Si el fútbol es un estado de ánimo, las dinámicas y las esperanzas pueden cambiar de un domingo para otro. Es el caso del Fisterra, un equipo eufórico hace diez días tras ganar (4-2) al Barco en el Ara Solis, un equipo hundido hace tres días después de perder por 2-1 contra el Pontellas en San Campio. De verlo posible a imposible. El conjunto de Juan Porrúa ha pasado de estar a seis puntos de la permanencia con doce por delante a, esta semana, estar a nueve de la salvación con nueve en juego.
Seguía siendo difícil pero las sensaciones al finalizar el partido contra el Barco hace dos jornadas en el Ara Solis eran muy positivas. El Fisterra creía en la permanencia, no se daría por vencido tan fácil. Y se sintió fuerte después de doblegar, con remontada incluida, a un Barco que era y es el equipo marca la zona de salvación. Al gol de Rodri Alonso de cabeza en una falta lateral, ya en la segunda mitad, le siguieron tres de una tacada del Fisterra: Eloy, Makaay y Juan de Dora. El encuentro terminó 4-2 con los tantos de David Álvarez para los de Valdeorras y de Marcote para los fisterráns.
La vida se veía de otra manera en ‘O Fin da Terra’. La película era la siguiente. El Fisterra estaba a seis puntos de la salvación y restaban doce puntos en juego. Muchos puntos pero con margen para recuperarlos. Además, el calendario se presentaba favorable. Después de jugar contra el Barco, el cuadro de Porrúa se mediría al colista a domicilio y, acto seguido, a un Atios descendido en el Ara Solis. En teoría, seis puntos prácticamente seguros. Si los hubiesen conseguido y el Barco fallase en solo uno de los dos encuentros, el Fisterra estaría a tres de la salvación y con el golaveraje a favor. En las dos últimas jornadas, a jugarse la permanencia contra dos rivales directos: la Unión Deportiva Ourense en O Couto y el Ribadumia, en el cierre de la temporada, en un Ara Solis que estaría a reventar.
Las cuentas de la lechera. El Fisterra falló en la primera de las cuatro finales. No fue capaz de doblegar, ni siquiera de empatar, en el terreno de juego de un Pontellas que ocupa la última posición. Porrúa apostó por las rotaciones: sentó a Herbert, a Cespón y a Pablo Nathaniel jugó de lateral. El equipo fisterrán cambió de sistema: retiró a un jugador del medio y puso un delantero más: Eloy y Makaay. No es que el Fisterra perdiese; mereció perder.
Ahora, se enfrenta a una misión (casi) imposible. El Fisterra tiene que ganarlo todo y esperar fallos de sus rivales directos en todos los partidos que les restan. El descenso está casi confirmado, pero no es cosa de las últimas semanas. En la primera fase se escaparon muchos puntos que no debían escaparse. Rachas imperdonables sin puntuar.