Óscar Gilsanz se sentaba el pasado viernes en la sala de prensa de Abegondo con el objetivo claro de evitar la más mínima relajación en la previa del encuentro con el Cádiz. Hablaba delante de los micros y en público, pero el mensaje era claramente para que resonara con fuerza en el vestuario. Con el Deportivo a nueve puntos del descenso y nueve jornadas por delante, tocaba mostrar con acciones esa ambición que se ha repetido como uno de los mandamientos del proyecto deportivista desde que arrancara la temporada.
También, por supuesto, quería el técnico que no se repitiera lo que hace dos meses sucedió en Elda, cuando después de obtener la mayor renta con los puestos de descenso gracias al triunfo ante el Almería, el equipo volvió a la casilla de salida cayendo ante el rival que marcaba la salvación.
No fue casual un discurso con tintes incluso reivindicativos para un técnico poco dado a levantar la voz. Situados como bisagra de la clasificación, le pedía a los suyos dejar de preocuparse por los de abajo y mirar hacia arriba con la ilusión de saber que estos próximos meses deben, como poco, empezar a sentar las bases para el salto del próximo curso.
Y la plantilla recogió el guante para sacar la licencia que permite soñar a lo grande. No le sobra ni una gota de gasolina al equipo, que ve cómo las lesiones de larga duración se acumulan semana a semana después de lo que para muchos está siendo un esfuerzo titánico en su primera campaña en el fútbol profesional. Lo están supliendo con ganas y con fútbol. También con la madurez que está proporcionando este máster para muchos de ellos y en el que futbolistas como Villares no están dispuestos a esperar a la siguiente lección para mostrar lo que ya han aprendido por el camino.
Así lo evidenció el cuadro coruñés en el triunfo ante el Cádiz. Un partido “de empate”, señalaba Garitano. Detalles. Pero con Gilsanz en el banquillo el Deportivo se ha acostumbrado a moverse con soltura en el alambre para provocar que esos encuentros que deberían terminar en igualada acaben decantándose a su favor. Será casualidad.
Por segunda semana consecutiva, el equipo blanquiazul dejó su portería a cero mientras el 50 y el 75 por ciento de su defensa titular, respectivamente, veía el encuentro desde la enfermería. Nada refleja mejor la estabilidad que el técnico betanceiro le ha dado a un equipo que durante los primeros meses tras el regreso a Segunda era el pagafantas de la categoría.
Con estas credenciales, el conjunto blanquiazul afronta las últimas ocho jornadas sin nada que perder. Las puertas del infierno se están abriendo unos escalones más abajo, pero eso ya parece haberle quedado ajeno definitivamente a un Dépor que tiene por delante la oportunidad y el deber de ilusionarse, por una vez, sin la presión de estar obligado a nada. Únicamente a intentarlo. El calendario ofrece retos macro y micro suficientemente atractivos como para no levantar el pie del acelerador, empezando por Anduva. El Mirandés puede presumir de ser el único equipo que vapuleó al Dépor desde el cambio en el banquillo. Aquel 0-4 para cerrar el año en Riazor todavía escuece y el grupo busca revancha para dar un paso más en el convencimiento de que sí se puede pelear hasta el final.
Y es que las salidas de aquí a que baje el telón de la temporada regular son de órdago. Después de Miranda, toca Santander. Otro de esos encuentros que a buen seguro dejaron cicatriz. El Racing, ogro del barro en su día en la primera temporada de Borja Jiménez, fue este año el responsable último del fin de la etapa de Imanol Idiakez al frente del equipo coruñés. Entonces los cántabros celebraron en Riazor lo que semejaba poner la directa hacia Primera División. Demasiadas prisas en una Liga Hypermotion que presenta una emboscada cada fin de semana para cualquiera que se despiste a la hora de asegurar el paso.
Dos estadios más de postín en la lista antes de la fecha 42. Históricos. Aunque en este caso para hurgar en la herida de dos grandes en apuros que están viendo de cerca el abismo. Sabe bien el Dépor lo que es estar en los zapatos que ahora arrastran con dificultad Zaragoza y un Sporting de Gijón que ha abierto el paracaídas del cambio de entrenador como último recurso. Las temporadas de ambos gigantes con pies de barro se tambalean después de un verano en el que ambos partían con aspiraciones de regresar a Primera. Hoy se ven peleando con todas sus fuerzas para no irse a Primera RFEF. Y el conjunto coruñés tendrá que saber jugar con esa necesidad en El Molinón y La Romareda cuando llegue la recta final en el mes de mayo.
El nivel de los rivales, al menos tomando como medida lo que marca la clasificación, se invierte en las cuatro citas que restan en Riazor. Los próximos huéspedes serán un Tenerife que busca agarrarse con uñas y dientes a la esperanza de la permanencia, y el Albacete, que con una buena segunda vuelta ha conseguido también distanciarse de los puestos de descenso y hoy está únicamente un punto por detrás del Dépor. Para terminar, la afición blanquiazul disfrutará de dos de los aspirantes. El Granada, ahora mismo es rival directo por esa zona de playoff, y un Elche que está metido de lleno en la lucha por el ascenso directo. A tenor de la igualdad que el pelotón de cabeza ha mostrado durante toda la campaña, suena plausible que vaya a llegar a tierras coruñesas jugándoselo todo en la última jornada.
Con 24 puntos por disputarse, el Deportivo tiene a seis el primer puesto que daría derecho a disputar las eliminatorias de junio y a siete la quinta plaza, ahora en poder del Oviedo. Son esos dos últimos billetes los que están al alcance del conjunto herculino y del resto de perseguidores que tratarán de presentarse a la batalla final como esos tapados a los que nadie espera y pueden terminar dando la sorpresa.
Y lo harán con un calendario que, salvo reordenación en las próximas semanas, apenas deja duelos directos en los que robarse puntos. Cada uno hará su propio camino, lo que a priori favorece a los que parten con ventaja. Todo lo que puede favorecer en una categoría en la que el rival menos pensado puede meterte en un lío. El equipo de Gilsanz solo podrá rascarle puntos en el mano a mano al Granada, mientras que Oviedo y Córdoba son los únicos que se verán las caras con rivales de este grupo en más de una ocasión. En la jornada 36 entre ellos, mientras que el cuadro asturiano se medirá más tarde al Huesca y los del Arcángel recibirán al Burgos.
Hay dos equipos que tienen la recta final desequilibrada en lo que se refiere a partidos en casa y fuera se refiere. Almería y Córdoba tendrán el privilegio de disputar cinco de las ocho jornadas que quedan delante de su afición, repitiendo en el caso de los blanquiverdes ya en las próximas dos fechas. Eso sí, ante rivales de entidad como Levante y Oviedo. Precisamente el conjunto asturiano es uno de los que encadenará dos salidas consecutivas en un tramo de calendario además ciertamente exigente. Los de Calleja son ahora mismo la presa a la que todos buscan dar caza y en la jornada 37 recibirá al Levante en el Tartiere para acto seguido visitar a Huesca y Racing de Santander. A nivel de fortaleza de los rivales, el Almería es el equipo que se enfrenta a más rivales de la zona baja. Jugará contra Cartagena, Racing de Ferrol, Tenerife y Eldense, los cuatro equipos de la zona de descenso.