“Va bien, muy bien”. Así de confiado se mostraba hace unos días Fernando Soriano cuando se le preguntó por la renovación de Dani Barcia. El central de O Temple era el último de la lista de canteranos que el Deportivo quería atar a largo plazo después de las renovaciones de los últimos años. Se resistía la del central. Ya no. El club blanquiazul anunció a última hora del jueves el acuerdo para la ampliación y mejora de contrato de Barcia, que firma un nuevo vínculo hasta 2028 con opción de un año más.
A sus 22 años recién cumplidos, el joven defensa ha tenido una irrupción notable en el fútbol profesional. Idiakez le dio la alternativa en la jornada seis tras el mal inicio de Pablo Martínez y su respuesta fue inmediata. No necesitó ningún tipo de adaptación ni al ritmo de la categoría ni al nivel de los rivales, mostrando una fiabilidad impropia de su juventud. Tanto con el balón, virtud de la que ha hecho gala durante toda la etapa de formación, como en los duelos, aspecto en el que a base de trabajo en la sombra se ha convertido en una fuerza dominante.
Dani Barcia es de esos canteranos puros. De los que recorren todo el camino sin saltarse ninguna de las paradas que Abegondo pone en la formación de los jóvenes que aspiran a convertirse en jugadores del primer equipo. En su caso, el sentimiento le venía incluso de antes: “Cuando era un recién nacido, ya era del Dépor. En esta foto me veis con el carné de socio amigo”, apunta orgulloso el canterano en el vídeo de su renovación, una sucesión de imágenes que relatan su vida en blanquiazul: “En esta tenía mi primera camiseta, ya se me veía contento”.
El defensa entró en el Dépor en primer año de benjamines y poco después ya lideraba sobre el césped. Ahora, después de ver su estreno en la élite, parece cuestión de tiempo que cierre el círculo como sueña: “En cadetes fue la primera temporada que tuve el brazalete. A ver si lo puedo volver a llevar en un futuro”.
La llegada de Barcia al primer equipo muestra a la perfección el camino que todo canterano debería estar dispuesto a asumir. Uno que desde luego no es lineal, pero en el que la perseverancia y el trabajo son indispensables como trampolín para talento. El gran bache a él le llegó a las puertas, cuando hace un par de veranos tuvo que volver al Fabril cuando era uno de los jugadores designados para hacer la pretemporada con el primer equipo. Lejos de rendirse, siguió trabajando y se convirtió en el mejor central de Tercera Federación. La campaña pasada respondió con nota cada vez que tenía que cubrir a Pablo Martínez. Y en la presente terminó ganándole el duelo al francés hasta que una inoportuna lesión le puso una nueva lección en el camino. En Eibar ya demostró que también sorteará esa piedra. Más que nunca, hay central para rato.