El Deportivo se marcha de Riazor celebrando un dos por uno subido a la estrella de Súper Mario Soriano. El cuadro blanquiazul da un paso de gigante (1-0) hacia la permanencia que Eldense y compañía se empeñan en encarecer, y al mismo tiempo se coloca a seis puntos del playoff para permitirse soñar con todo en las ocho jornadas que quedan para el final.
En un momento de la temporada donde el balón quema y las piernas se encogen, el Deportivo tiene suerte de que Diego Villares se haya convencido a sí mismo por fin de que es jugador de Segunda División. Entre el capitán blanquiazul y Mario Soriano, otro que está muy por encima del nivel medio del equipo, empezaron a inclinar el campo a favor del Dépor después de un inicio en el que quedaba muy claro dónde jugaban ambos equipos la temporada pasada.
Para irse en ventaja al descanso le faltó lo que le está faltando toda la temporada. Veneno y un delantero con un mínimo de olfato. Varias cabalgadas de Mella y Yeremay acabaron en nada por barroquismos innecesarios y otras por la inoperancia de un Eddahchouri que desde el mismo momento que se estrenó con gol en Riazor empezó a transformarse en calabaza. El holandés no mejora en entendimiento con sus compañeros y además ha perdido ese colmillo y finura que proyectó nada más aterrizar. Tuvo dos. En una pidió penalti tras rematar al aire y hacerle falta al defensa. En otro sentó a su par, pero se trastabilló apostando por un recurso que su talento no parece poder pagar.
Mejoró el conjunto de Óscar Gilsanz después de una puesta en escena en la que se vio inferior al Cádiz técnica y físicamente. La superioridad amarilla en el centro del campo desactivaba cualquier intento de presión local y cuando el técnico de Betanzos ajustó decidiendo flotar a un desacertado Diakité, Garitano se sacó de la manga una baza ganadora: Chris Ramos. El gaditano es de esos delanteros que nada más verlos sabes que su lugar no debería estar en Segunda. Amenazaba al espacio para mantener en jaque a los Pablos lo suficiente como para tener ventaja en cada balón directo. Las tocó todas.
Entre el punta y un Ontiveros cuyos días de exuberancia física pasaron, pero sigue conservando el toque y los secretos del juego, el Cádiz siempre pareció estar cerca del gol. El ex del Málaga, pitado en Riazor en cada toque de balón, ya no encara como antaño, pero desde una posición de quarterback se separaba del agobio deportivista para encontrar a los suyos a la espalda de una zaga herculina que sufrió mucho por el costado de un Petxarroman siempre al límite.
Seguro que contrario a lo que pretendían con sus indicaciones al descanso dos obsesos del control como Gilsanz y Garitano, el encuentro amenazó con romperse nada más salir de vestuarios. Hacia un lado por las imprecisiones del Dépor, que dejó varios fallos en salida que culminaron en un remate fallido de Chris Ramos en el área pequeña. En el otro, la clarividencia de Mario Soriano. El madrileño se asoció esta vez con Yeremay y prendió la chispa. El problema volvió a ser Zaka, que en lugar de acudir a Riazor con un mechero trajo una pistola de agua. Primero mandó alto un disparo desde la frontal, comprensible. Minutos después cabeceó por de nuevo por encima de la portería en el segundo palo un caramelo de Mella. Imperdonable.
El partido ya era entonces de los locales, que apenas sufrían en alguna contra provocada casi siempre por las pérdidas de balón de un Petxarroman al que la camiseta blanquiazul le pesa un kilo más cada minuto que pasa. Sacó músculo Garitano exhibiendo fondo de armario. Se permitió el lujo de retirar del campo a un fino pero poco esforzado Ontiveros para probar con la electricidad de Melendo. Gilsanz contrarrestó con el Excel. Mfulu para reforzar la medular y Barbero por si alguno de los nueves deportivistas era capaz de aprovechar algo de lo que estaba generando el equipo.
Toda la claridad que el Deportivo tiene en tres cuartos, le falta cuando toca entrar en el área. Ahí se baja la persiana a medida que los espacios se reducen y por eso el cuadro coruñés tiene que ir siempre a volumen. A empujar una y otra vez aunque la jugada sea sucia. Así llegó el gol. Después de varias jugadas idénticas en las que el balón se paseaba por el área sin encontrar nadie blanquiazul, el esférico llegó a la frontal. Quizá la fortuna, quizá el instinto de uno de los mejores jugadores de la categoría para estar siempre donde toca, quiso que el balón le llegara a Mario Soriano. Siempre él. Como en Oviedo, pero esta vez con la izquierda, el Joker enganchó una volea para abrir el marcador y dar rienda suelta al caos en Riazor. Tocó entonces apretar los dientes. Sufrir como siempre pide Gilsanz. Y lo hicieron todos. Incluso un David Mella al que se le saltaron hasta las vendas. Seguro que cualquier lesión hoy dolerá menos.
Deportivo 1 - 0 Cádiz |
Deportivo: Helton; Petxarroman, Pablo Vázquez, Pablo Martínez, Tosic; José Ángel (Mfulu, m.72), Villares; Mella (Jaime, m.90+2), Mario Soriano (Genreau, m.90), Yeremay (Diego Gómez, m.90); Eddahchouri (Barbero, m.72). Cádiz: David Gil; Iza, Kovacevic, Chust, Climent; San Emeterio (Álex Fernández, m.81), Diakité; Sobrino (Carlos Fernández, m.61), Ontiveros (Melendo, m.61), De la Rosa (Ocampo, m.63); Chris Ramos (Rober, m.81).
Goles: 1-0, m.81: Mario Soriano.
Árbitro: Ávalos Barrera (C. catalán).
Incidencias: Partido de la 34ª jornada de Segunda División disputado en Riazor ante 19.980 espectadores. Antes del partido se guardó un minuto de silencio por Francisca Paseiro, abonada del club blanquiazul fallecida recientemente. |