El HC Liceo ejercerá como anfitrión de la primera Copa de Europa oficiosa, en la que buscará su particular séptima, un título que, aunque en principio no engordará el palmarés del campeón, apetece tanto conseguirlo como si fuera oficial.
La historia de amor del club verdiblanco con la máxima competición continental empezó muy pronto: disputó su primera final tras cinco campañas en la élite nacional y solamente once años después de su fundación.
Aquella experiencia primigenia, en su primera participación en el torneo, se saldó con una de las dos únicas derrotas de su historia en ocho partidos, todos ellos presididos de una manera u otra por la épica, para coronarse como monarca del Viejo Continente.
Dos semanas antes de que acabara la liga 1986/1987, que el Liceo conquistó a cinco jornadas del final y con nueve puntos de margen sobre el Barcelona, inició el equipo verdiblanco, entrenado por Andrés Caramés, su segunda experiencia en la Copa de Europa, tras el brillante debut en la 83/84, en la que el Barça venció en la ida de la final en el Palau (6-2) y cayó en la vuelta en Riazor (3-2) .
En aquellos tiempos, la competición se disputaba íntegramente con eliminatorias a doble partido. En cuartos de final, ronda en la que entró el Liceo, duelo ante el Montreux suizo, con paliza en Riazor (10-1) y triunfo holgado (3-6) en el famoso hogar de la Copa de las Naciones.
En semifinales subió, lógicamente, la exigencia. Aunque al final solo en la ida (3-4), disputada en la pista del Vercelli, que dos semanas después se llevó en el Palacio un sonoro 9-0 (con 4 goles de Kiko Alabart), que 25 años después sigue siendo el triunfo más amplio del Liceo ante un italiano.
En la final, un pez gordísimo, un Oporto plagado de estrellas y entrenado por la primera que tuvo el Liceo, Cristiano Pereira. Fue su sustituto en el corazón del aficionado verdiblanco, Daniel Martinazzo, quien, con 4 dianas en Lisboa (2-4) puso a tiro la primera corona, confirmada 14 días tarde con un 4-3 en Riazor... después de remontar un peligroso 0-2.
El Liceo hizo bueno el dicho “lo importante no es llegar, sino mantenerse”. Tras quedar segundo en la liga, ganar la Supercopa de Europa al Barcelona y la Copa del Rey al Noia, que no se presentó a jugar la final a causa de desavenencias con los derechos televisivos, los de Caramés cerraron el curso 87/88 con triplete.
La Copa de Europa, con fechas ya intercaladas en las ligueras, arrancó con épica. En cuartos cayó en suerte el vigente subcampeón, el Oporto, que en su pista venció por 4-0. En Riazor, un exiguo 1-0 al descanso. Y Martinazzo tomó cartas en el asunto: tres goles y una asistencia a Fernando Pujalte. En la prórroga decidieron la quinta y sexta dianas del Mago de San Juan (7-2).
En semis, trámite ante un inesperado rival, el Thunerstern suizo, que se comió un global de 3-18. Un entrenamiento para la final contra el Novara, que se impuso por 2-1 en Italia. En Riazor, Martinazzo abrió el marcador, Vitor Hugo –ex del Oporto– lo niveló y un coruñés, Alejandro Avecilla, lo cerró con un ‘hat-trick’. El primer ‘repeat’ en la máxima competición de los dos que lleva el Liceo
Cuatro años hubo de esperar el Liceo para conquistar su cuarta Copa de Europa, la de la campaña 91/92.
Trámite en cuartos ante el Thunerstern (17-4 en el global de la eliminatoria), y nuevamente el Oporto. Solo que esta vez los verdiblancos, todavía dirigidos por Andrés Caramés, vencen en Das Antas (4-5). En la vuelta, un triplete de Martinazzo convierte en fácil lo que no parecía tanto (5-2).
En la final, rival italiano, el Seregno de los temibles hermanos Mariotti. Y la habitual dosis de épica. Tras llegar al descanso perdiendo por 3-0, el Liceo firma un parcial de 0-5 y acaba imponiéndose por la mínima (6-7). Aun así, confianzas, las justas, como demostró el encuentro de vuelta.
El Liceo fue ganando 1-0 y 2-0 y el Seregno hizo el 2-2 con solo tres minutos por delante, 180 segundos que resultaron ser de una desesperada violencia transalpina que desembocó en la expulsión de Massimo Mariotti y en la última Copa de Europa conquistada por el club coruñés. La siguiente sería ya bajo el nombre de Liga Europea y en la tercera temporada del siglo XXI.
Después de perder la final del curso 2000/01 ante el Barcelona (2-4), el cuadro herculino, bajo la batuta de Carlos Gil, volvió dos después a disputar el partido por la corona continental. Atrás quedaba una campaña 01/02 en blanco.
La 02/03 fue la primera de Jordi Bargalló como verdiblanco. Y no fue buena hasta el final: séptimo en liga y KO en cuartos de la Copa del Rey. Dificultades para superar la 1ª ronda de la Liga Europea, con un 5-4 global ante el Blanes. Tampoco fue fácil la fase de grupos, pero la oportuna –e imperativa– victoria en Oporto (4-5, con dos tantos de Jordi y dos de Marc Fuentes), llevaron al Liceo a la Final Four, que se celebró en Riazor.
Semifinal perruna contra el favorito, el Barça, con solo dos tantos –Josama Alén y Beto Borregán– entre el tiempo reglamentario y la prórroga. En los penaltis, Jordi López paró los cinco lanzamientos azulgranas y Bargalló y Josama pudieron con Aitor Egurrola.
En la final, contra el Igualada, triplete de Carlos López anulado por Guillén, Cabestany y David Cáceres. El 3-3 llegó tras un penalti cometido por Facundo Salinas. El capitán verdiblanco pasaría de villano a héroe: con 9 penaltis lanzados, todos errados, Salinas incrustó el décimo en la red de Jaume Llaverola, que tres años después aterrizaría en A Coruña.
Una año después de conquistar su tercera Copa CERS, el Liceo regresó a la máxima competición, con un plantel muy remozado, que además logró el subcampeonato liguero.
Grupo duro para empezar: Reus Deportivo –campeón liguero–, Bassano y el ‘relleno’ del Geneve suizo. Dos derrotas, ambas en la pistas de los dos rivales más fuertes, no le impiden la clasificación la Final a Ocho. Cómodo triunfo (7-4) en cuartos contra el Noia y decisión a los penaltis en la semifinal ante el Oporto (3-3). Los aciertos de Sergio Miras y Josep Lamas y de Xavi Malián bajo palos valen el pasaporte para jugarse el título contra el Reus. Una final que comenzó como un paseo para los rojinegros, que a los 15 minutos ganaban por 3-0, y acabó con una de las más grandes hazañas de la vida del Liceo.
El Milagro de Andorra se gestó con un parcial de 4-0, con los 3 primeros goles en un lapso de 3 minutos. El cuarto, de Pablo Álvarez, acabó con el Reus, que se lanzó a una ofensiva desenfrenada de la que sacó... dos goles más del Liceo. El 6-4 (obra de Marc Gual, verdiblanco la campaña precedente) llegó tarde y el delantero argentino hizo, con el 7-4, su último servicio al Liceo antes de marcharse al Barça.
La posibilidad de renovar el sorprendente título continental del curso anterior empezó a tomar cuerpo con dos victorias sobre el Valdagno, ambas en territorio italiano,
El primero, en el último y decisivo partido de la fase de grupos. El gol número 300 de Jordi Bargalló con el Liceo valió el 3-4 final y el pasaporte para la Final a Ocho de Lodi. En cuartos cayó el Candelaria portugués, con más claridad de la que reflejó el 4-2 final.
En semifinales, nuevo cara a cara con el Valdagno. Tras el 2-2, Matías Pascual y Toni Pérez alfombraron el camino a la final antes de que Josep Lamas y el ‘local’ Nicolía redondeasen el definitivo 3-5.
Y vuelta al punto de partida. El Barça, primer rival y verdugo en una batalla por el trono europeo, es el último obstáculo. Uno muy alto. No obstante, los de Gil aguantaron el envite durante 49 minutos (2-2) y lanzaron el órdago ganador en el restante, con goles de Ricardo Barreiros y Jordi Bargalló en un lapso de 24 segundos. El segundo y último ‘repeat’ de Liceo, que desde entonces no ha llegado a la final. Ya toca, aunque no sea oficial.