedir el cambio-, en el que fue el inicio del regreso del doble pivote del ascenso, con el que el Deportivo ha consolidado su juego y sus resultados también esta temporada.
Con pequeñas modificaciones en el puesto de central o la delantera con la llegada de Zaka, el Dépor asentó un once canónico… hasta la caída en desgracia de sus laterales.
En Castellón (2-2) llegó la primera baja, con la lesión de Obrador. A la semana siguiente, contra el Cartagena (2-2), la de Ximo Navarro. De golpe y porrazo, el Deportivo perdió a los dos futbolistas que le daban identidad no solo a través de la profundidad en ataque, sino en salida de balón con su capacidad de conducción.
Primero Petxa y luego Tosic entraron en un once en el que ahora parecen asentados. Más por necesidad que por rendimiento. Porque aunque el serbio está cumpliendo con creces en defensa, provoca cierta incapacidad ofensiva en el carril izquierdo. Lo contrario sucede con Petxa, que aporta soluciones -diferentes a Ximo- en ataque pero sigue sufriendo en defensa.
Ahora, con José Jurado entre algodones por sus problemas de pubalgia -no ha podido completar sus últimos encuentros- y el equipo ya salvado de manera virtual, está por ver si el mediocentro continúa en la dinámica u obliga a Gilsanz a buscarle una nueva vuelta de tuerca al equipo.
“Unha cousa que tiña clara era que o bo que había antes de que entrase, todo o bo que fixeran Imanol e Mario (Gibanel), tiña que manterse. Había que poñelo en valor. E despois o matiz que foras dando sempre a partir diso. Creo que iso se foi conseguindo sen cambiar moitas cousas. O equipo é un pouco diferente sen que pareza que cambiaron moitas cousas. Nin en canto a nomes e incluso sen que o vestiario o perciba no día a día”, explicó el técnico en una entrevista concedida en marzo a DxT Campeón. Mejor resumen imposible de cómo adaptarse a la inestabilidad para ser estable.