Ante todo tengo que confesar que ella no es muy futbolera. Más bien lo es muy poco. Se alegra de que gane el Depor, por supuesto. Pero si pierde pues no es que le toque un pie, tampoco es eso, pero tampoco le entristece demasiado.
Es más, muchas veces hasta me pregunta “oye, ¿cómo hemos quedado?”, y no sabe muy bien si es liga, es copa y mucho menos sabe si el rival está arriba o abajo en la tabla. Pero eso sí, suele saber perfectamente cómo va el Deportivo.
En cualquier caso, a pesar de no ser muy futbolera ella entiende mi sentir deportivista. El mío y el de cualquiera que sienta los colores blanquiazules.
No será muy futbolera, pero estuvo en la famosa noche del Centenariazo y disfrutó como el que más. Quizás por eso me entendió cuando en diciembre de 2016 estuvimos viendo al Depor en el Bernabéu y yo salté como un loco cuando Joselu marcó los dos goles deportivistas.
No me dijo nada por celebrarlos entre tanto madridista. Lo entendió perfectamente. Eso sí, al final perdimos y ella supo decirme eso de “venga, hombre, si en el fondo era lo esperado, perder en el Bernabéu”. Y tenía razón.
Mi mujer me entiende cuando me ve en casa de pie viendo cualquier partido del Deportivo por televisión. No le parece raro que no me siente en el sofá donde estaría muchísimo más cómodo. Ella sabe que los deportivistas vivimos cualquier partido sea en Primera, en Segunda o en Segunda B.
Me veía hacerlo así contra el Madrid, el Barça o el Atlético y me ve ahora hacerlo ante el Rayo Majadahonda, el Tudelano o el Badajoz.
Sonríe a veces, eso sí, y me suelta alguna frase del estilo de “pero cómo sufres, hombre de Dios!”, pero luego me deja a mi bola.
Otras veces, cuando voy a Riazor y me pregunta por el rival, me dice eso de “para lo que hemos quedado...” y lo hace en primera persona del plural, porque ella se incluye entre los deportivistas y entiende por lo que estamos pasando desde hace unos cuantos años.
Ella se incluye en el deportivismo cuando ve las cifras de socios, el ritmo de renovaciones que llevamos y no tiene ningún reparo en decir que “somos los mejores”.
Quizás no sufra si perdemos en Guijuelo, pero entiende mi disgusto cuando pasa eso. Tampoco se sabe el nombre de la mitad de los jugadores.
Y de la otra mitad tampoco, salvo Lucas Pérez y hasta el año pasado el de Álex Bergantiños. Pero eso es disculpable. A muchos no pasa lo mismo cada año cuando fichamos 14-15 jugadores, que no tenemos ni idea de dónde han jugado hasta ese momento la mayoría de ellos.
Ella me entendió cuando se nos escapó el ascenso en Mallorca, cuando veía Riazor vacío durante la pandemia ante equipos como el Coruxo y decía “jolín, qué pena da ver el estadio así con el ambiente que hay siempre”.
Y le encanta cuando en la televisión salen reportajes alabando a nuestra afición cada vez que abarrotamos Riazor.
Lo que pasa es que me dice que de qué día son esas imágenes, porque no tiene ni idea de si son recientes o de contra quien habíamos jugado ese día.
Pero para eso ya estoy yo, que se lo cuento pormenorizadamente hasta que ella me dice finalmente “vale, vale, ya me he enterado”.
Y en cuanto al Teresa Herrera pues más de lo mismo. Todos sabemos que si Bebeto y Mauro Silva no hubiesen venido el acontecimiento habría perdido muchísimos enteros. Yo pienso ir a ver ese partido. Y aunque sé que ella no iría si no es por acompañarme y que de hacerlo se aburriría muchísimo, también tengo muy claro que ella me entiende cuando le digo que “hay que estar ahí”. Sea el Manchester, la Juventus o la Ponferradina.
Yo siempre le digo que ella no será futbolera, pero que es tan deportivista como el que más, lo que pasa es que aún no se ha dado cuenta.
Si no fuera así me habría mandado a paseo hace mucho tiempo.