OPINIÓN | Sublimar la normalidad
lll
17º-23º

OPINIÓN | Sublimar la normalidad

Fue una visita al dentista la cita contra el pobre Cartagena. También una alerta: nada se puede dar por hecho en el fútbol, donde todo cambia en un parpadeo
OPINIÓN | Sublimar la normalidad
Pablo Martínez pugna con Ortuño | QUINTANA

Usuario

Del club en el que siempre pasa algo tampoco deberíamos de esperar que transitase sobre una alfombra roja en el partido a priori más sencillo del curso. Fue una visita al dentista la cita contra el pobre Cartagena, que llevaba dos meses y medio sin puntuar y dejó pasar la victoria en un partido que la mayor parte de equipos de la categoría hubiesen liquidado por la vía rápida. Porque tampoco el Deportivo ofreció una gran versión. Al menos acabó en el área rival, mandón y valiente para buscar el triunfo. A veces el listón se sitúa tan bajo que con bien poco basta para sublimar lo que debería ser normal, por ejemplo el esfuerzo .

 

Al final el equipo está un punto más lejos de la quema que antes de comenzar el fin de semana. El valor del puntiño se estira mientras la meta se acerca. Obviemos otros matices como que si el Deportivo hubiese ganado al Cartagena estaría a siete puntos del quinto y del sexto clasificado e incluso podríamos soñar. Ya nos han dicho que no es el momento. Durmamos con la mente en blanco, pues y aplaudamos el esfuerzo del equipo, una vez más meritorio en una nueva demostración de que la cera que arde no sobra. Abrazados a un requiebro de Yeremay, a una carrera de Mella o a los inacabables pulmones de Villares, al equipo le da para sostenerse sin alardes. Lo hizo en un partido que le obligó a trabajar muchos minutos sin balón y en el que una vez más entendió mejor lo que requería el juego tras el descanso.

 

Antes, la expulsión de Ximo Navarro golpeó duro. Convengamos que jugar con diez hombres todo el partido no es normal. Ahora elevemos un poquito, media pulgadita, el listón. La respuesta ante un contratiempo así consistió en guardarse y al recuperar la pelota buscar el manejo desde atrás para construir superioridades tal y como estaba trabajado el plan de partido. Quizás lo que requería la situación era robar y correr, trazarle emboscadas al rival y salir al galope. Los minutos pasaron sin más chicha en un trasteo insulso. Ocurrió que Gilsanz se encontró con un partido que se puso para Mella justo cuando el canterano recargaba baterías en el banquillo. Conviene valorar que el chico se pasó medio verano concentrado con la selección sub-19. 

 

Por Mella entró Diego Gómez, que puede considerarse damnificado por la situación. Riazor le esperaba, pero la inferioridad numérica le dejó sin balón y todos nos quedamos sin comprobar si se quita de encima esa timidez que alguna vez asomó. En todo caso pecados de juventud, no estamos tan rodeados de descarados. Y no se vio a Eddahchouri, que se fue al banquillo con el marcador en desventaja. No era tampoco el mejor escenario para un futbolista que no se caracteriza por el esfuerzo defensivo. En la suma final le sale a pagar en dos conceptos: bajar balones ante los centrales del Cartagena y tirar medio desmarque.

 

Así que ese puntiño que el domingo a las seis y media podría considerarse un fracaso, dos horas después casi era un éxito y desde luego un mal menor. También una alerta: nada se puede dar por hecho en el fútbol, donde todo cambia en un parpadeo. Nadie imaginó un escenario como el que se montó en el amanecer del partido y cuando faltan puntos por sumar todas las prevenciones son pocas. Cartagena era una oportunidad y pasó de largo. Ferrol es la siguiente y sí nada regaló el rival de este domingo, desahuciado como está, sería una insensatez pensar que A Malata va a ser un paseo triunfal. No. Será otra cita más en el dentista. Y mientras la medicina que aplican los rivales del Eldense hace efecto aún quedan unas cuantas más por pasar.

OPINIÓN | Sublimar la normalidad

Te puede interesar