Tenía un puesto fijo en el ayuntamiento de Alcorcón y lo dejó todo por un sueño, casi un imposible. La historia de Fran Alonso (Madrid, 1976), el nuevo entrenador del Deportivo femenino, es la de un vocacional del fútbol que trabajaba en el césped equivocado y se enfocó en corregirlo. “Era jardinero, pero lo que quería era ser entrenador”, explica en las numerosas entrevistas en las que ha contado una historia con final feliz (porque ha conseguido su anhelo), pero alejada también de los cuentos de hadas. Superada la treintena decidió darse una oportunidad: solicitó una excedencia en la plaza para la que había opositado con éxito y se marchó a Inglaterra. “Tenía 2.000 euros y no sabía nada de inglés”, relata. Quería llegar a la Premier League, aunque fuese tangencialmente.
La vida no le resultó sencilla. Recaló en Bournemouth porque acudió a Google y buscó “mejor clima del Reino Unido”. Al sur, claro. Se fue con un amigo que chapurreaba inglés y consiguió un trabajo como limpiador en un centro deportivo. Al tiempo se enroló como voluntario en clubs de fútbol base. Colocaba y recogía conos y balones, pero también se empapaba de vocabulario deportivo. Se apuntó a clases de inglés con un horario extenuante. Y repostaba una curiosa gasolina: se hizo, fedellando con el photoshop, un póster del Swansea en el que figuraba como entrenador, con un chandal que llevaba sus iniciales: FA.
En realidad era fe. Se sacó el carnet de entrenador, empezó a trabajar en pequeños equipos. Pero le dieron un sopapo cuando le dijeron que con su nivel de inglés no tenía mucho futuro allí. Inasequible al desaliento montó su propia academia de fútbol. Le fue bien y envió una solicitud de trabajo al Southampton acompañada de una hoja de vida en la que relataba su labor. Y le llamaron.
Era el verano de 2012, el Southampton acababa de fichar al uruguayo Gastón Ramirez y necesitaba un traductor. Así que acabó por entrar en un vestuario. Y, al fin, pisó césped en la Premier. El compromiso era por tres meses, mientras Ramirez se adaptaba a su nuevo destino. Cuando aquella cenicienta sintió que se iba a quedar sin zapato, acudió al entrenador Nigel Adkins para decirle que se quería quedar en la dinámica del equipo aunque fuese gratis. Pero no hubo caso… hasta que a dos semanas del adiós el club cesó a Adkins y contrató a Pochettino.
Su nivel de inglés era superior al de Pochettino, así que encontró una nueva manera de hacerse útil. Sirvió como apoyo al entrenador, no solo para hacerse entender sino en cuestiones de intendencia. Y se hizo cargo de manera voluntaria, sin cobrar una libra, del equipo femenino del Southampton. Abrió entonces una nueva puerta, que no cerró ni siquiera tras la partida de Pochettino. Llegó entonces Ronald Koeman y con él trazó una relación de tal confianza que se fue al Everton con el holandés cuando el cuadro de Liverpool le puso un contrato plurianual sobre la mesa.
Alcorcón y sus jardines ya apenas eran un recuerdo. Ya en la rueda del fútbol trabajó en la Universidad de Liverpool y como técnico del Lewes, un equipo femenino de segunda división antes de recalar en el Celtic de Glasgow, un regalo para un futbolero, un desafío que supuso conformar una nueva estructura de fútbol femenino en un histórico. Nueve de sus jugadores llegaron, mientras estaban a sus órdenes, a la selección. Alzó trofeos, se clasificó para la Champions y, en fin, le llamaron en diciembre de 2023 desde Estados Unidos para entrenar a Houston en la poderosa NSWL. En octubre acabó ese vínculo, el equipo era último en la clasificación, pero él estaba de baja desde finales de junio, según se informó debido a “una enfermedad”. Su balance fue de 4 victorias, 5 empates y 13 derrotas. Ni dos meses ha estado sin trabajo. Ahora le espera el desafío de salvar la categoría con el Deportivo.