Paciencia y confianza
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Paciencia y confianza


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El fatalismo vuelve a asomar en la conciencia colectiva del deportivismo. La primera derrota de la temporada –cuando el partido estaba ganado en el minuto 90– frente al modesto Fuenlabrada reabre los fantasmas que acucian al Depor desde que descendió a los infiernos de la tercera categoría.


Quizás sea prematuro que salten las alarmas en un club que no ha parado de probar cosas nuevas en estos últimos cuatro años. Por Riazor han desfilado demasiados entrenadores, algunos responsables técnicos, multitud de jugadores y diversos directivos, que no han conseguido el ascenso, objetivo prioritario del RCD. Lo cierto es que la situación no tiene buena pinta. Mientras el Depor no acaba de arrancar, ya se empiezan a destacar un selecto grupo de equipos que se lo han tomado más en serio desde el primer partido. Insisto en que el ascenso se consigue en primavera, pero también que se puede perder el tren del ascenso mucho antes.


Paradójicamente, los pupilos de Idiákez generan buenas sensaciones en el campo, disponen de una defensa que, en general, funciona muy bien, un medio centro fuerte y con talento, así como una delantera teóricamente potente para la categoría. También hay que destacar que por fin ha llegado un entrenador que cuenta con los jóvenes canteranos para el primer equipo. 


Por último, la dirección deportiva creo que ha acertado con la confección de la plantilla. Pese a todo, faltan los resultados, la capacidad de cerrar partidos donde los blanquiazules demostraron una superioridad que no se vio reflejada en el marcador. Y esta realidad es fácil que genere esa urgencia por la victoria que ya vivió el club en temporadas pasadas y que suele desembocar en un estado de ansiedad.


Con el margen propio que da la competición para recuperarse –sólo van seis jornadas disputadas–, no queda otra que tirar de confianza y paciencia en que los resultados van a llegar más pronto que tarde. 
Es pronto para empezar a resucitar fantasmas, buscar culpables y arrojarse en los melancólicos brazos del fatalismo. 


Hay plantilla, hay entrenador, hay determinación y, sobre todo, hay una afición numerosísima que no se cansa de apoyar. Con estos mimbres pronto llegarán los buenos resultados.
 

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