El Día del Trabajo de 1962 la asamblea de socios del Real Club Deportivo se reunió en el viejo Cine Coruña, calle de la Galera. No era un patio de butacas pequeño, pero aquello se abarrotó porque sobre el tapete estaba un asunto que tenía a la ciudad en vilo: la oferta del Real Madrid por Amancio Amaro Varela, un chico de 22 años de la calle Vizcaya que acababa de marcar 25 goles en 26 partidos en el grupo primero de Segunda para pilotar el regreso del equipo a Primera tras cinco años lejos de la máxima categoría. Entonces parecían una eternidad. “Si el fútbol ha vuelto a renacer en nuestra ciudad es por él”, explicó Antonio González, secretario general del Deportivo en una entrevista concedida a Pueblo, mítico diario madrileño. Para entender la dimensión de Amancio hay que valorar que era un jugador de Segunda que estaba convocado por la selección española. Así que el Madrid se lanzó a por él. Había división de opiniones en la ciudad. El club arrastraba un pasivo de cinco millones de pesetas. “Nos dan seis millones y algún jugador”, explicó González en la asamblea. Y ahí puso de acuerdo a todos. Ni de broma se iba por ese dinero.
Amancio había llegado al Deportivo desde el Victoria, con el que se había exhibido en las competiciones del fútbol modesto coruñés que se jugaban en el viejo campo de la Granja, vecino al actual de Elviña. Un niño que sometía a hombres a base de regates, amagos y un poderoso chut. Podía jugar de interior o de extremo. Una joya que con 18 años debutó con el Deportivo en una derrota en Riazor contra el Avilés. Con la camiseta blanquiazul jugó 108 partidos entre Liga y Copa. Marcó 69 goles. “Si jugase en Madrid o Barcelona hoy sería conocido por todo el mundo”, le presentó el periodista Miguel Ors en aquel artículo en Pueblo que desató las alarmas en marzo de 1962. “El pasado verano nos ofrecieron cuatro millones por él, pero los rechazamos”, le explicaba González.
Todo se precipitó cuando una vez acabado el campeonato (que entonces se finiquitaba pronto, el 1 de abril), con el ascenso en el bolsillo, Amancio entró en la primera lista de 40 jugadores del seleccionador Pablo Hernández Coronado de cara al Mundial de Chile. A mediados de ese mes la criba ya había dejado una convocatoria de 29 futbolistas, de los que siete debían descartarse. Amancio, que jamás había jugado en Primera, compartía cartel con Di Stéfano, Puskas, Del Sol, Peiró, Luis Suárez, Gento o Collar. Y jugó dos partidos amistosos con la selección ante dos escuadras alemanas, el Saarbrücken y el Osnabruck. Ante la primera se exhibió en el Metropolitano, contra la segunda impactó en San Mamés, donde firmó los dos goles de La Roja. Tres días después se supo que él era uno de los siete descartes.
“Menudo disgusto tengo. No lo entiendo”, se quejó Luis Suárez, que apenas tenía cuatro años más que Amancio, pero era una especie de tutor de su paisano en la selección. Luego ganaron juntos la Eurocopa de 1964. La especie que corrió en A Coruña era la de que Amancio había quedado descabalgado porque lo fácil era prescindir de alguien de provincias que además venía de jugar en Segunda. Pero que sobre todo lo que subyacía eran las presiones del Madrid para evitar que su presencia en la selección encareciese el fichaje. El club blanco tenía entonces firmado con el Deportivo un derecho de opción sobre todos los jugadores. Cualquier oferta que llegase al club debía comunicarse al Bernabéu. Así se hizo con una que llegó del Milán. La presión blanca se redobló con la presencia en un amistoso en Riazor al que mandaron a su plana mayor. Ganaron 0-3. “Amancio hizo un partido deplorable”, se escribió en la Hoja del Lunes coruñesa del día siguiente. “No juzgamos a un jugador por un partido”, zanjó Miguel Muñoz, el entrenador madridista.
Lo tenían muy claro. Aquel fin de semana, poco después de la asamblea, el Madrid traspasó a Luis del Sol al Torino por 26 millones de pesetas. El 26 de mayo, cuatro días antes de que empezase el Mundial en Chile, los suplentes blancos recibieron al Deportivo en el Bernabéu para disputar un amistoso en el que Amancio se lució. “Me gustó mucho más que en Riazor”, diagnosticó Muñoz. El 6 de junio España ya estaba eliminada del Mundial, se deslizó el interés merengue en Pelé y Garrincha. El día 15 se anunció el traspaso de Amancio al Real Madrid. Se cerró por 12 millones de pesetas en una operación sin precedentes en el fútbol español porque vendría también traspasado el zaguero Miche y cedidos el centrocampista Antonio Ruiz, el meta Betancort y el delantero Cebrián, al que se rechazó por una lesión. El acuerdo había suscitado discrepancias en la directiva deportivista y un amago de dimisión de la directiva presidida por Jesús Cebrián. Y Santiago Bernabéu presumió de adquisición. “Es más fuerte que Luis Suárez, tiene buena técnica y mejor físico”, zanjó.
El Deportivo canceló deudas, aceleró la mudanza a una nueva sede en la Fuente de Santa Catalina y se lanzó a una frenética política de fichajes que no funcionó: un año después perdió la categoría.
Amancio pasó de cobrar 150.000 pesetas de ficha y un sueldo de 2.500 mensuales a recibir 500.000 al año y mensualidades de 7.000 pesetas. Con las primas por victorias, en su primer año en Madrid se fue más allá del millón y medio de pesetas de ingresos. Jugó allí 14 años hasta su retirada, ganó nueve ligas, tres copas, una Copa de Europa, la Eurocopa con la selección y fue Balón de Bronce en 1964. Cuando falleció hace dos años era el presidente de honor del Real Madrid