Lleva la mitad de su vida entre barras, discos y magnesio. Empezó con 13 años y el domingo pasado, ya con 27, se colgó tres medallas más para su colección y firmó un nuevo récord de España en la modalidad de arrancada durante los Nacionales de halterofilia que se celebraron en la polideportiva de San Francisco Javier. La coruñesa Irene Martínez Santiago (1993) volvió a lo grande tras superar una molesta lesión de muñeca.
“He aprendido a vivir con dolor”, se sincera la levantadora, que atiende la llamada de este diario desde la residencia Blume, en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid, su hogar los últimos once años desde que se convirtió en una deportista de élite. “Creo que solo Lidia (Valentín) lleva más tiempo que yo. Cuando me vaya me tendrán que dar una corona o algo”, ríe Irene, toda una veterana de la halterofilia en el cuerpo de una veinteañera.
No era la primera vez que A Coruña acogía una competición nacional de halterofilia. La propia Irene ya se proclamó campeona de España en 2018, también en su ciudad, pero esta vez era especial porque era la primera gran prueba para la coruñesa desde la operación en su muñeca derecha.
“Tenía muchas ganas de volver a disfrutar compitiendo después de tanto tiempo, independientemente de los resultados”, indica la haltera del CH Coruña, que se preparó para la cita con la intención de batir el récord de España en la modalidad de arrancada en la categoría de 59kg: “Tenía confianza. Tal y como lo habíamos entrenado, pensaba hacer 85 kilos en el primer intento, 87 en el segundo y 90 en el tercero. Y salió bien”, resume.
Aunque en febrero ya participó en la Copa de España, la levantadora no estaba todavía al 100%: “Llegué con solo un mes de entrenamiento y, obviamente, no estaba preparada. Era mi primera competición en este peso, pero no la cuento”, recuerda.
La reestructuración de las categorías que llevó a cabo la Federación Internacional afectó a Irene, que pasó de 63 a 64 kilos. “Tenía que comer bastante, además de músculo tenía grasa, y al principio me costó un poco. En 2019 me lesioné y en el Campeonato de España hice tres intentos nulos que me dejaron fuera de la clasificación para los Juegos de Tokio”, detalla.
La coruñesa se lo tomó como una manera de volver a a empezar: “No tenía grandes opciones, tampoco te voy a engañar. Soy de las que piensa que todo pasa por algo y ahí es cuando decidí operarme porque llevaba ya dos años arrastrando una lesión de muñeca. El dolor era insoportable”, lamenta.
El paso por el quirófano en julio de 2019 no resolvió los problemas de Martínez en su muñeca derecha. “Teóricamente era una cirugía sencilla, pero después de la operación sentía el mismo dolor y cuando empecé a entrenar tuve que parar otra vez”, rememora.
Por cabezonería y compromiso, dos rasgos que definen su carrera, volvió a los entrenamientos pensando que remitirían las molestias: “Conforme pasaban los días lo iba aguantando mejor y, al final, he aprendido a vivir con dolor, a saber manejarlo”, se sincera.
Irene aprovechó su recuperación para bajar de 64 a 59 kilos. “Lo único que hice fue comer más sano, más verduras y bajar la ingesta de los hidratos de carbono. Dependiendo del físico de cada uno y de la categoría, estar en el peso puede ser un factor extremo en la halterofilia, pero yo no pasé hambre en ningún momento ni tuve ansiedad”, indica.
La carrera de un deportista de élite tiene fecha de caducidad y en la halterofilia no va mucho más allá de los 30 años. “Llevo en la selección española y en el CAR desde hace once años y ya se nota el desgaste físico y mental. Creo que hasta los 30 o 32 puedo llegar, pero a partir de ahí dicen que la fuerza va en declive. Personalmente también quiero avanzar en la vida y cuando vea que no doy más de mí, me iré”.
Mientras pueda, Irene seguirá entre las barras y los discos con el sueño olímpico de París 2024: “Ya tengo 27 años y mi última oportunidad para estar en unos Juegos será París. Es mi último gran objetivo”.
¿Y después qué? Es una pregunta recurrente en la vida de un deportista de élite e Irene ya tiene la respuesta. Se encuentra en el cuarto y último curso de Fisioterapia: “Mi prioridad siempre ha sido el deporte, pero poco a poco lo he ido sacando y, si todo sale bien, terminaré este año. No tengo muy claro todavía qué voy a hacer, pero en Madrid no me quedo”, zanja. La tierra tira.
Martínez habla sin tapujos sobre el dopaje, un problema enquistado desde hace muchos años en su deporte: “La halterofilia está manchada, todos todos lo sabemos y a veces siento impotencia. Por mucho que entrene es imposible llegar al nivel de los que se dopan”, revela.
“Ahora mismo vivimos un escándalo de corrupción por todos los positivos que se han tapado”, añade la coruñesa, que nunca recibió su primera medalla internacional, un bronce Europeo por la descalificación de una atleta que tras los campeonatos dio positivo.