La noticia es que el Mundial  2030 de fútbol va a tener nada menos que seis sedes y, por lo tanto, seis selecciones nacionales ya están clasificadas de oficio a estas alturas. A saber: España, Portugal y Marruecos, como el grueso de países organizadores, y Argentina, Uruguay y Paraguay, como países históricamente relacionados con la competición y que albergarán un partido en su territorio, con especial protagonismo para el legendario estadio Centenario de Montevideo, donde se disputó la primera final de la historia de la competición y que ganaron los charrúas.

Los hechos y las decisiones se pueden justificar de todas las maneras posibles, como esas ridículas declaraciones de Infantino sobre la “unión de los pueblos” o eso otro de  “en un mundo dividido, el fútbol está unido”, cuando todos sabemos que el principal interés de estos personajes es su supervivencia y su bienestar económico. Pero más allá de eso, los aficionados se preguntarán qué tipo de criterios tiene la FIFA para otorgar esta competición cuyo diseño parece al menos pintoresco. Y todo esto contando con la participación de 48 selecciones por primera vez en la historia. 

Algo está claro: la FIFA trata de contentar con sus decisiones a cada vez más federaciones. Es una de las principales garantías de su estabilidad y se esmera en ello porque eso permite a sus dirigentes seguir con su endiablado ritmo de vida sin trabajar. Por cierto, nos imaginamos que ya habrán pensado cómo queda el grupo sudamericano…

Naturalmente, uno de los que se ha apuntado el éxito de la designación ha sido Pedro Sánchez, ese que brindó su apoyo incondicional a Rubiales para la consecución del evento y del que esperamos que nos aclare el papel que ha tenido el expresidente en la consecución de este logro que se bautizó inicialmente como ‘la candidatura ibérica’ y que ahora es algo más. 
El Gobierno ya ha soltado cifras: están previstos 10.000 millones de euros en ingresos y sólo harán falta 1.430 millones de inversiones e infraestructuras. Así de fácil, porque las gestiones vienen de atrás. 

Hace casi 50 años, España organizó un Mundial en solitario. Y salió muy bien, a pesar del rotundo fracaso deportivo. Ahora todo será de otra manera.  Parece que se generaliza esto de disputar torneos en distintos países. No se libra ni el ciclismo ni el baloncesto ni el propio fútbol. Pero no hay problema porque la televisión llega a todos lados y así nos importa menos quién es el organizador. Por eso se habla ya de Arabia Saudí como organizador del Mundial 2034, en compensación por su renuncia actual. No me extrañaría porque aquí cada uno va a lo suyo.