1982, cuando A Coruña quiso enseñarse al mundo a través del fútbol
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1982, cuando A Coruña quiso enseñarse al mundo a través del fútbol

1982, cuando  A Coruña quiso enseñarse al mundo a través del fútbol
La Tribuna tres meses después en el Teresa Herrera de ese verano | Foto extraída del libro “Riazor 75”

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A Coruña será dos veces Mundial y en 2030 dará continuidad a un idilio que empezó en noviembre de 1977 cuando la ciudad se volcó para dejar su sello en la máxima competición futbolística del orbe. Fue entonces cuando una comisión liderada por el alcalde José Manuel Liaño Flores y el entonces presidente del Deportivo, Antonio Álvarez Rodríguez, se desplazó a Madrid para presentar ante la extinta Dirección Nacional de Deportes, embrión del actual Consejo Superior de Deportes, la candidatura a lo que entonces parecía más un problema que un honor. 

 

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Obras de la nueva Tribuna de Riazor durante un partido entre Deportivo y Pontevedra en mayo de 1981 / Foto extraída del libro “Riazor 75”


España, que había intentado organizar el Mundial de 1974, acabó por pactar con Alemania un reparto que demoraba ocho años su condición de anfitriona. Pero los preparativos se solaparon con el convulso periodo de la transición de la dictadura a la democracia. A Coruña fue la primera en dar un paso adelante, la primera ciudad de España en solicitar ser sede, aunque fue la quinta, tras Valencia, Sevilla, Oviedo y Gijón, en presentar su proyecto en la capital. “Tenemos que unir fuerzas”, diagnosticó Antonio Álvarez. Tras Liaño Flores llegaron más alcaldes:  Berta Tapia en la antesala de las elecciones municipales de 1979. Domingos Merino y Joaquín López Menéndez, después. Todos abrazaron una idea de ciudad que pasaba por enseñarse al mundo a través del fútbol y reformar así el viejo Riazor, que no se había tocado en casi cuatro décadas.

 

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Equipos de Camerún y Polonia antes de comenzar el segundo partido mundialista celebrado en A Coruña  / Foto extraída del libro “Riazor 75”


El informe presentado en Madrid era prolijo en detalles como el de albergar un informe de Aviación Civil sobre la temperatura media en la ciudad en los meses de junio y julio y la lluvia caída en esos meses en los últimos treinta años. Se detallaba además una capacidad hotelera de algo más de 11.000 camas en cincuenta kilómetros a la redonda. Y se preveía, incluso, la construcción de un helipuerto en el erial que había tras la Torre de Marathón y que popularmente se conocía como Picadero, un precario campo de tierra donde se entrenaba.


A Coruña tomó la delantera. Otros llegaron después. En enero de 1978 el presidente del Celta, Jaime Arbones, lamentó que en Vigo las cosas fuesen a otra velocidad. “El Ayuntamiento está perdiendo un tiempo precioso”, apuntó. Y deslizó que las dos ciudades podían ser sedes. En efecto todo pareció más sencillo en cuanto Joao Havelange, presidente de la FIFA, confirmó que estábamos ante el primer Mundial con 24 selecciones. Así que a la postre hubo café para casi todos, para 14 de las 16 sedes que se plantearon albergar partidos.

 

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Demolición de la Grada Elevada en enero de 1982 con los otros graderíos del estadio, Tribuna y Marathón, ya reformados / Foto extraída del libro “Riazor 75”

 
Sólo se cayeron Santander y San Sebastián, donde se vivían tiempos convulsos y PNV y Herri Batasuna rebajaron con sus votos en el consistorio el interés mundialista y la construcción del nuevo estadio de Zubieta, en los terrenos que hoy albergan la ciudad deportiva de la Real Sociedad.


“Todos tienen posibilidades. Lo estamos estudiando”, gallegueó el ministro Pío Cabanillas en marzo de 1979, cuando el proceso de elección de sedes ya era imparable. El 17 de julio se confirmó que A Coruña iba a ser mundialista. Al final compartió grupo con Vigo, el A, liderado por Italia. Pero Balaídos fue la sede única para la cabeza de serie que a la postre ganó el Mundial. Polonía, Perú y Camerún jugaron en Riazor, que no llenó ni mucho menos sus graderíos. Eran otros tiempos y tres selecciones que tampoco tenían entonces opción de desplazar a muchos seguidores.


Riazor se puso al día y lo hizo con prestancia y algún sobresalto. Derribada la vieja Tribuna Cubierta, en enero de 1981 se puso la primera piedra de la nueva, que iba a ofrecer dos bandejas. En siete meses estaba en perfecto estado de revista para acoger a los espectadores del Teresa Herrera. Aquel año el Deportivo lo había jugado en Segunda B que carecía de luz artificial y que obliga a comenzar los partidos en invierno a las 15.45 horas. Para el recuerdo queda un partido ante el Celta en el que Ramón Piña marcó el gol del empate con el estadio casi en penumbra.
Pero con la Tribuna alzada  y ya en la temporada que iba a culminar en el Mundial, el Ayuntamiento se ve obligado a clausurar el único sector del estadio que no se había remodelado, la vieja Grada Elevada tenía graves defectos estructurales. Había que actuar contrarreloj y así se hizo. En la tarde del sábado 23 de enero de 1982 más de 101 kilos de goma-2 demolieron el espectacular voladizo y las dos preferencias, o también conocidas como Tribuna de Amberes, que estaban en la parte inferior. Las nuevas Preferencias Inferior y Superior se levantaron en tiempo récord para que el 11 de junio se cortase la cinta de inauguración del nuevo estadio mundialista. Al día siguiente un mitin de atletismo fue el primer evento que albergó el único estadio mundialista con pistas, aunque sólo fuesen seis calles y aquel día fallase el cronometraje eléctrico. Cuatro días después Perú y Camerún empataron sin goles y Tommy N’Kono y Roger Milla se presentaron al planeta desde A Coruña. El día 19, al duelo entre Polonia y Camerún asistió el mismísimo Havelange, que se dirigió al nuevo presidente deportivista, Jesús Corzo: “En una ciudad como ésta y con un estadio como este, si el Deportivo no está en Primera División dentro de dos años vendré a preguntarle las causas”. El Dépor tardó nueve años en subir y Havelange ya estaba a otras cosas. Pero esa es otra historia. 

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