En la noche del miércoles se completaron los partidos de ida de octavos de final de la Liga de Campeones. Siete de los duelos concluyeron con triunfo del equipo visitante y en el restante, el Oporto-Juventus, se impuso el anfitrión por la mínima, dos a uno.
Echando una mirada a lo acontecido en los últimos años lo más parecido sucedió en la temporada 2015-2016. En ella, cuatro forasteros ganaron y otros dos igualaron.
Alguno podrá matizar lo aquí escribo al afirmar que tres envites fueron en campo neutral (Leipzig-Liverpool, Atlético-Chelsea y Gladbach-Manchester City) y en todos se alzó con el triunfo el conjunto que jugará en su estadio la vuelta. Otro aspecto que no se debe pasar por alto es que los encuentros han sido a puerta cerrada.
Esta breve introducción es consecuencia a lo que el Deportivo lleva padeciendo en Riazor ante la falta de calor humano en los enfrentamientos que protagoniza, circunstancia que ha influido bastante para estar en la situación en la que se encuentra.
Como curiosidad, mencionar que hace unos años coincidí en un acto con un periodista herculino. Tras hablar de varias cuestiones me aseguró que “cada temporada el Deportivo inicia la Liga en desventaja al ceder unos diez puntos por tener las gradas tan alejadas del campo”. Tiempo después, tras la remodelación que el ayuntamiento realizó al estadio, Riazor se convirtió en una bombonera con el apoyo de una afición incondicional. Mi compañero siempre me lo recordaba cuando nos volvíamos a ver.