Dicen que segundas partes nunca fueron buenas, aunque existen infinidad de casos que contradicen la popular afirmación. Uno de ellos nos ha tocado cerca estos días. La segunda parte de Lucas mejoró incluso la primera. La tercera en cambio sí fue amarga. La cuarta ha acariciado lo extraordinario.
El delantero de Monelos ha marcado una época pese a las idas y venidas. Es lo que toca en estos tiempos, en los que el Dépor se ve obligado a traspasar a sus mejores futbolistas, como hizo en su día con Lucas, que puso rumbo a Londres a cambio de 20 millones de euros. Aquel traspaso al Arsenal es una de las ventas más caras realizadas desde la Plaza de Pontevedra. Solo es superado por los 25 millones de euros que pagó el Real Madrid por Flavio Conceiçao y los 4.000 millones de pesetas (unos 24 millones de euros al cambio) que puso sobre la mesa el Barça para robar a Rivaldo. Veinte ‘kilos’ también los puso el Newcastle por Albert Luque.
En su cuarta etapa en el Dépor, el equipo no ha dispuesto de Lucas, por sanciones o lesiones, en once partidos. El balance es de cuatro victorias –todas en medio de la impresionante racha de la segunda vuelta del ascenso–, cinco empates y dos derrotas. O lo que es lo mismo, sin él en el campo, el Deportivo ha sumado 17 puntos y ha dejado de sumar 16. ¿Y cuál es el balance de estos dos años con él sobre el césped? 130 puntos ganados y 83 perdidos. De un 51 por ciento de los puntos sin Lucas a un 61 por ciento con Lucas.
No ha habido jugador deportivista de mayor impacto en el terreno de juego –solo Álex Bergantiños, aunque de lejos, le sigue– que el ‘7’ desde la retirada de Valerón. Además, los datos del reportaje publicado ayer en estas páginas sobre afluencias, número de abonados y ventas de camisetas hablan a las claras de la ilusión que provocó el tercer regreso del hijo pródigo a Riazor. Su impacto no se resume en goles, asistencias y ascensos.
La duda se cierne ahora sobre el coliseo herculino. La marcha del capitán, del ídolo, de la referencia, abre una brecha que corre el peligro de llenarse de traumas. Y no es catastrofismo, sino hemeroteca. Hablar de pasar página después de un terremoto de semejante magnitud o publicar la intención de demandar a quienes faltaron al respeto a los dirigentes tampoco parece la mejor manera de mirar hacia delante. Ojo, que toda la razón en ambos asuntos. El momento elegido quizá sí sea censurable.
Tiene toda la razón Óscar Gilsanz. Los jugadores, entrenadores y empleados vienen y van, pero el club permanece. Es una máxima del fútbol. Los clubes están por encima de los nombres. Aunque también son una máxima los cambios de ciclo. Las etapas se acaban y las despedidas de los iconos suelen –ojo, suelen, no necesariamente ocurre siempre– servir para abrir un paréntesis. Para nosotros, el paréntesis se abre hoy, aunque es cierto que con el Dépor inmerso en una dinámica positiva. Una derrota en las siete últimas jornadas y cuatro puntos en los dos últimos partidos consecutivos a domicilio invitan al optimismo. Pese al nivel del rival, que solo ha perdido un partido –ante el Mirandés, igual que el Dépor– de los últimos diez. Una vez más, toca mirar hacia delante, siempre recordando que “só a lembranza de onde veño me axuda a saber cara onde vou”.