Sentimiento
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Hace años tuve la oportunidad de conducir un programa de radio local en esta ciudad. El programa, por cierto, más escuchado con mucha diferencia del dial coruñés. Creo que ya ha pasado un tiempo prudencial para poder presumir de esa circunstancia.

 

Y como buena “cebolla” tenía “muletillas” que se repetían cada poco.

 

Un servidor presentando el programa y el señor Lendoiro dirigiendo el RC Deportivo de La Coruña coincidimos la friolera de 25 años, mes arriba o mes abajo. Tuvimos de todo. Buenos y malos momentos. Y muy malos también, gracias sobre todo a sus vetos. Ahora, tal y como dijo unos meses atrás, ni se acuerda de mí. A pesar de que a veces me esperaba en algún hotel (Meliá Alicante) hasta las tantas de la madrugada para preguntarme por algo que le interesaba. Creo que iba a ser Secretario Xeral para o Deporte de la Xunta.

 

Críticas aparte, lo que más le repetí al de Corcubión era aquello de que “las grandes obras se sustentan en los pequeños detalles” a los que el expresidente no les prestaba ninguna atención. Grandes obras evidentemente que hizo. Cogió a un club deportivo que pululaba por la Segunda División, club que con él al frente conquistó una Liga, dos Copas de Rey y tres Supercopas de España, etc. Y desde luego hay que darle la parte de aquellos éxitos que tiene. No todo el mérito fue suyo como algunos piensan. Pero su actuación tuvo eso: “Mérito”. Mucho.

 

Han pasado más de diez años desde que Augusto no pinta nada en el Deportivo actual. Aunque lo intenta a través del género epistolar cada poco tiempo. Pintará siempre en la historia del Club, pero no en la actualidad. Y me ha venido a la mente aquello que ya le decía hace 30 años a aquel presidente, fijándome en cosas que también, después de tanto tiempo, pasan en la actualidad.

 

A partir de la salida del señor Lendoiro del club y atendiendo a los presidentes que se han ido sucediendo en el cargo (hasta 7) y a los entrenadores que estos han ido trayendo (hasta 17, dos de ellos –Fernando Vázquez y Rubén de la Barrera- en dos ocasiones) siempre manifesté que lo que me faltaba en este apartado era “sentimiento”. Veía en otros clubes que los entrenadores que pasaban por sus banquillos había inquilinos que antes habían sido jugadores o habían tenido una especial conexión con el club en cuestión.

 

Hace tiempo Arsenio me había reconocido que era curioso, al menos, que muchos de los futbolistas que tuvo a sus órdenes se habían decantado tras acabar su carrera como futbolistas por convertirse en entrenadores. De la época o épocas del de Arteixo han dedicado su continuación en este deporte desde el banco, con más o menos suerte: Alfredo, Viqueira, Paco Jémez, Voro, Claudio, Lasarte, Djukic, Aspiazu, Manjarín, José Ramón, Manuel Mosquera, Ribera o Elduayen. Y otros que no recuerdo. Posterior al de Arteixo jugaron y luego fueron entrenadores Ramis, Manuel Pablo, Víctor y el mismísimo campeón del mundo Leo Scaloni.

 

Salvo Víctor, nadie se sentó en el banquillo de Riazor.

 

“Sentimiento” es un valor añadido a cualquier circunstancia. La palabra tiene que ver con sensación, son sensibilidad, con emoción, con apreciación o con afectividad. No lo digo yo, lo dice el diccionario de la RAE.

 

“Las grandes obras se sustentan en los pequeños detalles”, tal cual la clave sujeta un gran arco.

 

El fútbol ha dejado de ser fútbol para pasar a ser empresa. Y la empresa hay que llevarla desde la base de una compañía que cuanto más gane, mejor. Pero en este deporte siempre habrá un hueco para el sentimiento. Pasarán años y todos nos seguiremos acordando de dónde vimos el Centenariazo o de cuándo fuimos a celebrar algo a la Fuente de Cuatro Caminos.

 

Anteayer me enteré que despidieron a uno de los pocos trabajadores que quedaban de una época pasada, apenas hace 5 ó 6 años. De esos que confieren a donde están cariño y sentimiento. Un deportivista auténtico y creo que un buen trabajador. Gonga (Gonzalo Gimenéz) que te vaya muy bien.

 

Como empresa pueden hacer lo que estimen más oportuno. Pero de sentimiento me hacen recordar aquello que le decía hace 30 años al señor Lendoiro desde unos micrófonos: las grandes obras se sustentan en los pequeños detalles.

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