Don Fútbol nunca deja pasar la ocasión de cumplir un capricho a poco que sus protagonistas le abren la puerta. Hace siete días Riazor reclamaba cambios a Gilsanz y falta de valentía para ir a por el partido. Este domingo ante el Oviedo, el técnico volvió a postergar los cambios e hizo algo similar de nuevo cambiando hombre por hombre. Dos de ellos, Diego Gómez y el denostado Hugo Rama, cocinaron un gol en el descuento para Ximo Navarro que puede valer oro en la lucha del Deportivo por la permanencia (1-2). Incluso en mal momento como venía, en la mayor sequía goleadora de la temporada, el conjunto coruñés sigue siendo el huésped más desagradecido de Segunda.

El balón o el tiempo. El cuadro local salió dispuesto a hacerle esas dos únicas concesiones al Dépor, al que asfixió desde el pitido inicial con una intensa presión que llegaba prácticamente al área pequeña de Helton. Los de Gilsanz no encontraban la salida y se pasaron los primeros diez minutos tratando de achicar agua y contener a un Hassan que pronto le dejó la tarjeta de visita a Obrador.
 

Encontró entonces el equipo blanquiazul lo que no había podido ante el Huesca: el camino alternativo que siempre ofrece el balón parado. Todo estuvo perfectamente orquestado. Primero un saque de esquina desde la derecha sacado en corto para tender la trampa. Minutos después, en el otro costado, el mismo señuelo acompañado de un arrastre de prácticamente todo el equipo al primer palo. Todos menos Mario Soriano. El madrileño se quedó en la frontal para empalar a la perfección el envío de José Ángel y sorprender a Aarón. 

Donde las dan las toman

El Oviedo no entendía demasiado bien lo que estaba sucediendo. Acusó el golpe y permitió cierto respiro. Yeremay, Soriano y Mella se encontraban, Eddahchouri se imponía y el Dépor podía correr. Fue un cuarto de hora de respiro herculino más que de dominio, siempre con la sensación en el ambiente de que enfrente había un león dormido.
 

Le ayudó a salir del sueño, como ya ha pasado en demasiadas ocasiones, el propio Deportivo. Muchos jugadores van al límite y siempre parece haber un error esperando a la vuelta de la esquina. En este caso un balón a la frontal sin aparente peligro que terminó en córner tras un despeje defectuoso. Enlazó además, con otra falta de respeto a Hassan, al que el trato que se le dio a nivel defensivo no se le acercó ni por un momento al que merece uno de los mejores regateadores de la competición. El extremo metió en el área un balón que con algo de suerte le cayó a Ilyas, que no quiso ser menos que Soriano e igualó la contienda con una volea de mucho nivel.
 

Aclarar y repetir

El telón del primer tiempo se cerró con una gran ocasión para Mario Soriano, que disparó con intención tras una jugada de Zaka, pero el balón se fue rozando el palo tras tocar en Costas. Todo volvió a su sitio tras el descanso, con una nueva avalancha ovetense, aunque siempre con más sensación de agobio que amenaza real, en parte por el buen partido de Pablo Vázquez y Barcia ante el incontenible Alemao.
 

Los nervios carbayones empezaron a dejar espacios para el Dépor, que en esta ocasión tuvo en Mella a su futbolista con más luz. Al único, probablemente. No fueron pocas las ocasiones en las que el extremo de Teo logró poner en ventaja a sus compañeros, pero ni Eddahchouri, ni sobre todo Yeremay, estaban por la labor.
 

El canario precisamente estuvo a punto de pasar de héroe a villano en un suspiro. Se metió en el área con su calidad habitual tras un saque de esquina en corto y varios recortes. Fueron demasiados. Acabó tirándose a la piscina al encontrarse sin salida. El problema es que tampoco había agua. La jugada terminó con una cabalgada de Alemao que pudo ser letal para el Dépor, pero los más de 100 metros del Tartiere se le hicieron demasiado al brasileño. Se plantó solo ante su compatriota Helton y la mandó a la grada. La jugada terminó con respiro para Yeremay… y amarilla. Sin duda, un preludio que no hacía presagiar lo que pasaría después.