El delantero centro como epílogo, pero ante todo como prólogo sobre el que iniciar el juego. En Miranda de Ebro, Óscar Gilsanz apostó por romper la hegemonía de Zakaria Eddahchouri en el puesto de ariete y volver al viejo recurso de Barbero. No solo buscando remate, sino, sobre todo, tratando de encontrar en la figura de su delantero una solución para asegurarse oxígeno cuando el rival te echa la mano al cuello. A falta de arietes que cacen, arietes que funcionen como diana sobre la que asentar el juego ofensivo.
Eddahchouri acumulaba hasta el duelo de Anduva nueve encuentros consecutivos como titular. Todos ellos llegaron tras su debut en Eibar entrando desde el banco. La falta de gol de Barbero, delantero centro de inicio en 11 de los 12 primeros partidos de Gilsanz en el banco del primer equipo, condujo al entrenador ascendido desde el Fabril a buscar un relevo en el puesto de ‘9’. Y con Mohamed Bouldini dejando a deber en casi todas sus presencias, la llegada de Zaka en el mercado invernal fue la oportunidad perfecta.
Gilsanz apostó y encontró el ‘verde’, con un Zaka devolviéndole la confianza en forma de gol en su estreno en Riazor. Su acierto, previo rebote en un defensor, para abrir el camino hacia el notable triunfo ante el Almería le convirtió en el deseado mesías de un deportivismo que anhelaba en su ariete un nivel de dominancia similar al que Barbero se había dejado por el camino en el salto de categoría.
Zaka se asociaba bien, Zaka iba al espacio y Zaka tenía veneno. Ya no solo en momentos de pisar el área, sino incluso cuando olisqueaba la frontal. No era pedir demasiado, claro. Pero, a la vez, era casi todo lo que el Deportivo necesitaba para complementar una línea de mediapuntas de notable nivel para la división de plata y esplendoroso futuro, que demandaba y demanda a su vanguardia más trabajo sucio que focos.
Sin embargo, Eddahchouri no fue capaz de mantener el listón. Con el paso de los partidos, lo que debería haberse transformado en una mayor química entre el delantero de origen marroquí y sus compañeros fue degenerando en una paulatina caída de rendimiento.
Zaka empezó a mezclar partidos en los que era amenaza individual sin acierto con otros sin capacidad para alcanzar el nivel mínimo a la hora de hacerse fuerte en los duelos. Una condición que el Deportivo de Gilsanz le solicita a su delantero centro de forma similar a como lo hacía el Deportivo de Idiakez. Porque no, jugar en largo cuando el rival acogota y es preciso minimizar errores cerca de los dominios de Helton Leite no es el discurso. Pero sí un recurso imprescindible.
Así, en un mes de marzo condicionado por el Ramadán, el nivel de Eddahchouri cayó, más allá del gol anotado ante el Córdoba, observando desde la distancia el juego entre Soriano y Yeremay para acudir puntual al segundo palo. Esa diana, su segunda, le otorgó cuatro partidos más de margen, en los que acumuló ‘solo’ cinco remates, dos de ellos ocasiones claras. Todos al limbo.
Esta circunstancia, unida a sus dificultades no ya para ganar duelos, sino sobre todo para aparecer como solución, terminó induciendo en el cuerpo técnico del Deportivo la duda sobre qué hacer en el puesto de ariete. De no bajar de los 20 toques por partido, a no superar los 17 en tres de los cuatro últimos encuentros. La excepción, el duelo ante el Cartagena en el que, con un futbolista menos, Zaka se conectó para recibir en muchas ocasiones al apoyo y dejar de lado sus interesantes pero poco valorados desmarques.
Mientras, Barbero esperaba en la recámara. Con apenas 20 minutos como máximo cuando le tocaba jugar. E incluso sin participación en Oviedo y ante el Córdoba, duelos en los que fue adelantado por Bouldini en el casting.
Sin embargo, ese evidente descenso del rendimiento de Zaka, emparejado al gol ante el Cartagena -el cuarto del curso- y a las buenas sensaciones que mostró frente al Cádiz -en el que su brega fue decisiva para que el balón acabase en el pecho de Soriano previo zurdazo a la red- terminaron de convencer a Gilsanz y a su staff para probar el relevo. Y más, en Miranda de Ebro, ante un equipo que iba a ir a buscar arriba al Deportivo y que, por tanto, iba a demandar dominancia en los duelos.
Al demandante escenario se le unían las crecientes dificultades del equipo herculino a la hora de confeccionar una salida limpia de pelota desde atrás. Porque más allá del trabajo colectivo, resulta evidente que la pérdida progresiva de elementos como Ximo Navarro, Obrador y, sobre todo, Dani Barcia, supone elevar las en alto grado la complejidad a la hora de entender cómo sortear la presión del rival. Iba a tocar mirar lejos sí o sí.
Es cierto que Iván Barbero no está teniendo esa fortaleza en las disputas esta temporada. El almeriense promedia un 40% de éxito en los duelos aéreos. Pero contra el Mirandés, sí cumplió en esa ardua tarea de ‘pegarse’ contra los tres centrales jabatos.
Barbero acabó contactando en 35 ocasiones con el esférico. Además, de los 12 duelos aéreos que disputó, ganó cinco. Un notable número, teniendo en cuenta que en ese tipo de fricciones la ventaja suele ser del defensor que ataca el esférico de cara.
Así, no fue casualidad que la combinación de pases más repetida por el Deportivo en Anduva fuese la de Helton Leite sobre Barbero. De inicio a fin. Más directo, imposible. El portero lo encontró en nueve ocasiones, las mismas que se asociaron Yeremay y Soriano en una comunicación que, en su caso, sí fue bidireccional.
Sin remates más allá de un chut bloqueado por un rival pero con dos pases clave -envíos que acaban en remate de un compañero-, Barbero cumplió esa función de diana. Esa que, a falta de recuperar su instinto de viejo ‘cazador’ que exhibió con creces en Primera Federación con el Deportivo, puede seguir valiéndole para recuperar su sitio como obrero para que la segunda línea blanquiazul brille con luz propia.