E sta tarde tenemos fiesta en Riazor. A la ya habitual afluencia al estadio se le suma el hecho de que nos visita un rival que nos cae muy bien y del que nos hemos hecho muy amigos desde que aterrizamos en esta categoría. Y eso implica que serán muchos los aficionados salmantinos que estén hoy en la grada reservada para el equipo visitante.
La verdad es que es una pena que el partido se juegue el domingo a las cinco. Posiblemente si se hubiese disputado ayer a la misma hora serían muchos más los seguidores de Unionistas que habrían viajado y que incluso habrían pernoctado en nuestra ciudad y, como se dice en estas ocasiones, “eso es dinero que queda en A Coruña”, aunque la realidad es que muchos de nosotros no veamos un duro de ese dinero. Otra cosa es la hostelería, evidentemente. Pero bueno, la mente pensante que decide los horarios de los partidos lo ha puesto para esta tarde y no hay que darle más vueltas al asunto.
El Unionistas es el único equipo, junto con el ahora denominado Fortuna, con el que nos hemos visto las caras durante los cuatro años que llevamos en este pozo de la Segunda B/Primera RFEF. Y nos ha caído bien por la manera en la que gestionan el club. De forma totalmente artesanal y popular y que ha salido adelante en contraposición al otro club de la ciudad, el Salamanca UDS, que se apropió del escudo de la extinta UD Salamanca, de su indumentaria y hasta de su legendario estadio, el Helmántico. Hoy, el Salamanca UDS se encuentra en la Tercera RFEF mientras Unionistas está dos categorías más arriba jugando en un campo mucho más modesto. Lo malo que tiene esta forma de gestionar el club es que tiene su techo, la Primera RFEF. Si Unionistas ascendiese al fútbol profesional tendría la obligación de convertirse en SAD, lo que seguramente se cargaría la esencia del club. De todas formas, el hecho de que milite en Primera RFEF ya es todo un milagro para el club salmantino.
Unionistas fue para mí el equipo que en la temporada 2020-2021 me enseñó con toda su crudeza que estábamos en Segunda B. Veníamos de jugar en Riazor contra, precisamente, el Salamanca UDS, nos había tocado el siguiente partido en San Lázaro ante el Compostela, donde ya habíamos jugado en Primera División y, en la tercera jornada, visitamos eso que llamaban “las pistas del Helmántico”. Fue ahí, en ese campo, sin gradas en varias zonas y con otras líneas dibujadas en el terreno de juego de otros campos de fútbol 7, donde me di cuenta de la categoría en la que estábamos. Y me pegó un buen bajón, desde luego. Y más bajón me pegó en el partido de vuelta en Riazor, ya con Rubén de la Barrera en el banquillo tras la destitución de Fernando Vázquez. No habíamos hecho un mal partido, pero no pasamos del empate a cero. Aun así tuve que leer que no había sido un mal resultado ya que había sido “ante el líder”. Ahí me di cuenta de lo bajo que habíamos caído. Empatar en casa ante Unionistas había que darlo por bueno. No me lo podía creer.
El año pasado, en cambio, fue toda una fiesta. La categoría la tenemos ya más que asumida, redebutaba Lucas, marcó dos goles, ganamos tees a cero, estrenamos aquella camiseta reciclada que luego se subastó y se vendió hasta la de Retuerta y el partido acabó con los de Unionistas diciendo que el Depor es de Primera y nosotros animándoles a ellos. Muy bonito todo.
Firmábamos esta tarde una fiesta similar, pero con el uno a cero seguro que nos conformamos todos. Y a Unionistas que le siga yendo bien, que son muy buena gente.