Después de 21 encuentros oficiales consecutivos sin conocer la derrota, el Deportivo experimentó de nuevo el sinsabor de la hiel en el primer compromiso de Liga 24-25.
Una derrota por la mínima 0-1 en un estadio de Riazor con más de 25 millares de fieles que frenó la euforia imperante en el ambiente.
Sin embargo, tal y como reconoció el entrenador blanquizul Imanol Idiakez al término de la contienda, el choque permitió extraer conclusiones positivas de un cuadro coruñés que en absoluto fue inferior a un Oviedo que el pasado curso 23-24 rozó el ascenso en la final del playoff —cayó ante el Espanyol de Barcelona—.
El incomprensible error de marcaje en una falta lateral en contra —Del Moral hizo el 0-1 de cabeza completamente solo— y la falta de pegada ante el marco visitante oscurecieron un gran ramillete de virtudes que los deportivistas plasmaron sobre el terreno de juego.
Pese al debut en Segunda tras cuatro años en la división de bronce y a la relativa inexperiencia de muchos de sus hombres en la nueva categoría, el Deportivo estuvo a la altura, ejerció un dominio más que notable sobre el juego y llevó la iniciativa frente a un contrincante empequeñecido.
Aunque no consiguió elevar al marcador ninguna de sus opciones, el conjunto local se mostró netamente superior en cuanto a posesión de balón y también respecto a las ocasiones de gol generadas a lo largo de los noventa minutos.
En efecto, el Dépor acaparó un apreciable 64 por ciento del balón, por un discreto 36 por ciento a cargo de una escuadra como la ovetense, cuyo entrenador, Javier Calleja, subrayó en rueda de prensa que tiene muchas cosas que mejorar.
El técnico asumía de esta forma una inferioridad ante un recién ascendido que fue acreedor a un resultado mucho mejor para sus intereses.
En el primer acto Lucas Pérez dudó a la hora de rematar a puerta tras una gran jugada colectiva pero el repertorio ofensivo local se concentró en una segunda parte en la que el arquero visitante Aarón Escandell se erigió en salvador de los carbayones.
Ximo Navarro, en dos ocasiones, puso a prueba sus reflejos, así como también Mario Soriano —tras un gran slalom personal— y Yeremay en una volea tan espectacular como difícil de ejecutar.
Ya en los instantes finales de la contienda Iván Barbero —que había salido al campo desde el banquillo en el minuto 70— dibujó un testarazo templado, bien de dirección pero corto de fuerza.
En total, los deportivistas protagonizaron muchas más acometidas sobre la portería rival que su oponente; los de Idiakez dispararon 16 veces —cuatro de ellas entre los tres palos—, mientras que los de Calleja apenas lo hicieron en siete ocasiones —con solo una a puerta—.
Incluso obligado a actuar más de 80 minutos por debajo en el electrónico, el club de Riazor nunca renunció a perder sus credenciales, llevando el peso del juego sin conceder metros a su espalda que pudiesen ser aprovechados por los astures —la única contra peligrosa llegó en el tiempo añadido—.
A lo largo de toda la contienda los blanquiazules sellaron una estadística adornada con 444 pases, más del doble que un cuadro ovetense que se tuvo que conformar con 218.
Pese a que los locales concluyeron desfondados el encuentro debido al extraordinario desgaste realizado, mantuvieron intacto el rigor táctico, actuando como bloque sin fisuras.
Eso sí, el máximo responsable técnico deportivista, Imanol Idiakez, envió un mensaje directo a la dirección deportiva, al emplear tan solo dos cambios de los cinco permitidos, sin conceder oportunidades de actuar a exponentes ofensivos como Luis Chacón.